20 de noviembre: El Padre Félix Varela en el sentido de la nación de Cuba para todos los tiempos (+ Fotos y Video)

Por imposible, ninguno de sus contemporáneos hubiese sido capaz de vaticinar tampoco que, también en un mes de noviembre, más de un siglo después, los restos del entonces Padre Varela volverían a la Isla desde Estados Unidos para, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, no reposar, sino fungir como una permanente incitación a hacer del conocimiento transgresión y avance.

Félix Varela, el hombre enjuto de lentes y mirada triste, consagró su vida al saber y a la fe, y se construyó como un sabio total, un hombre de letras y de ciencias. Rechazó los moldes anquilosados del pensamiento y defendió la experimentación, la instrucción en idioma español y la formación de valoraciones propias ante las realidades del mundo.

Por ese camino de razonamiento libre, llegó a defender la autonomía de los territorios americanos, la abolición de la esclavitud y la modernización de la enseñanza; y se convirtió en un peligro para el colonialismo, del que debió huir.

Sin embargo, para entonces, ya la siembra era un hecho. Como resultado de aquellas clases atestadas hasta las puertas y las ventanas, el progreso ya había echado a andar en las mentes de hombres tan definitorios como, por ejemplo, José Antonio Saco, Domingo del Monte, José de la Luz y Caballero, y Rafael María de Mendive, hasta desembocar años después en el humanismo militante de José Martí, el Apóstol de la independencia cubana.

Eso fue Félix Varela: raíz y yesca. Maestro, sobre todo, que es decir guía, y también fundador. En su filosofía encontró Cuba caminos, y empezó también a ser Patria.

 Han pasado 233 años de su nacimiento en La Habana, el 20 de noviembre de 1788, y 110 de la llegada de sus cenizas a Cuba y todavía es un misterio insondable el cómo el sacerdote y brillante pedagogo Félix Varela pudo convivir sin agudos quebrantos con los mandatos de la disciplina y de la fe, férreos en su época, y su superdotado espíritu de transgresión y libertad, que lo llevó a ser precursor, científico y revolucionario.

En cambio, no es un secreto para nadie que al cuestionar los cimientos de la hasta entonces inamovible enseñanza escolástica, basada en la memoria y la fe ciega, propuso la duda, el experimento y la comprobación como vía para buscar la verdad, y el uso de la razón para el aprendizaje de las enseñanzas, métodos transgresores que en lo político lo llevaron a dinamitar puntos oscuros del colonialismo y a sembrar las semillas del pensamiento patriótico nacional.

Con ello cimentó parte de su grandeza. Porque el pensamiento independentista fue madurado en la medianía del siglo XIX y muchas manifestaciones de la identidad nacional vienen de esa fuente. No en vano otro pedagogo notable, José de la Luz y Caballero, más adelante consideró que su mérito principal consistió en que había enseñado a pensar a los cubanos, desde sus métodos de enseñanza.

Versado en teología, filosofía, política, latín, y en conocimientos culturales en general, hizo en la práctica –nunca fue un estudioso contemplativo- aportes científicos utilizando la investigación y la empírica en campos tan terrenales como la física y la química, y hasta en la rama sanitaria de la epidemiología, en pañales en Cuba en aquella época.

Una huella tan significativa rebasó con creces a su tiempo y hoy día interesan el sincero respeto y la necesidad de conocerlo más a fondo.

La actualidad de su ideario político-social puede ejemplificarse con uno de sus más brillantes asertos, el que afirmaba que la instrucción era tan necesaria para los pueblos como la necesidad de comer, y era algo que no admitía demoras.

1811-felix-varela.jpgFue casi todo el tiempo ajeno a la pasividad de las disquisiciones tan propias de los claustros religiosos, de modo que el ejercicio fue activo, siempre con la impronta de ser maestro, sacerdote, escritor, filósofo y político. Muchos añaden que también científico.

En política, sus inusuales dones lo llevaron al epicentro de importantes sucesos de su medio y tiempo.

Comienza a estudiar en el Real y Conciliar Colegio Seminario San Carlos y San Ambrosio de La Habana a la temprana edad de 14 años.

Su vocación de seminarista fue muy personal y cambió el designio familiar de una carrera militar. Recibió instrucción paralela en la Universidad de La Habana y a los 19 años, el sobresaliente jovencito recibe cátedras de sus propios profesores.

Es investido como sacerdote a los 23 años, y a los 24 el Padre Varela es nombrado profesor de Filosofía, Física y Ética en el Seminario, donde instala el primer laboratorio de Física y Química de la Isla.

Desde las aulas del Seminario empezó a revolucionar los métodos de enseñanza. Impartía clases en idioma español, aun cuando era experto en el latín, y se empeñó en cambiar el aprendizaje memorístico por el método deductivo, el razonamiento y el conocimiento profundo.

Tiene en su haber la fundación de la primera Sociedad Filarmónica de La Habana, ingresó y trabajó en la Sociedad Económica de Amigos del País. Escribió obras de teatro presentadas en escenarios habaneros y redactó libros de textos para estudiantes de Filosofía.

Incluso, más adelante, en Estados Unidos, inventa y patenta un equipo para aliviar las crisis de asma. El 18 de enero de 1821, el Padre Varela inaugura en el Seminario de San Carlos, la primera Cátedra de Derecho de América Latina.

Ganó fama por sus formidables clases desde esos tiempos. Testimonios de aquella etapa dieron fe de que los jóvenes de La Habana se apiñaban en puertas y ventanas del recinto donde Varela impartía clases. Por vez primera en la ínsula se conocía de materias sobre la legalidad, la responsabilidad civil y el freno del poder absoluto, sobre libertad y derechos de los ciudadanos.

Todas esas materias hoy son vistas como clave para la formación del futuro ideal independentista de los patricios cubanos y de la conciencia nacional. Varela solo pudo ejercer allí por tres meses.

En 1822 viaja a la metrópoli a fungir como Diputado a las Cortes Españolas, lo cual cumplió en Madrid, junto a otras personalidades.

Entonces realizó una petición a la Corona de un gobierno económico y político para las Provincias de Ultramar, la solicitud de reconocimiento a la independencia de Hispanoamérica y sus escritos sobre la necesidad de abolir la esclavitud de los negros en la isla de Cuba, atendiendo a los intereses de sus propietarios, que no llegó a presentar a las Cortes.

Félix Varela en todos los tiempos

Aquello sentó muy mal al absolutismo implantado con mano muy dura para las colonias, y apenas tuvo tiempo de salvar la vida por un tris y refugiarse en Gibraltar, pues sobre él pesaba una condena a muerte ganada por su subversiva posición de avanzada.

Esa fue la razón principal por la que el Padre Varela se vio obligado a residir hasta el fin de sus días fuera de su tierra natal. Se dirigió a Estados Unidos, donde recibiera en su primera infancia educación religiosa por mediación de su abuelo con el Padre O Reilly, un suceso de gran influencia para él.

En ese país pronto obtuvo reconocimiento. En 1837 fue nombrado vicario general de Nueva York, y en 1841 le confieren el grado de doctor en la Facultad de Teología del Seminario de Santa María, de Baltimore.

Debido a problemas de salud, a partir de 1846 viajó con frecuencia a La Florida, en busca de un mejor clima.

A la edad de 64 años, falleció el 25 de febrero de 1853 en San Agustín de la Florida, EE.UU., el extraordinario Padre Félix Varela. En ese territorio reposaron sus restos hasta que, para honor de los cubanos, en el siglo XX fueron trasladados al lugar de reverencia definitiva: el Aula Magna de la Universidad de La Habana.

Editora. María Romero

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