El «flechazo» de amor sucedió en la capital cubana, allá por 1969, cuando «escuchaba mucho Nocturno, y otros programas de Radio Cordón, de La Habana.» Así comienza mi diálogo con Tomás Ernesto Martínez Robles, santiaguero por cuna, manzanillero por adopción, y para quien la radio es «una pasión permanente.» Me atrajo la locución porque me imaginaba «cosas» y descubrí que los locutores me «descubrían» un mundo desconocido: el de la imaginación. Años después, y mientras transcurría también en aquel escenario, su servicio militar, Martínez Robles o sencillamente, Ernesto hizo sus pininos en como conductor de festivales artísticos de aficionados de las FAR …