Los oyentes: radialistas por excelencia

Esta es la segunda vez que dedicamos un día en especial para agasajar a tantas personas, de todas las edades y ocupaciones, que son el sentido de nuestro medio de difusión por excelencia. Pensar una radio sin oyentes equivale a imaginar un sol sin luz; una flor sin fruto; una noche sin estrellas.

Contamos -admitámoslo con orgullo- con una radio donde la relación medio-oyente no se resume en la fórmula simplista de sujeto-objeto.

El carácter interactivo y de participación de este medio en Cuba cambió el arcaico paradigma que existió entre quienes «construyen el producto radial» y quienes «lo consumen».

El nuestro es un fenómeno único en una radio donde sus oyentes producen la materia prima con que construimos entre todos este producto; son inspiradores de sus contenidos; decisores en última instancia de la permanencia o no de espacios; en resumen, perfeccionan los ya existentes y devienen arquitectos de nuevas ideas.

Todos los radialistas, sin excepción, surgen de la rica veta creativa que subyace en los oyentes.

Nosotros, quienes hoy hacemos radio en cualquiera de sus importantes ámbitos (locutores, actores y actrices de dramatizados, directores de programas, realizadores de sonido, asesores y más) un día, hace más o menos algunos años, fuimos oyentes, y seguimos siéndolo.

Descubrimos nuestra vocación cuando una vez en la escuela o en medio del calor hogareño nos soñamos frente a un micrófono; muchos en la inocente niñez o la adolescencia, nos atrevimos a agarrar una cajita vieja de zapatos y un palo de escoba para imaginar nuestro primer micrófono y creernos que aquella cajita era la consola para transmitir nuestra radio imaginaria.

De sueños infantiles como esos surgieron muchas figuras que a lo largo de la historia engrosaron nuestra familia radial.

La Radio Cubana tiene un «Día del Oyente» para reconocer la presencia activa de quienes con sus equipos receptores ejercitan un oído crítico y de análisis.

Mediante cartas, telegramas, llamadas telefónicas, el correo electrónico, los SMS de sus teléfonos móviles y muchas veces de visita personal en programas nos hacen saber sus opiniones, elogios y críticas que ayudan a que todo sea mejor.

De esa forma se enriquecen las redacciones de programaciónen estaciones nacionales, provinciales y municipales. Es a partir de los puntos de vista de los oyentes, que se trabaja en la búsqueda y producción de contenidos y en la forma -artística e incluso pedagógica- como habrán de elaborarse.

El público radial cubano posee un elevado sentido crítico dada la cultura alcanzada en todos estos años de historia reciente. Conoce cuando un programa tiene calidady si adolece de ella.

Contar con este valioso «ejército» es la mayor riqueza y al mismo tiempo es reto, noble desafío para contar conuna radio cada día mejor, a la altura de quienes la escuchan y demandan de ella su continuado perfeccionamiento.

Entre los grandes retos de nuestra Radio Cubana se encuentra su principal razón de ser: la información.

El público necesita y exige escuchar informaciones de calidad elevada creciente, y ver reflejada en su radio su obra. Información que abarca desde lo noticioso hasta la difusión de temas serios, creíbles y enriquecedores del intelecto; obras musicales que coadyuven a la consolidación y crecimiento del gusto estético a partir de valores locales, nacionales y universales perdurables; desde el respeto a quien escucha, a partir de la exactitud de cuanto se diga desde el punto de vista lingüístico y conceptual.

Las improvisaciones de mala monta no tienen cabida. Nadie tiene derecho a la autocomplacencia, la indolencia ni la holgazanería prefiriendo el atajo en lugar del camino.

Los radialistas nos hacemos al calor de nuestro amor por la radio; vivimos para ella, nunca a expensas de ella. Lo contrario,a decir verdad, no es la media general siempre existen riesgos y, afortunadamente, con su fino olfato, selectividad y conocimientos son los oyentes quienes los perciben y quienes tienen todo el derecho a hacerlo público a través de los espacios destinados a ese fin.

El oyente no opina por opinar; no dice por decir: opina y dice con conocimiento de causa, con parcialidad tal vez ocasionalmente sí, pero con afán sincero para que sea cada vez mejor un medio que le pertenece y del cual es su razón de ser.

Como radialistas -siempre oyentes por antonomasia- esa labor también es nuestra.

Recuerdo una noche, hace varios años, en que la destacada estrella radial, orgullo de Cuba, la maestra Sol Pinelli, participó en un programa televisivo y a una pregunta de los locutores exclamó, y cito -no textualmente, pero sí en su esencia- que la radio necesita gente con vocación que la ame y se entregue a ella, y pedía, por favor, a quien no reuniera esos requisitos, que se apartara y cediera su espacio a otros que sí los tienen.

Los menos jóvenes recordamos tiempos de escribir sin remuneración, por puro amor a lo que hacíamos, estimulados solamente por una tacita de té o café en nuestra mesa de trabajo con el musical tecleo de la máquina de escribir, y el deseo de oír aquello que escribíamos con tanta pasión.

Cierto, ha llovido mucho. Las ruidosas -aunque para mí y para muchos musicales- máquinas de escribir se transformaron en silenciosas y veloces computadoras, con no menos rápidas impresoras.

Las antiguas grabadoras-reproductoras de cinta magnetofónica mutaron a sonidos digitales que deslumbran. Lo que antes era una escucha a tiempo completo, ahora es sonido visualizado mediante un gráfico de ondas que manejamos a nuestro antojo.

Hoy todo el quehacer es más fácil de hacer; pero eso no significa que llegue a ser más simplista ni menos responsable. Los avances tecnológicos comprometen a producir con una mayor calidad.

Cambian los medios con que hacemos el trabajo; cambian los oyentes según la época, sus necesidades e intereses como audiencia que participa, opina y contribuye a una radio mejor.

Todo cambia; no así nuestra profesionalidad y entrega que merecen y exigen con todo derecho; a ellos y a ellas nos debemos, y el amor responsable hacia esta labor es y será siempre la herramienta principal.

 

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