El pueblo plantó bandera, y Cuba ganó

No le cabe a la Patria un milímetro más de orgullo. A su pueblo noble, y al propio tiempo irredento, prueba de su invencibilidad, se le desborda el pecho de emociones. Así como lo afirmara el Primer Secretario del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en las elecciones nacionales Cuba ganó.

Dice el refrán que no hay sábado sin sol ni domingo sin resplandor. Pues en esta primavera fueron luces de democracia las que encendieron cubanas y cubanos, cuando corren tiempos de tormentas y carencias que azotan al mundo –más fuertes a nuestra Isla, víctima de un cruel bloqueo–, un planeta cada vez más desigual, con crisis multidimensionales que caen con esa fuerza más sobre las naciones del Sur, avasalladas por la gula del norte prepotente.

Las cubanas y los cubanos, con la histórica jornada dominical del 26 de marzo, en la que soberanamente eligieron a sus diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular, respaldaron no solo un proyecto social, sino que defendieron, aun en las condiciones más adversas de hostilidad del enemigo de siempre, la continuidad de la esencia martiana y fidelista de una obra social humana por excelencia.

Si en Girón, en abril de 1961, se combatió por el socialismo; si en octubre de 1962 se creció la Patria por el mismo ideal; si ante la oleada terrorista de los 70 enarbolamos la misma bandera; si respondimos con la Guerra de todo el pueblo frente a las amenazas fascistoides del gobierno de Reagan, así como contestamos a las amenazas de Bush; si en los 90 resistimos el llamado periodo especial, mientras los entreguistas se frotaban las manos por «el fin inminente de la Revolución»; ahora la proeza estuvo en empinarse, con un triunfo contundente, sobre las dificultades objetivas y los nuevos agoreros.

Como pauta para lo que viene, sentenció Díaz-Canel: «a ese voto, que es extraordinario en las condiciones actuales de la nación y del mundo, solo hay un modo de responder: cumplirle al pueblo».

La victoria, en palabras de Fidel, se lee así: «Pueblo quiere decir energía, pueblo quiere decir valor, pueblo quiere decir espíritu de lucha, pueblo quiere decir inteligencia, pueblo quiere decir historia».

Ese pueblo hecho Asamblea Nacional, en sus 470 diputados elegidos, tiene ahora la gran misión de enfrentar, para ayudar a revertirla, la actual situación económica, y convertir la confianza que significa el sufragio, en la concreción de un progreso creciente.

A quienes esperaban el abstencionismo o la indiferencia, para lo cual tejieron sucias patrañas, les volvió a salir el tiro por la culata.

Traduzcan los números de la democracia cubana y leerán: nueve de cada diez cubanos que asistieron depositó una boleta válida; siete de cada diez que votaron efectivamente lo hicieron por todos los nombres en su boleta, y todos, los 470 candidatos del país, que es decir absolutamente todos los sectores de nuestra sociedad, sin consideración de privilegio alguno, fueron electos diputados.

Por eso Cuba ganó.

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