Desde sus continuos noticiarios, que cargan como penitentes el tiempo a cuestas, para brindarnos sin más recurso que la voz y un tic-tac de fondo la hora y las informaciones minuto a minuto, el nombre de José Antonio Echeverría se elevó a la gloria de la Patria. Desde sus micrófonos, el líder estudiantil realizó la enérgica “Alocución al pueblo de Cuba”, sumido en 1957 en la oprobiosa tiranía del dictador Fulgencio Batista.
Con un esquema de programación sui géneris, único en el mundo por casi 60 años, caracterizado en aquella época por la publicidad y los comerciales, que ocupaban la mitad de cada minuto de información, Radio Reloj fue el escenario perfecto. Su gran audiencia, sentido de la inmediatez y el hecho de estar constantemente en el aire, fueron razones que llevaron al líder del Directorio Estudiantil Revolucionario a anunciar desde allí el ajusticiamiento del tirano “en su propia madriguera del Palacio Presidencial”.
Para orgullo de los radialistas de la Mayor de las Antillas, el hecho se inscribe en la memoria histórica de la Radio Cubana. Cada Trece de Marzo la Isla queda a merced de las ondas radiales y a las 3:21 minutos de la tarde llega nítido el mensaje, vibrante, viril, con la pasión resuelta de los revolucionarios y el pavor que produce recordar el desenlace, envuelto en sangre y metralla.
El 13 de Marzo y un hecho poco conocido.
Muy ligado a los hechos por su participación activa en la difusión del llamamiento de José Antonio, estuvo el Doctor en Ciencias Rolando Álvarez, hoy Director Nacional de Música de la Radio cubana. Con sólo 17 años y siendo taquígrafo en el Noticiero de la Cadena Oriental de Radio, de alcance nacional y situada a escasos metros del edificio de la CMQ, donde radicaba Radio Reloj, posibilitó que el mensaje llegara a todo el país.
Diez años atrás, durante la conmemoración por el aniversario 40 de los hechos, Fidel refirió que muy claro escuchó en las montañas de la Sierra Maestra la noticia de la toma de la emisora y el asalto al antiguo Palacio Presidencial.
Y es que aunque la dictadura tenía un mecanismo de censura y represión en cada emisora, con armamento incluido, las palabras del presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) pudieron burlar esas restricciones, gracias al arrojo de aquel joven, convencido del impacto que tendrían entre los revolucionarios y todo el pueblo que les apoyaba.
Rolando tenía como misión en la Cadena Oriental de Radio, una de las plantas más batistianas de Cuba, copiar las informaciones de Radio Reloj para difundirlas a todo el país, ya que la emisora de la hora y las noticias apenas llegaban a Pinar del Río, La Habana y Matanzas, con aproximadamente un kilo de potencia. En esas circunstancias se produce el mensaje de José Antonio, que sorprendió a todos, aunque respondía a un plan bien concebido y compartimentado.
Rememorando los hechos, Rolando recuerda que “en aquel momento de verdades, donde lo pusilánime no tenía cabida y había que estar dispuesto a dar la vida por convicciones ideológicas, lo más importante era que el mensaje surcara el éter y llegara hasta las provincias orientales, donde sus compañeros de lucha pudieran escucharlo y publicarlo con posterioridad clandestinamente en los periódicos”.
La pregunta del emblemático locutor Antonio Pera acerca de si aquella nota estaba aprobada por el director de Cadena Oriental de Radio vuelve ahora sobre el pensamiento de Rolando y aquel “sí”, seguro, estremecedor, brota otra vez de sus labios. A sólo 20 minutos de la inconsulta transmisión y ante una delación, los esbirros hicieron caer el peso de su deshonor y crueldad sobre el joven, a quien torturaron delante de todos los miembros de la emisora y dejaron gravemente herido.
Sólo la acción solidaria de los periodistas y actores de la radio hizo que en aquella oportunidad salvara su vida. Hoy, en un día tan especial, el Doctor Rolando Álvarez, ejemplo de profesionalidad, nos acerca a una parte de la historia poco conocida que abraza la Radio cubana en su relación con los sucesos del Trece de Marzo, cuando un grupo de valerosos jóvenes, con amigos e ilusiones, legaron mucho más que sus propias vidas al proyecto de la Patria nueva.