Parecería que podemos tomarla de la mano ahora mismo, a esta dama decimonónica, a La Peregrina camagüeyana, y barrer dos siglos, para que su elegancia nos acompañe, para que su pensamiento nos ilumine el camino.
Fue “atrevidamente grande” dijo José Martí de Gertrudis Gómez de Avellaneda (Puerto Príncipe, 1814-Madrid, 1873). Ella, que partió de Cuba, que cruzó el Atlántico tras despedirse estremecida de su tierra: “¡Adiós, patria feliz, edén querido! / ¡Doquier que el hado en su furor me impela, / tu dulce nombre halagará mi oído! // ¡Adiós!… Ya cruje la turgente vela…”. Escuchad…
Ella, que admitió el amor por sobre toda las diferencias raciales o de clase, entre un esclavo y una señorita blanca, para trazar con su novela Sab (1841), la primera novela abolicionista de América. Ella que defendió la felicidad y el valor de la mujer, sin apreciar al matrimonio como un yugo, en Dos Mujeres (1842-1843), obra prohibida en Cuba en su tiempo, por “estar plagada de doctrinas inmorales” según lo dispuesto por el Censor Regio de Imprenta. Asomémonos a sus páginas por un instante:
“Digan lo que digan los ignorantes detractores del sexo débil que pretenden conocerlo, hay en la mujer un instinto sublime de abnegación (…) aquella inmolación oscura, y por lo tanto más sublime; aquella heroicidad sin ruido que no tiene por premio ninguna gloria del mundo, aquella generosidad sin límites (…) Buscadla amante, esposa o madre, y siempre la hallaréis sacrificada, ya por la fuerza, ya por su voluntad: siempre la hallaréis generosa y desventurada”.
Ella que triunfó con sus piezas dramáticas en los grandes teatros de España, que dirigió en su patria una publicación singular con el Álbum Cubano de lo Bueno y lo Bello (1860); que fue perseguida por la envidia artística y la fatalidad personal, que buscó en Ignacio Cepeda una pasión digna de dos vidas, es alma viva, irrenunciable para las letras cubanas y también para la radio.
Ángel Luis Martínez, el galardonado actor y guionista, entregó a la audiencia su novela Tula cansada de amor.
Nuestra sección quiere rememorar su primer capítulo, aquel en que el moribundo Ignacio ruega a su esposa la publicación de las cartas de Tula, una petición tremenda… A un CLIC