Los niños y la radio: «Mi amigo Federico»

Mi primera atención de cada día era a esa música, parte indisoluble de lo mejor de mi formación, mientras mami me decía: “Dale Vely levántate, para que te tomes la lechita calientica y no se te haga tarde para la escuela” y yo trataba en vano de distinguirla detrás de todo el humo que salía de la taza en sus manos, acercándose sonriente a mí, que, oyendo el programa, me descuidaba y temía quemar mis labios con su “lechita calientica”… no importa: prefería seguir escuchando absorto la canción con que iniciaba Tía Tata Cuenta Cuentos cada mañana, aunque fuera la misma que había oído decenas, cientos de veces… 


“Arriba, arriba,

Compañeritos,

Llegó la hora

Del cuentecito…

La tía Tata,

ya va a empezar…

Pero primero

Les da un besito… mua muaa…” 


Otras veces era el tema del hada madrina de La Cenicienta, en Mary Puppins: “Dabadabuda, Dibidibuda, Dibidibadidibú… siete palabras de magia que son… Dibidibadidibú… todo se logra con solo decir… Dibidibabidibú…” y hoy me pregunto cuántas generaciones hemos mejorado el mundo con aquellos valores. Como aprendí del Principito, todavía tengo ese niño dentro, que tanto le agradezco a programas como aquel que me sintonizaba mi mamá cada mañana. Y otros; entonces, antes y después. 

La impar Consuelito Vidal lo estrenó en la radio en los años 60 (ya era un hecho en 1966), a quien también conocía de Amigo y sus amiguitos, que Erdwin Fernández había fundado en 1962, y dirigía. Fue la primera Tía Tata, que continuaría paralelamente en televisión los martes al ocaso (Amigo… era los jueves) hasta casi la década finisecular, en distintivas emisiones y dimensiones. Otras actrices que la sustituirían serían Gina Cabrera y Carmen Pujols. 

En televisión solo se le veían las piernas a la tía, y al lado Chispita, un títere con la voz de Martha Falcón y luego, de Nilda Collado; inolvidables aquellas imágenes en mi retina, y el combo Los Yoyo también títeres, donde cantaban y actuaban Consuelito, Alden Knight, Aurora Basnuevo, Miriam Vázquez y Ana Nora Calaza, entre otros… la radio por su parte, me desarrolló en particular mi creativa imaginación visual, que ha sido básica para mi obra, visualizando en aquella familia en especial a la tía, su sobrino Chispita y las nutritivas y entretenidas narraciones con sus enseñanzas; era la mejor escuela y a veces con más alcance, sin didactismos ni formalismos, por el arte con que llegaba. Escrito por Celia Torriente y con música de Enriqueta Almanza, autoras respectivamente de la célebre Barquito de papel, y en televisión, el emblemático espacio Aventuras; todo en vivo entonces. Tía Tata se escuchaba por Radio Liberación, tan popular de los años 60 a los 80, de lunes a viernes, bajo directores de la talla de Oscar Luis López y Xiomara Blanco, combinando la calidad de los actores con la maestría en los efectos, grabaciones y musicalizaciones, como exige el medio. Y con la tía en el dial, oía La cajita de música, donde Elena Bolaños era la abuela que proponía música grabada a sus nietos, con obras de la cantautora, poetisa, escritora, dramaturga y compositora argentina María Elena Walsh por ejemplo, u otras veces tocaba el piano y cantaba para los niños. 

Y esto me despierta al niño que soy hoy, cuando en Cuentos para Federico (Radio Progreso, de lunes a viernes, de 5.30 a 5.45 pm), oigo la Walsh (1930-2011); no hay azar posible. No en balde está considerada “mito viviente, prócer cultural y blasón de casi todas las infancias”, y su obra se compara con grandes clásicos del arte para niños de todos los tiempos y países. Hicimos nuestras su Canción de TitinaLa pájara Pinta, La mona Jacinta y La canción de la vacuna (o El brujito de Gulubú), casi en injusto y hasta cruel pero involuntario anonimato; es que los grandes son así: solo triunfan cuando se han disuelto en todos y cada uno de nosotros, multiplicados como sus apóstoles. 

Y ahora con Federico pudimos escuchar otra de sus obras: El país de la geometría, con su Rey Compás y su flor redonda, en una radio que ya hace un siglo, no requiere pasaporte ni equipaje para viajar entre países. 

Y no solo la Walsh: con Federico hemos escuchado mucho más de la increíble obra y autores para niños de los más diversos rincones de nuestra América Latina, al menos… sin buscar mucho y por tanto, temiendo ser injusto de nuevo, recuerdo de Argentina, Perú, Chile, Brasil, leyendas andinas… de otras regiones cubanas, como Holguín… el Teatro de Títeres Titirivida… el cuento “Entre el cielo y el mar”, de Nelson Álvarez Guerra; El zorro que devoró una nube, Cucha del águila, Déjame que te cuente; El miedo. Edel Arriiagada. Había una ves… truz; El pollito miope. Olga Soledad Martínez; La resurrección del papagallo. Extrañas visitas, Yeriber Pérez, Palabras al viento, La gallina blanca, Elvia Pérez … Y se le agradece tanto a mi amigo Federico cuando descubrimos a tantos y tan valiosos que se nos pierden en el infinito,  y saludablemente nos dejamos arrastrar por sus obras pero ahora queremos distinguir otros mitos vivientes para no ser injustos, ni mucho menos crueles… porque aquí está escribiendo aquel niño que sin darse cuenta, se quema los labios embelesado de amor por quienes nos hacer crecer vibrantes, sensibles, aquel niño al que nunca se le pregunta al dedicarle algo pero al final será quien marque la trascendencia, porque aquellos programas radiales de mi niñez, eran esencia y protagonistas de mi “década prodigiosa”. 

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