Ángel Vázquez Millares, música y solo música (II)

Por: Alejandro Besada.

A nuestro alrededor, como si fuera un elemento más de la vivienda, Hortelio se mueve ya sea cocinando, tendiendo la ropa, ordenando… Es un primo de Ángel, que pasa a ayudar de vez en cuando en las labores del hogar. Al fondo de mi grabación, se le escucha trabajar, mientras mi entrevistado se adentra en su narración.

Cuando terminé el bachillerato, a los diecisiete, me quedé trabajando un par de años en Belén. Por entonces había un programa de crítica musical en una emisora local de La Habana, Radio Capital Artalejo, que estaba en lo viene a ser el edificio del ICAIC. Lo hacían dos personas y una de ellas tuvo que dejarlo. La otra persona se enteró que me gustaba todo eso y averiguó por mí.

En ese periodo, había empezado unas clases de historia de la música, con un grupo de personas en la casa del músico Edgardo Martín, porque yo quería seguir aprendiendo. Y esa persona se enteró por ahí y me llamó a ver si yo quería hacer el programa con él.

Me dijo: ‘¿Quieres venir a hacer el programa conmigo?’. Le respondí: ‘Bueno, nunca he hablado por un micrófono, pero no importa yo voy’. Ahí fue que entré a la radio y empecé a hacer crítica musical. Te estoy hablando del año 55.

Al mismo tiempo, Ángel había comenzado sus estudios universitarios. Durante los años previos al 1959 y los que le siguieron, curso varias carreras, buscando su espacio.

Mi papá quería que fuera comerciante y empecé a estudiar Economía, pero lo dejé. No estaba para hacer estado constructivo y balance y demás. Yo no servía para eso. Después matricule en Derecho, a ver si era esa. Al año saqué buenas notas, pero no, no, no. Para nada.

Al final me dijeron, ‘¿qué es lo que tú quieres estudiar?’. Lo que me gustaba era Filosofía y Letras. Acabé matriculando allí y haciendo mi carrera de filología hispánica. Lo que yo quería era estudiar la literatura, la poesía, el teatro, la filosofía, las ideas que ha tenido la gente, la historia. Era eso.

A su caprichoso paso por la universidad, se sumaron aquellos años turbulentos tras el triunfo revolucionario. Aún le quedaban un par de desvíos en el camino, y en aquellos tiempos podías terminar en los trabajos más inverosímiles.

Después del 59, todas esas emisoras chiquitas, como Radio Artalejo, empezaron a cerrarse. Durante un tiempo, mantuve un programa de ópera y zarzuela semanal en otra emisora local de Prado llamada Radio García Serra hasta que la nacionalizaron también.

A la par probé en la compañía de electricidad, porque yo hacía todos esos trabajos hasta darme cuenta que no eran para mí. Eso es otra historia.

También tuve que hacer unas cuantas cosas que no me gustaron. Entre esas cosas, llegué a ser alcalde de Santiago de las Vegas, lo que se le llamaba comisionado municipal.

— En aquel momento ya había terminado su etapa en aquellas pequeñas emisoras, ¿no?

No, no. Todo eso coincidía. Radio Artalejo y Radio García Serra se mantuvieron a la par de todo esto hasta su final.

Por aquel entonces, yo ya empezaba a ser conocido en el mundo de la música, y con la Revolución empecé a llevar artistas a Santiago de las Vegas, a dar conciertos, conferencias, etc. En una de esas vueltas, el alcalde, que me conocía, me lleva a trabajar allí, pero se lo llevan para una escuela de marxismo-leninismo y me dejan de alcalde.

Aguanté allí un tiempo, hasta que un día fui al que mandaba por encima de mí y le dije, ‘quítame esto de arriba porque yo no estoy para ver el presupuesto de la limpieza de calle y de la recogida de basura‘.

Es entonces cuando llegó la Sinfónica Nacional. Sus actividades y conocimientos relacionados con la música clásica comenzaron a ser reconocidos entre la “nueva gente”, “los revolucionarios” que estaban en las instituciones artísticas.

Manuel Duchesne Cuzán destacaba en aquella hornada de intelectuales. Había sido ya director de orquesta del Ballet Nacional de Cuba, fundador y vicepresidente de la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, director invitado de la Orquesta Filarmónica de La Habana y del Conjunto Nacional de Danza Moderna… y se llevó a Ángel a la Sinfónica que había creado en 1960.

Una vez entré, dejé todos los trabajos que hacía a la par. Yo escribía las notas de los programas de mano que le daban a las personas en los conciertos, sobre las diferentes piezas que se iban a tocar.

Allí estuve durante varios años –a partir de ello, se dedicó al completo a la música clásica. Tanto así que durante cuatro años estudió piano, hasta darse cuenta que tampoco era lo suyo.

Yo no nací para estar cuatro, seis, ocho horas sentado en el piano haciendo escalas y acordes. Me di cuenta que ser pianista o instrumentista no era mi problema. Lo que hice fue estudiar todas las otras materias de tipo más teórico, para poder después tener un criterio de lo que estoy haciendo. Para eso hay que nacer también. Y mira que yo tengo paciencia.

Entonces mira a su derecha, al escritorio donde está la computadora, instalado entre los libreros y la mesa de comer. Allí se pueden ver la torre, el monitor y el teclado. Señala al ordenador y dice:

A veces, tengo que esperar cuatro horas para bajar audio por el internet que me da el ICRT, que no me sirve para mucho, porque ni puedo bajar imágenes. Y tengo paciencia para esas cuatro horas, pero no la tenía para meterme dos horas… –empieza a ser sonidos de melodías y escalas con el piano- No podía.

Lo que sí pudo fue continuar su andar por la crítica musical, en la radio y la televisión.

Por aquel entonces, empezaron a presentar semanalmente conciertos de la Sinfónica a través del Canal 6. Yo era el que le preparaba los textos a los locutores, el que buscaba la información gráfica, las fotos, etc. Así fue como me vinculé a la televisión.

El retorno a la radio llegó de un viaje con la orquesta a Praga. Allí conocí a uno que después sería director de CMBF, Baeza, que era amigo de Duchesne. Y me dijo, ‘vamos a hablar con él para poner un programa’. Fuimos y hablamos. Ya escuchaba CMBF desde mi niñez, y empecé a colaborar con ellos en el 66 o 67.

Es decir, estaba en la Sinfónica, en la radio, en la televisión, y así estuve varios años hasta Duchesne se fue y pusieron a Leo Brouwer, con el que no cuadré. Un día –ya en el año 1971- decidí irme y entonces empecé a trabajar definitivamente para CMBF.

Sobre la Radio Musical Nacional, el maestro Ángel Vázquez Millares es uno de sus mayores conocedores y amantes. Si bien no participó directamente en las primeras décadas de su historia, las conoce, simplemente porque heredó ese legado tras la Revolución.

CMBF fue creada por Orlando Martínez, un apasionado que logró convencer a Goar Mestre para abrir una emisora de música… -se interrumpe de repente y le pregunta su primo: “¿Te vas?”.
Hortelio mira la hora, mientras Ángel le dice: “No, no, no… quédate un rato”, y, por un momento, se sienta a escuchar la historia junto conmigo.

Una vez comprueba que el primo se queda, continúa la narración:
Era una frecuencia que había comprado Goar Mestre, que ya tenía CMQ a nivel nacional, también Radio Reloj y otras emisoras provinciales; pero no sabía qué hacer con ella. Cuando le propusieron crear una emisora de música clásica, él dice que sí, y salió al aire.

Mientras Orlando Martínez estuvo ahí eso funcionó bien. Para mí, de todos los directores que han pasado por CMBF, él ha sido el único que, de verdad, de verdad, sabía de eso.

En su tiempo, la emisora ponía todo el día música, no había programas, no había texto, solo para presentar y despedir la obra. Su lema era “Música y solo música”. Se creó una fonoteca a partir de discos que compraban del edificio Radio Centro, donde había música clásica, y se organizó un muy buen repertorio. Así era la Radio Musical Nacional.
Entonces, después de la Revolución quitan a Orlando. Eran tiempos muy turbulentos, y quien tenía un uniforme venía a La Habana y lo ponían de cualquier cosa, inclusive de director de CMBF.

A partir de ese cambio, la emisora empezó a sufrir transformaciones, y se promovió la emisión de programas hablados. Comenzaron a aparecer irregularidades, en la transmisión, en la locución… Llegaron algunos personajes –se ríe por lo bajo- que ni les interesaba la música clásica, ni nada parecido. No sé por qué estaban allí.

Cuando me uní, el director era alguien capaz. En aquel momento, había tres o cuatro programas con texto al día y yo entré para eso también. Lo primero que hice fue crear un espacio sabatino para hablar del concierto semanal de la sinfónica, que se hacía los domingos.

Al poco tiempo, me hice cargo de uno llamado Festival CMBF y, cuando hubo problemas con la persona que hacía el Dominical de la Ópera, también me ocupé de ese. Además, había un programa de zarzuela, que no tenía texto y yo empecé a escribir las notas.

Su trabajo, sin embargo, no se limitó solo a la radio. Unos meses después de creado el Canal Educativo, lo llamaron para hacer un programa musical: “Empecé entonces Un Palco en la Ópera, que entre juegos y jarana lleva veinte años en el aire”.

Después de tanto tiempo en radio y televisión, el maestro Ángel Vázquez Millares puede asegurar que ha visto “de todo”.

Yo tengo una resistencia… Ya he visto pasar como seis presidentes del ICRT, directores de la emisora como 10 y sigo aquí. Cada dos o tres años cambiaban el director porque en realidad no servían. Salvo uno o dos, los había que no sabían absolutamente nada.
Los que manteníamos la emisora éramos un grupito de cinco o seis. Pero no podíamos evitar que a alguien nuevo se le ocurriera traer a no sé quién para un programa inventado.

Desde la calle llega el sonido de un vendedor ambulante. “¿Qué dice ese?”, le pregunta a su compadre. “Algo de ensalada”, le responde este, mientras hace ademán de dirigirse a la puerta. Ángel lo detiene, “No, deja. Yo tengo de eso”.

En fin, esa ha sido la evolución. Todo ese proceso yo lo tuve que ver y vivir. Ahora hay días que se habla más de lo que se pone música, pero cuando yo llegué todavía se conservaba bastante de aquel espíritu original de música y solo música.

— Después de tantos años, ¿qué diferencias encuentra entre la radio cubana de la actualidad y la que se hacía hace varias décadas?

Es una pregunta difícil. Yo siento que la radio ha pasado a convertirse en algo donde se enfatiza mucho lo informativo, y también se la trata de convertir en una especie de escuela para oír. Ahora se ha cogido manía con las efemérides, como si hubiera que celebrar algo todos los días.

La principal diferencia, sin que sea mejor o peor, es que antes cada emisora tenía su perfil, existía una especialización, y tú ibas al lugar que te interesaba. Ahora todo eso…

— Se parece mucho.

Ahí está, ahí está, tú lo has dicho. Se parece mucho todo.
CMBF es una excepción. La gente ya sabe que va a encontrar música clásica. Si bien se han introducido otros géneros en la programación, el espíritu se mantiene. Sucede parecido en Radio Reloj, y, en la televisión, el que mejor lo define es el canal de los deportes.
Yo siento eso que tú dices, que todo el mundo hace lo mismo. Entonces, encuentras en varias emisoras la misma programación. Lo mejor es establecer perfiles. Antes había más especialidades y ahora pareciera que la gente no sabe lo que va a poner
Esto ha sido como el taller del aprendiz de brujo. Aquí se ha intentado de todo. Total, para después darnos cuenta de que fue un error y fue un error y fue un error y nos pasamos la vida rectificando. Al final, con la cultura no se pueden hacer malabares, ni experimentos, ni inventos.

Mientras Ángel exponía sus argumentos, Hortelio había retomado su ir y venir por la casa hasta que, finalmente, decide que es momento de irse. Esta vez no puede detenerlo. El adiós, sin embargo, se alarga mientras el primo recoge y le recuerda lo que hay para almorzar. Finalmente, se despide y mi interlocutor continúa.

A pesar de las quejas, de los momentos no tan buenos y de aquellos personajes, Ángel Vázquez Millares se mantiene en la radio y la televisión. Su vida continúa girando alrededor de la música.

El programa del Festival lo dejé, pero creé un espacio de ópera diario. También está la ópera dominical, que es el concierto completo, lo que dure, y la zarzuela del domingo. Esas tres cosas las hago actualmente en la emisora, y en la televisión continúo con Un Palco en la Ópera.

Eso es hasta que me dejen. Todos los años, cuando tienen que hacer el contrato, pienso que lo van a eliminar. A mí me tocó la parte más vea del repertorio, la que menos público tiene, pero a mí no me interesa.

Yo no quiero ser popular. Eso de popular se lo dejo para los delegados. Lo que quiero es hacer lo que me gusta, y que me de tranquilidad. No deseo más nada. Es lo único que me estimula.

Como para cerrar dice:

Mi camino ha sido bastante “trajinoso”, tormentoso, pero muy satisfactorio. Yo con cada paso que daba iba ganando, porque estaba haciendo lo que me gustaba.

Por eso tengo la espalda hecha tierra, tengo la cintura hecha tierra, la cervical hecha tierra, pero sigo disfrutando mucho ahí en mi equipo –señala a la computadora-, descargando óperas y bajando música.

— CMBF ha sido el espacio donde ha podido llevar a cabo sus grandes pasiones. ¿Qué representa la emisora para la divulgación de la música y el arte? ¿Qué representa para usted?

CMBF es muy importante porque en todos los lugares siempre hay un determinado sector, grande o chiquito, al que le interesa ese tipo de música y pienso que esa es una satisfacción que debe dársele.

Como mismo hay emisoras de deporte, ciencias o literatura, debe haber una de música clásica. No podemos pretender que sea la de más audiencia. No estamos hablando de porcentaje, el que la necesite que la tenga.

Por suerte, no la eliminaron, y se conserva, con mayor o menor eficiencia, porque se va incorporando público nuevo al que se le revela la música clásica. Saben que tienen un sitio donde satisfacer esa necesidad espiritual, emotiva, sentimental, como tú quieras llamarlo.

CMBF es una de mis grandes motivaciones para haber podido vivir hasta aquí y llegar hasta donde llegué. Si no hubiera existido, no sé qué hubiera sido de mí. Me siento muy feliz de estar y trabajar en la emisora, de colaborar con ella, más allá de que sea un medio de vida o no.

Cuando yo dejé la Sinfónica y me pasé de cultura para la radio, yo perdí el famoso salario histórico, que era fijo, y fui para ahí perdiendo dinero. Pero es que en la vida no todo es dinero. Hay otras muchas cosas que ganar. Iba a ganar en libertad, en respirar en el medio que a mí me gustaba. No era un problema de papeles pintados.

Yo no tengo hijos. La familia mía es él (Hortelio) y su mujer, que son primos míos y ya, se acabó, muy poquito. Mi papá y mi mamá murieron, no tengo hijos, ni nietos, ni hermanos. ¿Por qué me mantengo? Porque encontré en CMBF un refugio para poder pasar la vida.

Para mí, hay dos cosas por las que uno está aquí. Una es aprender y la otra es servir, porque el que no vive para servir, no sirve para vivir. Y esta es mi forma de servir a los demás.

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