Salvador Wood: paradigma de artista cubano

Es el actor capaz de estremecernos con personajes tan difíciles como el del médico y sabio cubano Carlos J. Finlay, descubridor del agente trasmisor de la fiebre amarilla; el mismo Salvador Wood que a la edad de 15 años -en 1943, durante sus comienzos en la radio- encarnó a uno de los estudiantes de Medicina fusilados en 1871.

Aquel mismo año ya integraba el Cuadro de Comedia y Arte Dramático. Tres años después puso proa hacia La Habana en busca de posibilidades, ya con un aval en el teatro y la radio de su Santiago natal.

Actuó en la televisión durante la Cuba prerrevolucionaria, y una vez llegado el triunfo fue de los primeros histriones destacados en el cine cubano que, consecuente y fiel a sus grandes predecesores marcó pautas en niveles de realización y planteamiento de nuestra historia y problemática social ante la construcción de la patria nueva y emancipada.

De él recordamos cómo en 1960 interpretó -dirigido por Humberto Arenal- en nuestra cinematografía el papel de campesino, típico cubano que desde antes supo encarnarlo magistralmente. Corría el año 1976 cuando padre e hijo (Patricio) compartieron actuaciones en El Brigadista, película que es referencia indispensable en la antología del séptimo arte de la isla caribeña.

Unido en la vida y en el arte, junto a la inolvidable actriz Yolanda Pujols (1927-2015), ambos obsequiaron a nuestros medios con el advenimiento de Patricio, el hijo de ambos, quien ha seguido fielmente la entrega profesional de sus padres.

Quien escribe tuvo la suerte de conocerlos personalmente. Transcurría el mes de febrero de 1987 cuando participé en el el Festival Nacional de la Radio, celebrado aquella vez en Caibarién, la hermosa Ciudad Blanca de la provincia de Villa Clara. Fueron días muy breves para tantos encuentros que significaron para mí una emoción tan intensa como inolvidable.

Llegué al apartamento de la villa donde Salvador y Yolanda se hospedaban y -aunque fue nuestro primer y único encuentro- fui recibido por ellos como si fuese un viejo conocido. Lo recuerdo acompañado de su inseparable boina, y cómo enseguida se pusieron a conversar con una modestia tal, solo propia de las almas grandes.

Entendí -una vez más- que mientras más gloria existe en un ser humano, mayor es su sencillez.

No es fácil escribir acerca de Salvador Wood, artista con una trayectoria intensa y brillante; por añadidura conocido ampliamente dentro y fuera de nuestro país. Al mismo tiempo, es importante continuar mencionándolo porque su mérito personal lo demanda.

Hombres como él, cuya condición humana ha sido siempre consustancial a su profesión resultan indispensables para los nuevos actores y actrices que, junto a su talento, deben añadir siempre la disciplina y la ética.

El 24 de noviembre de 1928 nació una gloria de la radio, la televisión, el cine y el teatro cubanos. Su verticalidad profesional y humana y el amor puesto en su obra hacen de él un auténtico paradigma de artista cubano.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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