La cultura salva

A lo lejos, en medio de las ráfagas invernales que se cernían sobre el espíritu y la anatomía de aquella criatura nacida bien lejos, en una isla todavía de improbable destino, el poeta se apoderó de una imagen poderosa: «las palmas, ay, las palmas deliciosas…».

Por: Pedro de la Hoz

Se sabe que los bayameses, al conquistar su libertad y sentir el cerco implacable de las huestes colonialistas, no dudaron en prender fuego a la urbe oriental. Contó Eusebio Leal, con el verbo encendido que nadie como él dominaba a plenitud, que el jefe al mando de las fuerzas españolas, al llegar al centro del emplazamiento, leyó entre las cenizas unas palabras: «Plaza de la Revolución».

Más de un siglo después, ante los muros del Moncada, el trovador encarnó la voz de un pueblo decidido a defender contra viento y marea el destino que se había dado a sí mismo: «Yo me muero como viví», cantamos con él, cuando aún la crisis de los años 90 del pasado siglo no se había desatado con toda su intensidad.

Imágenes como símbolos de una vocación de resistencia irreductible. La misma que a la altura de la tercera década del siglo XXI se renueva en medio de tremendas dificultades. Una resistencia que se renueva ante el recrudecimiento de la hostilidad imperial contra Cuba, los efectos de la crisis económica mundial y de graves conflictos bélicos, y las distorsiones y los errores en la implementación y el seguimiento de los procesos internos. Una resistencia que nos recuerda cómo en momentos críticos semejantes, Fidel hizo un llamado definitorio: «La cultura es lo primero que hay que salvar».

Si alguien pensó que sobrevendría un apagón cultural, se equivocó en toda la extensión de la palabra. Mes tras mes, 2023 ha sido un año en el que conciertos, recitales, puestas en escenas teatrales, espectáculos danzarios, presentaciones literarias, de Oriente a Occidente han mantenido viva la llama de la cultura.

No se trata únicamente de jornadas de concentrada significación, como la Feria Internacional del Libro Cuba 2023, o las acciones por el Día de la Cultura Cubana en octubre, o la celebración del aniversario 75 del Ballet Nacional de Cuba, o la incombustible Fiesta del Fuego en Santiago de Cuba, o de las Romerías de Mayo en Holguín, o del renacimiento de La Guarapachanga en Pinar del Río, y el exitoso Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, por el que unos cuantos no apostaban…, sino de lo que se va logrando con el esfuerzo cotidiano, mediante la aplicación consecuente, que prevé la corrección de errores, de la política cultural de la Revolución.

Bajo el título de inspiración fidelista Sembrar ideas, sembrar conciencia, el programa contra la descolonización cultural se inscribe entre los hitos fundamentales del año que termina. Echó a andar el pasado 28 de enero, coincidiendo con el aniversario 170 del nacimiento de José Martí. Representantes de nuestra vanguardia artística e intelectual se implicaron en la elaboración de las tesis y líneas de acción iniciales. Al hacerlo, respondieron a planteamientos, preocupaciones, ideas y propuestas debatidas a lo largo de los últimos años.

Para Fidel, como ha observado Abel Prieto, la cultura es «una energía transformadora de alcance excepcional, que se vincula íntimamente a la conducta, a la ética, y es capaz de contribuir de modo decisivo al “mejoramiento humano” en el que tanta fe tenía Martí». En la cultura vio, y nosotros debemos ver, la vía para lograr la plena emancipación: lo que ofrece la posibilidad de defender la libertad, la memoria, los orígenes, y de deshacer la vasta telaraña de manipulaciones que se ciernen sobre la realidad cubana.

El sistema institucional de la cultura ha estado sometido a duras pruebas, no solo aquellas derivadas de carencias de recursos técnicos y materiales, sino de algo mucho más grave: como parte de la subversión ideológica y la guerra cultural de los enemigos de la Revolución, fuera y dentro del país, hay quienes trabajan por desmontar, o al menos desacreditar, ese sistema. Aspiran a que se fracture la unidad entre el movimiento artístico e intelectual y las instituciones culturales.

El diálogo permanente y fecundo entre creadores y directivos institucionales alcanzó este año un momento cenital con el proceso que desembocó en el 4to. Congreso de la Asociación Hermanos Saíz y en el seguimiento a los acuerdos y planteamientos del último Congreso de la Uneac.

Uno de los más colosales empeños se tiene en el sostenimiento de la docencia artística. Desde las escuelas de nivel elemental hasta la Universidad de las Artes, aun cuando la especialización exige costosos recursos, lo más importante en los últimos años, y 2023 no es la excepción, pasa por articular valores éticos, estéticos e identitarios que redunden en la formación integral de los futuros artistas.

El impacto de la política cultural en el tejido espiritual de la nación presenta sus mayores desafíos actuales en dos ejes que se entrecruzan: la dimensión comunitaria y la mediática. Aunque lejos de alcanzar los objetivos previstos, las acciones comunitarias, renovadas a raíz de los programas de transformación de barrios y enclaves en los municipios, artistas, instructores de arte y promotores han expresado con actos su compromiso con la emergencia de una nueva subjetividad a escala individual y social.

En la esfera mediática, con particular énfasis ahora que han irrumpido nuevas tecnologías y plataformas de socialización, la cultura artística y literaria cubana necesariamente debe proyectarse de una manera mucho más proactiva.

Resistir es avanzar. Fortalecer el alma de todos los cubanos, de todas las cubanas. Los símbolos que nos impulsan darán lugar a una cultura de la responsabilidad, del sentido de pertenencia, de la unidad. Tal es la fragua y el destino de nuestra identidad.

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