Las ganaron todas

Fíjense, compañeras, si ustedes ganan esta batalla, las van a ganar todas, porque la batalla más difícil es esta.

Fidel Castro Ruz, septiembre de 1958

Están sentadas escuchando, conversando, reconstruyendo parte de sus vidas, suspirando y sonriendo, en una de las oficinas del periódico Granma, en agosto de 1967. Son Las Marianas. Están vestidas todas con la elegancia de la ciudad, pero no dejan atrás la estirpe guerrillera que las hizo legendarias. No pierden la frescura, el optimismo ni la lealtad a la Revolución por la que pelearon. Son Las Marianas, y parece verlas aquí, reviviendo tiempos felices y tristes ante el llamado de esa guardiana de nuestra historia que fue –y es– Celia Sánchez Manduley.

Por: Daily Sánchez Lemus

Hace 65 años, esas 13 muchachas valientes de las montañas de la Sierra Maestra comenzaron a compartir la misma suerte que sus compatriotas, fusil en mano, en la guerra de liberación nacional. Se habían ganado un lugar en el combate, por su entrega a la causa, escribiendo su propia historia. Cuentan que fue muy difícil convencer a guerreros consagrados de que combatir junto a ellas era una garantía para la Revolución, en esos momentos y en el futuro. Fidel lo lograría, con su clara visión y sus argumentos del porqué sus compañeras podían y tenían que rebasar el espacio de la retaguardia rebelde. Así lo ha recordado Celia:

«Fidel siempre tuvo la idea de formar un pelotón de mujeres. Desde la reunión aquella de Herbert Matthews, ya fueron algunas mujeres allí a la reunión, y ya Fidel tuvo la idea. Desde que fue a la Sierra, desde que llegó, yo creo que se podría decir que, desde siempre, porque lo demostró desde el Moncada, donde participaron Melba (Hernández) y Yeyé (Haydee Santamaría). Siempre tuvo esa idea, y siempre se la combatieron a Fidel la mayoría de los compañeros. Una vez que nosotros hablamos de eso, la idea aquella de Fidel, ya había suficientes mujeres para que eso se hiciera, entonces yo le hablé a Fidel y después las mujeres también, de crear un pelotón, de combatir, de empezar a organizarlo».

Fue así que, luego de conversaciones con los compañeros en el mes de agosto de 1958, el día 3 de septiembre inició una reunión decisiva en la Sierra, en la que Fidel ofreció argumentos irrebatibles para la fundación del pelotón femenino Mariana Grajales. La reunión se extendió hasta el día 4, y todos los reacios a la idea terminaron aceptándola. Al frente de la tropa de aquellas muchachas, que honrarían el nombre de la madre de los Maceo, se encontraba Isabel Rielo Rodríguez, de 30 años, y la segunda jefa fue Delsa Esther Puebla Viltres, Teté, de 17. Integraron el grupo Olga Esther Guevara Pérez, Ángela Antolín Escalona, Lilia Rielo Rodríguez, Edemis Tamayo Núñez, Orosia Soto Sardina, Flor Celeste Pérez Chávez, Eva Palma Rodríguez, Rita García Reyes, Juana Bautista Peña Peña, Ada Bella Acosta Pompa y Norma Rosa Ferrer Benítez. Y en el recuerdo de todas ellas, los deseos fundadores e inmensos de Clodomira Acosta, feliz de saber que, por fin, podría empuñar un arma como los combatientes compañeros suyos; pero que hubo de postergar ese sueño para cumplir una misión de Fidel en el llano, durante la cual fue tristemente asesinada, junto a Lidia Doce.

Eran casi niñas algunas, otras mayores, pero jóvenes aún; tan jóvenes como las que leerán su historia de antes y después de 1959, y le darán continuidad.

LA PUNTERÍA DE ISABEL

A Isabel la había elegido Fidel como jefa del pelotón femenino tras una prueba de tiro, en la cual resultó la más destacada. Pero el acierto de la joven no era solo con el arma en sus brazos, sino también en sus convicciones. Ella, que comenzó su misión con los grados de teniente, encabezó aquel grupo con el compromiso que la caracterizaba, el mismo que la hacía pensar que, justamente, esa responsabilidad que se siente cuando se va al combate, no es más que la preocupación del combatiente para que las cosas salgan bien. El 22 de agosto de 1967, en una de las reuniones con Celia –acaso en una oficina del periódico Granma–, Isabel habló sobre aquel 3 de septiembre de 1958:

«Yo recuerdo que mis palabras fueron entrecortadas, fueron muy pocas. Recuerdo perfectamente: “Bueno, compañeros, como ustedes saben, estamos reunidos esta noche porque se ha demostrado el interés que tenemos nosotras las mujeres de participar en las batallas al lado de los compañeros”. Sabíamos que los compañeros ejercían su presión en relación con que las mujeres participáramos en el combate al lado de ellos, entonces recuerdo que yo les decía: «Como ustedes sabrán, la mayoría de ustedes se opone, pero nosotras quisiéramos saber esta noche aquí el porqué los compañeros se oponen, así que tienen la palabra».

«Fue breve mi intervención y, acto seguido, yo creo que mi expresión, además de ser entrecortada, les dio motivo a los compañeros para que enseguida dos o tres quisieran intervenir para demostrar efectivamente el porqué ellos se oponían.

«Argumentaban la imposibilidad física, pudiéramos decir de la mujer en la apreciación de los combates de porque se había comprobado científicamente.

«Yo recuerdo que había un médico que decía que, científicamente, la mujer no puede resistir las inclemencias de la guerra, la dureza. (…) En su intervención Fidel insiste, aclarando el papel decisivo que la mujer podía jugar no solo en la guerra si no en el sentido más amplio en el futuro. Hablaba en términos precisos de la liberación de la mujer. El porqué existía esa concepción de la mujer. El maltrato de que había sido objeto la mujer y cómo debía tratarse la mujer para que tuviera el verdadero valor como persona dentro en la sociedad».

Y así ha sido a lo largo de todos estos años. Por eso este homenaje a la tropa de muchachas que, encabezadas por ella, comenzaron a romper definitivamente las ataduras sociales para todas las cubanas. La tropa de Isabel, como ella misma lo ha recordado, logró, con su seriedad y su desempeño, que muchos de los que rechazaban la creación del pelotón femenino, se sintieran admirados y agradecidos.

EL VALOR EN CADA MISIÓN

Las Marianas tuvieron su bautismo de fuego el 27 de septiembre, en el combate de Cerro Pelado, en el cual, a decir de Fidel, soportaron «firmemente, sin moverse de su posición, el cañoneo de los tanques Sherman.

«Debo añadir un hecho que ocurrió por primera vez en nuestra guerra. Como norma cuando el jefe era herido o muerto, la unidad se retiraba de inmediato. Esta vez no ocurrió así. La fuerza que atacó fue, fundamentalmente, el pelotón Mariana Grajales, bajo el mando de la teniente Isabel Rielo. Suñol fue herido en los primeros momentos y lo tuvieron que retirar. El pelotón, inmutable, prosiguió el combate. Ese pelotón, como conté, había sido entrenado en la Comandancia de La Plata. El blanco era una moneda de 20 centavos. El fusil: m-1, con mira Lyman, semiautomático, ligero, con peine de diez balas. Fue la única unidad de la Sierra Maestra entrenada con tiro real. Los disparos fueron tan certeros que, en un tiempo más breve de lo calculado, finalizó el combate».

Otro grupo de Las Marianas, por su parte, participó, a finales de noviembre de 1958, en la batalla de Guisa, con coraje y valentía ante el ataque enemigo.

Las muchachas, que llegaron a las montañas a ayudar en lo que fuera preciso, se convirtieron en combatientes ejemplares; las que aprendieron con Fidel a disparar, las que lo cuidaron, las que cumplieron sus órdenes con lealtad y la misma emoción del primer día que lo vieron; las que desempeñaron misiones hermosas tras el triunfo revolucionario en todos los frentes que necesitó el país que renacía, lo mismo en el campamento de Managua, junto a Juan Almeida, que regresando con Isabel Rielo a la Sierra, para buscar a los pequeños que irían a su nueva ciudad escolar; o las que siguieron combatiendo desde la Federación de Mujeres Cubanas y tantos centros de trabajo. Ahí está Teté Puebla, protagonista de la gesta de ayer y de hoy, primera mujer con el grado de general en Cuba, demostrando siempre la certeza de Fidel de que ellas podían ser iguales o mejores soldados que cualquier hombre… Para ellas, las que nos acompañan hoy en cada combate, en el alma, y las que se multiplicaron ya en nuestra historia, siguió siempre viva aquella emoción contenida que esparcían en susurros cuando iban de un lado a otro en la Sierra, y advertían al gigante: «¡Mira a Fidel!».

Son ellas, Las Marianas que ganaron todas las batallas porque supieron ganar la más importante, y fueron futuro; son parte de la leyenda de los rebeldes en la Sierra Maestra y en el llano; son la juventud presente que hoy las mira como a maestras, como valientes luchadoras, siempre felices y dispuestas a seguir ganando por la Revolución. Sesenta y cinco años después, reciban de su pueblo el agradecimiento, la confianza y la admiración infinita.

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