Para Mamá aunque lejos, el corazón

Lo mismo que el Día de los Enamorados y otros más, el dedicado a las Madres tiene su origen. A comienzos del siglo pasado, el periodista cubano Víctor Muñoz publicó un artículo en el periódico El Mundo, y lo tituló “Mi clavel blanco”. En él hizo alusión al día de las madres, que ya se celebraba en otros países. Como miembro del Ayuntamiento de La Habana, propuso fijar un día al año para instaurarlo oficialmente con ese propósito, iniciativa cristalizada en 1928 cuando lo celebramos en Cuba por primera vez.   

Desde hace 92 años cubanas y cubanos celebramos el Día de las Madres el segundo domingo del mes de mayo, tiempo significativo de la primavera cuando los campos florecen con todo su colorido. Ninguna otra fecha mejor, porque en el decir del compositor Osvaldo Farrés, “al fin eres, madre, una flor”. 

Las primeras décadas se estableció la costumbre de portar ese día una flor en la solapa; de color rojo para aquellos cuya madre vivía, y de color blanco para los hijos e hijas de madres fallecidas. Era un día alegre y triste, a la vez. A falta de costumbre aquella tradición se extinguió, pienso que para bien. Más allá del dolor por la ausencia, por encima de todo vivir y existir lo agradecemos a una mujer, nuestra madre, y donde quiera que ella esté, merece celebrarse. 

Nuestra madre vive, sea en las coordenadas de tiempo y espacio o en la eternidad. Una madre nunca muere, su corazón late perennemente en el amor infinito y el recuerdo de quienes gracias a ella un día, sin saber cómo, nos hicimos realidad en el milagro de la vida. 

Prevalece la costumbre de los regalos, y las visitas a donde descansan los restos de las que físicamente ya no están. Es el día idóneo para la reunión en familia, los besos y abrazos a madres, abuelas, bisabuelas y tatarabuelas de hijos, nietos, biznietos y choznos. Jornada de evocaciones y de apretarnos fuerte, unos contra otros, como muestra de unidad filial. 

Este año el Día de las Madres, en todo el planeta y sin distinción de fechas, lo celebramos de un modo diferente; algo que nunca imaginaron los que inauguraron esta celebración hace 92 años ni quienes lo hicimos doce meses atrás. La pandemia del SARS-CoV-2 o Covid-19, inesperada e implacable, interrumpió el quehacer normal de millones de seres humanos a lo largo y ancho del mundo. 

Las circunstancias excepcionales no impiden la celebración, aunque con características inéditas. Este año no será de abrazos y besos, de ese contacto físico legítimo y ansiado. En primer lugar por el bien de nuestras madres y por el nuestro, para evitar posibles contagios. Abstenernos de la materialidad de un beso o un abrazo deviene hoy, aquí ahora, expresión suprema de amor. La caricia física tierna y profunda asume esta vez una dimensión de espiritualidad. 

Es un día ideal para la reflexión, el pensar profundo de cuán responsables debemos ser en este presente, y ante el futuro. Vamos a vencer la pandemia, de eso no hay duda. La ciencia cubana trabaja sin descanso en colaboración solidaria con la ciencia mundial para que tanto nuestro país como el planeta entero, quede libre de este cruel flagelo. 

Hoy Día de las Madres, llegue el sentimiento agradecido a la mujer que nos tuvo nueve meses en su vientre y nos trajo a la vida, cuidó, veló por nuestra salud y nos hizo crecer saludables y felices. Junto a él, igualmente el cariño y la gratitud a las mujeres que en el sector de la salud – de todas las profesiones, oficios y empleos – aportan a la lucha contra la Covid-19. A ellas va muy en especial la felicitación este año. 

Las madres cubanas trabajadoras de la salud, con amor desinteresado y solidario, gestan un pronto amanecer pleno en salud y renovador. Sobre ellas recae la misión hermosa y venerable de parir un mundo libre de pandemia, y lo hacen en cada vida que salvan dentro o fuera de Cuba. 

Más temprano que tarde la pandemia será historia; también lección y punto de partida para el mañana. Entonces besos y abrazos lloverán en abundancia, y lágrimas de alegría destellarán en nuestros ojos. 

Hoy, pues la prudencia lo exige, el cariño a distancia; ese que es fruto del alma y jamás se extingue. Para ti, Mamá, aunque lejos, ahí te va mi corazón.

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