Julio Batista Delgado: personalidad emblemática del periodismo y la radio insulares

Por: Jesús Dueñas Becerra

«Hasta muertos dan ciertos hombres luz de aurora». Con apoyo en ese aforismo martiano, quiero evocar la sagrada memoria del multilaureado periodista, primerísimo actor, locutor, realizador y radialista, Julio Batista Delgado (1936-2023), Premio Nacional de Periodismo «José Martí» y Premio Nacional de Radio.

Desde los albores de la humanidad, el homo sapiens se ha integrado a tres grandes grupos: los hombres que crean problemas, generadores de injusticia social, y apelan a la violencia y al crimen para defender sus intereses. Los hombres que se mantienen indiferentes o apáticos ante el statu quo prevaleciente y se convierten en cómplices de la injusticia. Y los hombres que tratan de solucionar los graves problemas que enfrenta la gran familia humana, se rebelan contra la injusticia social y su única divisa es servir al otro o no yo.

Para hablar del Héroe del Trabajo de la República de Cuba tengo a mi disposición «todas las palabras del diccionario [de la lengua española], pero prefiero hacerlo con el corazón abierto, porque las frases fluyen entonces de manera espontánea y sentida».

La también voz insignia del Noticiero ICAIC Latinoamericano, dirigido por el maestro Santiago Álvarez, Premio Nacional de Cine, y de la nonagenaria Radio Progreso, donde desempeñara disímiles funciones en los medios periodístico y radial, pertenecía —por derecho propio— a esa última categoría de hombres excepcionales, ya que Julio ha dejado una estela de gratos recuerdos en la memoria poética de quienes laboramos en la «Onda de la Alegría».

Conocí a Julio Batista desde hace casi un cuarto de siglo, cuando comencé a colaborar con la revista RP-105, jerarquizada —en aquel entonces— por el periodista y filólogo Rafael Terry Aldana (1940-2006), quien tuvo la proverbial gentileza de presentarme a esa figura legendaria de la centenaria radio caribeña en general, y de la emisora de la Familia Cubana, en particular.

Desde el momento en que nos conocimos, se estableció entre él y yo una fluida relación profesional primero, y afectiva después, hasta llegar a encontrarnos en el espíritu; dimensión donde se dan cita los «amigos del alma».

Julio siempre fue muy deferente conmigo. Ahora que, a través de esta crónica —escapada de lo más hondo de mi yo íntimo, al igual que la poesía y la música— evoco su sagrada memoria acude a mi archivo mnémico la prioridad que les daba a mis escritos enviados al segmento «Punto de vista», que él conducía, y que en cuanto salían al éter los problemas que le planteara en esos escritos se resolvían de manera satisfactoria, como por «arte de magia».

Ahora que estoy «desapolillando archivos», cuando la «Onda de la Alegría» cumplió 8 décadas en el aire, la periodista María Salomé Trejo, exredactora-jefa del Sitio Web de Radio Progreso, me asignó la honrosa tarea de entrevistar al miembro ilustrísimo de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) y de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

En ese contexto, mi interlocutor relató cómo había incursionado —con éxito de público y de crítica— en las artes escénicas y en la locución, además de destacar —con sencillez y humildad— que se había consagrado en cuerpo, mente y espíritu al ejercicio periodístico, percibido como fuente nutricia de ética, patriotismo, humanismo y espiritualidad, así como al estudio de la vida y la obra del Apóstol; vocación martiana que expresara y concretara a través del segmento «Nuestro José Martí», que escribía y salía en su voz hasta que la afección neural (ataxia cerebelosa) que padecía se lo permitió.

La última vez que lo vi con vida fue el día en que cumplió 80 años de edad; efeméride festejada en la Redacción, donde Julio Batista Delgado fue el punto focal o eje central de ese sentido homenaje. No puedo olvidar que el entonces subdirector de la Decana de las Emisoras Cubanas me pidió que escribiera la crónica correspondiente, y cuando le comuniqué a Julio que era el encargado de reflejar en el Sitio Web de Radio Progreso el agasajo de que había sido objeto, me miró fijamente y balbuceó, ya que el estado evolutivo en que se encontraba su enfermedad de base le dificultaba mucho articular palabra: «nadie mejor que tú […], querido colega y amigo […]. La leeré con mucho gusto […]».

¡Descansa en paz, maestro Julio Batista Delgado! Tus colegas, discípulos y amigos jamás te olvidaremos, ya que tu nombre está inscrito —con letras indelebles— en la historia del periodismo y la radio tropicales.

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