Vilma, amante de lo justo y de las flores

Esos anhelos signaron su vida y desde muy joven demostró el ímpetu de los que no se cruzaron de brazos ante los males de la Isla, siguiendo el ejemplo de otras mujeres valerosas como Mariana Grajales Coello, la madre de todos los cubanos y de la gloriosa estirpe de los Maceo.

Vilma fue una de las herederas más consecuentes del estoicismo de Mariana y de las santiagueras que mejor encarnó la rebeldía de su amada tierra, la misma que  desafió al régimen de Fulgencio Batista en los tiempos de estudiante de ingeniería Química Industrial, en la Universidad de Oriente.

De ideales muy sólidos resultó el brazo derecho de Frank País, jefe nacional de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio (M-26-7), y simbolizó la serenidad y el temple de las cubanas en el levantamiento armado del 30 de noviembre de 1956, junto a Haydée Santamaría, Asela de los Santos, Gloria Cuadras y otras que vistieron el verde olivo dispuestas a apoyar el desembarco del yate Granma.

Era tal su coraje y en acto de justicia,el propio Frank la nombró coordinadora provincial del M-26-7 en Oriente poco antes de su muerte, el 30 de julio de 1957, y ya en junio del 58 se integra al II Frente Oriental Frank País, bajo el mando del entonces Comandante Raúl Castro, hasta el final de la guerra.

El otro lado de Vilma que el pueblo admiraba eran su fina sensibilidad y nobleza como para ser artífice junto a Fidel en la creación de los círculos infantiles y de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), precisamente una de las obras que la inmortalizara al ser una poderosa fuerza al servicio de la Patria, una revolución dentro de otra Revolución, como consideró Fidel a las mujeres.

Hay evocaciones imborrables para la muchacha elegante y agradable, pero fuerte y decidida, que ante el peligro de la vida clandestina las personas la refugiaban en sus casas para que nadie pudiera dañarla ni tronchar sus ansias libertarias.

Avalada siempre como una de sus hijas más prominentes y queridas, Santiago le prodigó un cariño muy especial, que ella reciprocó; y la recuerda en sus calles combatiendo y forjando sueños, o elegida diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular, tras el triunfo de 1959.

Conservó esa dulzura, mezcla de madre, compañera, amiga, quien sintió la satisfacción de haber forjado -junto a Raúl Castro- una hermosa familia, pródiga de amor, de cuatro hijos y ocho nietos, y con dos de sus descendientes nombradas Déborah y Mariela, sus más conocidos nombres de guerra.

Hasta su desaparición física, el 18 de junio de 2007, la adornó una singular sonrisa, que la distinguió entre los guerrilleros en los días de la Sierra Maestra, cuando ella y Celia eran las niñas lindas de la tropa y los rebeldes lo mismo les regalaban flores, las protegían como a una hermana, o las acompañaban a riesgosas misiones.

Sempiterna amante de las flores, adoraba las que muchas veces le gustaba sembrar, y ahora en la piedra que atesora sus cenizas en el mausoleo del II Frente Oriental Frank País nunca faltan rosas para rendirle el tributo que merece y su legado retoñe y florezca cada día en la forma de pensar y actuar de las cubanas.

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