El más hermoso de los monstruos escénicos. Yolandita Ruíz

Hace cuatro años, dolieron mucho los cintillos de la prensa que en Cuba, España y el sur de La Florida informaron que a tempranas horas del martes 1ero de octubre de 2019, había fallecido, tras varios años consumiéndose poco a poco por el cáncer en un hospital de Madrid, España, la reconocida actriz y comediante musical en televisión, teatro, cine y radio, “la cara linda de la televisión cubana” y genuino “monstruo escénico”, la habanera Yolanda Ruiz Fernández.

Nacida también en octubre, de 1955, en Güira de Melena, todos la llamaban muy cariñosamente “Yolandita Ruiz”; aún adolescente comenzó a estudiar en la Escuela de Formación de Actores del Instituto Cubano de Radio y Televisión (Icrt), como discípula de Alejandro Lugo, y al graduarse comenzó a trabajar como actriz en Radio Rebelde, donde su padre era escritor.

También entonces conoció a la relevante directora Loly Buján, quien de inmediato comprendió que más allá de su embriagadora belleza física, estaba ante un talento y un brillante futuro escénico, y la integró con importantes actores con los que solía trabajar: Carlos Paulín, Ángel Toraño, Ricardo Dantés, Verónica Lynn, Josefina Henríquez… equipo que Pedraza Ginori llamaba “el team Cuba. Con Loly trabajaría muchas veces, igual que con otros grandes directores, que poco después en el teatro, al ratificarse contundentemente como actriz, la definieron como un “monstruo escénico”.

Loly se la llevó a trabajar en televisión para que siguiera creciendo junto a grandes estrellas como Miriam Mier, Margarita Balboa o Miguel Navarro, y logró los primeros lugares de popularidad en Cuba en las décadas de 1970 y 1980 al protagonizar telenovelas como Ramona junto a Fidel Pérez Michel (1978) sobre el original de la estadounidense Helen Hunt Jackson que fue traducida, prologada y editada por José Martí, y sobre todo en La Dama de Blanco, adaptación televisiva de la obra homónima del novelista inglés Wilkie Collins, que con altísima audiencia en Cuba, consagró a Yolandita entre las actrices más populares de Cuba, lanzada definitivamente al estrellato.

También impactantemente exitosa había sido interpretando al personaje de Asia en El alma encantada (1976), entre muchas otras novelas como Cuatro mujeres, con Patricio Wood protagonizó Martín Rivas, Antonia… y series de Aventuras, como es inolvidable en Orden de Ataque, interpretando a una guerrillera antinazi, así como El águila, Tres valientes en apuros, Tres amigos, El Cucumí se despierta los domingos, y otros, así como decenas de cuentos, teatros y espacios humorísticos.

En 1981, asumió uno de sus más recordados personajes en la serie Juan Quinquín: Teresa Canelo, personaje “muy cubano”, lejos ya de aquel encasillamiento que por el estereotipo racista, ella misma definía como dama aristocrática, “princesitas eslavas o condesas”, o la chica seductora, que siempre inevitable y muy saludablemente, seguiría seduciendo a miles de televidentes.

Su capacidad histriónica se demostró en su larga carrera en el teatro, exigente medio en que se sentía particularmente cómoda, y donde solía actuar durante largas temporadas, y entre otros ejemplos citemos la comedia Una casa colonial, dirigida por Nicolás Dorr, que abarrotó el Teatro Nacional año tras año durante varias temporadas a inicios de los años 80.

Reconocida por su belleza rubia no muy alta que tanto agradecen los audiovisuales, talento y carisma que tan popular la hizo, también fue actriz de reparto pero inolvidable, en películas como Retrato de Teresa (1979, de Pastor Vega, con Adolfo Llauradó y Daisy Granados); Madagascar (1994, del multipremiado Fernando Pérez), y otros filmes como Juegos Florales (1989) y la coproducción Tesoro (1987), e incluso hay quien la cita en la comedia Se permuta (1983), del ya experimentado Juan Carlos Tabío, que protagonizaban la infinita vedette cubana Rosita Fornés, y donde debutó muy triunfalmente, la impar Isabel Santos.

En 1996 mediante intercambio cultural, se estableció en Venezuela, en cuya capital Caracas, fue profesora del Centro de Formación del Artista Integral, así como en una Academia de Venevisión, labor docente por la que se le reconoció.

Tras ocho intensos años se trasladó a Italia, donde al menos durante un año ofreció talleres de fonética española, magisterio que también se le reconoció, y desde 2005, en España retomó su carrera de actriz que le fue reconocida, y que simultaneó con su labor como directora y profesora de actuación en la Asociación Cultural Abierto por Obras.

Casada con Julio Martínez, desde el año 2012 se presentó ocasionalmente en temporada teatral en Miami, La Florida, Estados Unidos, donde trascendió al frente del elenco de El juego de Electra, un espectáculo de Mephisto Teatro basado en la obra de Virgilio Piñera (de quien también interpretó Electra Garrigó), dirigida por Liuba Cid, quien la describió como “la gran dama joven de la televisión cubana (…) monstruo escénico que le aporta una riqueza increíble a la puesta (…) sacó lo mejor de sí misma (…) se plegó a conceptos más contemporáneos (…) es uno de los grandes descubrimientos del montaje”, y con su sencillez y modestia de siempre, Yolandita declaró al Nuevo Herald, “uno siempre está empezando, y en esta carrera mucho más”.

Nos acercamos más a su “presencia amable” a lo largo de los años, su “trato afable sin divismo, sin vivir de glorias pasadas”, a partir de su imagen que conservan sus colegas con quienes más compartió y que la admiraban con una suerte de devoción más que justificada: así, Susana Pérez la recordaría como “un ser especial, lleno de luz y de energía positiva, que jamás hablaba mal de nadie, nunca se quejaba y además era una excelente actriz”; y su hijo el actor Roberto San Martín confesó que toda su niñez vivió enamorado de ella, y luego fue afortunado de compartir más directamente con ese talento y personalidad encantadora que era Yolandita.

El director de televisión Eugenio Pedraza Ginori destacó su “calidad interpretativa y encanto personal (con que ganó) la admiración y el respeto del público y de sus compañeros (y recordaba que) En la tv cubana desarrolló una interesante carrera artística (…) actuó muchas veces a las órdenes de Loly Bujan y otros grandes directores en aquellos programas dramáticos que hicieron historia (…) gran conversadora (y tras años en España) no ha perdido un ápice de su frescura”.

Según el actor Gerardo Riverón, era “una de las mejores personas que he conocido, una de nuestras grandes actrices, aunque su modestia no le permitía ni siquiera pensarlo”

Al saber la triste noticia, Luis Alberto García escribió: “la muchacha que bautizaba todos los electrodomésticos, con nombres de personas. La alegría y el candor de todos y para todos. Un par de ojazos azules con enormes pestañas. Actriz inolvidable para los cubanos. De esas a las que siempre le “chiquearon” el nombre: Yolandita Ruiz.”

Y de Héctor Eduardo Noas se lee: “su transparencia y esa ternura con que mirabas a la cámara, nos mirabas a todos (…) Eres insustituible (…) Eras el amor en estado puro. A quien acudir con preguntas que solo tu podías responder con esos ojos tan bellos y esa caricia que encerraba el origen de todo (…) sin ti el mundo se vuelve un lugar más hostil”.

El colectivo de la televisión cubana Entre tú y yo la recordó como “gran actriz y ser humano” y el editor cubano Manuel Iglesias confesó que “solo (su) nombre te hace evocar sentimientos hermosos (…) me inspira ternura, paz, amor y rigor profesional”, y citando a los cineastas Humberto Solás y Nelson Rodríguez, añadía: “de esas actrices que ya no existen en Cuba (…) que poseía el don de la buena dicción, del porte elegante, de las formas refinadas, del acento tierno, a la que un personaje de época en cine o televisión resultaba no solo creíble, sino increíble, porque por arte de magia transmutaban personalidades”.

En resumen: iniciada en la radio, Yolandita Ruiz es uno de esos ejemplos que destrozan a la envidia, demostrando fehacientemente que pueden confluir y desbordarse en una sola persona, tan singular belleza física, bondad humana y profesionalidad y talento por el que no en balde, los más grandes expertos la llegaron a calificar como un auténtico “monstruo escénico”.

Autor

  • Dr. C. Avelino Víctor Couceiro Rodríguez

    (La Habana, 1957) Licenciado en Historia del Arte (1982) y Licenciado en Historia General (1986), Técnico Medio Superior en Arqueología (1984) y Técnico Medio Superior en Museología (1985), Doctor en Ciencias sobre Arte (2001) y Máster en Antropología con Mención en Antropología Sociocultural(2001), Diplomado en Historia General Contemporánea (2006), Profesor Titular de la Universidad de La Habana (2002) e Investigador Titular (Ministerio de Cultura y Ministerio de Ciencias, Tecnología y Medio Ambiente, 2004).