El 19 (según otras fuentes, el 20) de noviembre de 1996 (según otros, 1995) falleció en su Habana natal con 88 años de edad, el célebre conductor, actor y locutor de la radio y la televisión cubanas, Gregorio José Germán Carlos Augusto Piniella Vázquez de Mella.
Universalmente reconocido como Germán Pinelli, nacido el 15 de diciembre de 1907, recién llegados sus padres de Asturias con otros cuatro hijos mayores, incluida una hembra.
Hijos de Soledad, una madrileña de vastísima cultura que los alentó “con entusiasmo, con esfuerzo, con tesón”; y de Germán, asturiano dedicado al alto comercio de La Habana, sin llegar a ser burgués, Germán les resultó “un cubano de pura cepa”. Tras uno de los primeros divorcios en Cuba, fueron criados por el buen José Braña, y pudieron desarrollar sus carreras.
Estudió en el Sapetter de Paris, y luego el arte de la declamación en el Conservatorio Real de Madrid; desde muy niño evidenciaba su vocación artística, y en 1914, con solo seis años y medio, cantó en el Teatro Nacional, con su firme y clara voz de tenor, reconocido por la sociedad asturiana en Cuba, y transformaría su apellido Piniella por Pinelli. Su compañera y guía en el arte (para él, “mi mentora, mi amor quien me llevó por todos estos caminos”, según Josefa Bracero Torres; 2007, junio 24, en este sitio) su hermana: la actriz, bailarina, productora y directora de programas de radio y televisión cubanas, María de la Soledad Piniella Vázquez, “Sol Pinelli”, multi-premiada indispensable en la historia mediática cubana, nacida en España (1903-La Habana, 1991), que siguiendo los pasos del hermano, desde los años 1930 destacaba en las emisoras RHC Cadena Azul y CMQ y testimoniaría los elogios que le prodigó el trascendente tenor italiano Enrico Caruso al visitar La Habana (1920) y fueron a verlo entre otros 200 “niños prodigio” al hotel Sevilla: al oírlo interpretando La Cavallería Rusticana y “La romanza” de Carmen, concluyó que “parecía mentira que a aquella edad se pudiera tener una impostación natural” con ese sentimiento (según uno de sus cuatro hijos: Tony Pinelli; entrevistador: Camilo Egaña, en “Raíces y Recuerdos”, MegaTv, Miami, Estados Unidos, 2009; material fílmico cortesía de Waldo Fernández, Marakka 2000).
Pionero de la radio cubana, a los cuatro meses de su nacimiento, el 28 de octubre de 1922, con solo 14 años de edad y aun estudiando en el Colegio de Belén, cantó en la PWX de la Cuban Telephone Company desde el capitalino teatro Campoamor, en lo que se considera el primer control remoto musical de la planta; en el segundo actuó a solicitud de la Gran Logia Masónica (a pesar de estudiar en un colegio de curas) en una fiesta para el asilo La Misericordia. También cantó en el hotel Palace (G y 25, Vedado).
Matriculó Derecho en la Universidad de La Habana, que en 1925 abandonó definitivamente para seguir a su hermana en una gira por toda Cuba cantando tangos, integrando la compañía teatral en la que ella actuaba, cantaba y declamaba, y a mediados de los años 30 por varios países de América. Había ganado una beca para estudiar bel canto en Italia, pero nunca recibió los fondos. Autodidacto, aprendió inglés, francés e italiano y guitarra, piano y serrucho musical, y luego músico de la orquesta Palau. En la compañía de zarzuelas del teatro Payret, interpretó obras como El gato montés. Estudió canto con los muy reconocidos profesores Tina Farelli y Arturo Bovy. A pesar de sus probadas aptitudes naturales, su quehacer como cantante lirico tras accidentarse golpeándose el estómago con grave lesión del diafragma (Tony Pinelli) se frustró por un infarto iliar calcificado en el lóbulo superior del pulmón derecho (Bracero) que le restó voz, pero a lo largo de su carrera artística explotó frecuente y exitosamente su sólida educación musical.
En 1925 surgió como actor, interpretando disímiles personajes: hablaba e improvisaba, tocaba el piano, cantaba tangos. En video familiar (marzo de 1995; youtube; Tony Pinelli), confesaría que Eusebio Delfín le dio la canción En el tronco de un árbol (1929) y fue el primero que la cantó en el Casino Nacional con la orquesta de Don Aspiazu, mientras trabajaba con el gran compositor Gilberto Valdés en una buhardilla alquilada en la Plaza de la Catedral, y en el cabaret Sans Souci. Iniciando los años 30 trabajaba en diversas emisoras radiales capitalinas, como CMCB en el edificio de La Metropolitana (hoy en Habana Vieja) donde cantó, así como en el hotel Plaza; en la CMBN fue cantante, locutor, animador, operador, redactor, barrendero y buscaba café; y la CMK. Su primer gran sueldo en radio fueron cinco pesos al mes, cantando martes y jueves de 10 a 11 de la noche en una hora masónica. En 1933 entró a la radioemisora más importante entonces: la CMQ aún en 25 y 6, Vedado (luego, en Monte y Prado; Tony Pinelli) debutando en 1922 como periodista redactor de notas para el Noticiero Nacional, y en 1935 ya era redactor y jefe de cuatro noticieros de esa poderosa planta.
Debutó como locutor en un programa de la medianoche que trasmitía música grabada, enfrentando la oposición del dueño Goar Mestre, quien dudaba de sus aptitudes como locutor, pero se consagraría en el entierro y despidiendo el duelo del cantante Pablo Quevedo (1936); y en diciembre de 1937 se estrenó como conductor (promotor y animador) del popular espacio La Corte Suprema del Arte, con cuyos ganadores “Estrellas Nacientes de CMQ”, dirigió y condujo múltiples espectáculos en casi todos los teatros cubanos, como por ejemplo con la Vedette de América, Rosita Fornés, quien lo recordaría como un padre pues iba en todas sus giras presentándolos, muy respetuoso, cariñoso, inteligente, muy preparado y culto, y compartirían escena muchas veces por ejemplo, en el televisivo Desfile de la Alegría. En esas giras nacionales Pinelli solía además, interpretar algunos personajes, entre ellos el 28 de febrero de 1939 durante la puesta en escena de Cecilia Valdés, en el Teatro Nacional, el “Gallego”.
Fue muy reconocido por sus habilidades en la locución comercial, por lo que en 1938 era uno de los locutores más cotizados por firmas como la Cerveza La Polar, RCA Víctor, Cerveza Cristal y la Fábrica de Cigarros Competidora Gaditana.
Durante el año 1944, escribía una sección del periódico Avance, titulada “CMQ por dentro”, mientras trabajaba para el departamento literario de tan poderosa emisora radial. Como reportero entre otras muchas anécdotas, perdió un diente en accidente al recibir a Winston Churhill en el aeropuerto con su grabadora Bosch, con sobresalto del mandatario, cuya voz fue la única vez en la radio cubana; o cuando llegó por un andamio a la CTC donde entrevistó a Lázaro Peña y al quitarle la policía la grabación, había guardado la original en otro lugar y pudo trasmitirla; también entrevistó a los estadounidenses el político Harry Truman, el actor Gary Cooper, el músico George Gershwin y la cantante argentina Libertad Lamarque.
Fue memorable su narración en vivo y tirado en el suelo, primero en reportar lo que luego se llamaría la masacre de Orfila el 15 de septiembre de 1947, narración que sería prueba testifical en el juicio; así como en la inauguración del edificio Radiocentro (1948, marzo); en 1950 (enero 17) la Escuela Profesional de Periodismo Manuel Marquez Sterling lo acredita como periodista, en 1954 (noviembre 14) lo reconoce la Sociedad Española de Radiodifusión (hotel Ritz) y aún en 1993, la Unión de Periodistas de Cuba, cuenta Rafael Lam. Usual locutor del programa dominical de las 8 de la noche del líder del Partido Ortodoxo su amigo Eduardo Chibás, por las ondas de la CMQ (1944, febrero-1951, agosto) sin trabajar durante el fatídico “aldabonazo” en la cabina de la CMQ, pero protagonizó trasmitiendo las noticias durante seis horas seguidas; y tras 1959 en algunas marchas patrióticas y en el sepelio de las víctimas del sabotaje al vapor La Coubre.
Sostuvo una intensa labor radial durante 1948, en proyectos como, entre otros, Buscando estrellas, Cascarita show, Radio Revista CMQ, No lo digas, y Entrevista de hoy, que se mantuvo en antena hasta diciembre de 1952, y en otros espacios como Carnaval Trinidad y Hermanos (1950), Pinelli en la calle o Habla Pinelli (1953), demostrando sus grandes dotes como entrevistador (género tan complejo) y periodista.
Pionero también de la televisión cubana, reconocido como el primer presentador antes una cámara en Cuba, con un pianista y un muñeco semejando un pájaro carpintero; ya en la programación de la segunda televisora cubana CMQ Televisión Canal 6, el 18 de diciembre de 1950, aportó un nuevo tipo de conducción de espacios televisivos: el mismo día en que se inauguraba la planta se extravió el libreto, y pese a la desconfianza de Goar Mestre y a que su físico no le acompañaba, fue llamado para improvisar y rellenar y concluyó animando todo el espectáculo con tal maestría y talento que se consolidó como comunicador, ganándose la pantalla en ese mismo acto inaugural.
Concibió y animó el primer programa de preguntas y respuestas en la televisión: Cristal, risas y dinero, todo improvisado incluso los comerciales, patrocinado por la cerveza Cristal, uniendo su imagen y estampa dinámica e integral, carisma y brillos propios. Frecuentaban su casa René Cabel, “Guillo” Álvarez Guedes, Alfredo Cataneo, Carlos Más, abundando simpáticas anécdotas como el embajador que entrevistaba y le habló de Sumatra y se impuso su agilidad, ripostando “La-Sutra”; carácter y sentido del humor que en las situaciones más disímiles le ubicó en difíciles controversias como con el Ministro de Comercio durante el gobierno de Gau San Martín, o ya en la Revolución, durante la selección de la Reina del Carnaval de La Habana.
La televisión le permitió desempeñarse en otros géneros y personajes. Ya en 1951 por su éxito al improvisar la inauguración, le dieron a animar El show del mediodía (donde serían célebres sus bromas y “desavenencias” (¿se dice que preparadas?) con el impar músico de la orquesta Aragón, su amigo Rafael Lay; antes era con su joven cantante, Pepe Olmo), y junto a Cepero Brito, Aquí todos hacen de todo (1951-1960, de la firma Sabatés de la que Pinelli sería exclusivo desde entonces), así como narrador en Los Muñequitos (1952), Abecedario Zenith y Norge (1953) y Cine del ayer (1954). Memorable tanto su gracia inigualable con la frase festiva para los espacios de esparcimiento, como su histórica descripción de cada detalle del interior del Palacio Presidencial rellenando más de una hora por la demora del presidente Batista, concluyendo: “Así viven los presidentes de mi país”; también en Ecuador cuando el terremoto, que le valió un premio al mejor animador; mucho tiempo le exigió cuando llevaron por primera vez a La Habana a la Virgen de la Caridad del Cobre; o en Tele Rebelde de Santiago de Cuba cuando los Carnavales de Oriente y él hacía la historia de cada comparsa.
Después de 1959, protagonizó numerosos espacios usuales de la televisión y el mundo del espectáculo; es inolvidable su personaje del pomposo periodista director del periódico El Imparcial, Éufrates del Valle, que basó en dos periodistas que había conocido, culto adulador de los poderosos ignorantes aplastados por su vasta cultura, orador con aquella frase insignia “El ave negra del infortunio…” acosado por el amor de Escolástica (Argentina Estévez, que lo llamaba “Chiquillo loco”), en la comedia costumbrista San Nicolás del Peladero (nombre popular por ser el pueblo donde se desarrollaba, en detrimento del original Ritmos de Cuba; programa de una hora nocturna los jueves tras el Noticiero, iniciado `por Arturo Liendo y luego Enrique Núñez Rodríguez; 1963, diciembre 19-1983, diciembre 23) con altos índices de popularidad (Bracero), que lo situó entre los más relevantes del mejor humorismo cubano durante las décadas de los años 60, 70 y 80, compartiendo pantalla con muchas de las grandes figuras de la radio, la televisión, el teatro y el cine cubanos, como Enrique Santiesteban, María de los Ángeles Santana y Enrique Arredondo.
Para Santana era “…otro de los grandes que se paseaba en los escenarios todos no solamente de Cuba, sino del mundo (…) era el alma del programa”; y según la inmensa Consuelo Vidal, con quien compartió escena durante más de 40 años, “Yo soy quien soy, como animadora, porque tuve ese maestro (…) nos decíamos mamá y papá (era) de muy poquito comer, muy malcriado (…) íbamos a hacer carnavales por ahí a distintas provincias (…) vivía a sopa y helado, que era lo que le gustaba (…) todo lo que soy en lo que es la animación me lo enseñó él (…) yo busqué un poema para él, que se llama Un amigo se va (…) él siempre está conmigo”.
Al cine lo incorporó Tomás Gutiérrez Alea “Titón” (Los sobrevivientes, 1978): el sacerdote Pascual Orozco lo concibió para Pinelli, o lo desaparecían; Pinelli temía hacerlo por su mala memoria, aunque por otra parte se la auto-reconocía como un gavetero de tantos recuerdos, y con supuesto mal de Parkinson, compartió actuación con Enrique Santiesteban, Vicente Revuelta, Carlos Ruiz de la Tejera, Reinaldo Miravalles y Ana Viñas, entre otros grandes.
Luego actuó en Leyenda (1981, dirección: Rogelio París y Jorge Fraga), Retrato de Teresa (1979, director: Pastor Vega) y se ha citado en Maluala (1979), Por si muero mañana (1987, dirección: Belkis Vega) y Svindlande affärer (1985) encarnando un conferencista. Ya sin hacer tanta animación ni locución, el cine lo llamaba y narró documentales como El reloj, La bicicleta, etcétera; en el guion del documental Nos queda su canción (2008, dirección: Carlos E León), sobre Noel Nicola.
Como locutor recibió numerosos premios nacionales y fue uno de los pocos locutores de Iberoamérica que recibió dos veces (1967 y 1968) el Premio Onda, que otorga Radio Barcelona (grupo Prisa) a los mejores locutores hispanohablantes: primero por su programa radial De qué hablamos hoy; ya había hecho Historia de la Radio, Canada Dry a las puertas de La Habana, y hasta el tristemente célebre “quinquenio gris” en Cuba lo respetó. Ganó la Orden Félix Varela, y otros.
No leía partituras, pero tocaba el piano de oído excelentemente, y en televisión es antológico interpretando “Ana, ven pronto por favor…”; su hijo Tony desde 1966 era profesional del cuarteto Los Cañas, después muy activo en los medios, lo evoca impetuoso con su olor a perfume Gerlain, siempre bromista pero mejor carácter aún con más edad; y sus nietos Germán (con su hermano Ari) y su esposa Ana “Pinelli” Páez Lorente y su hijo Tirso Luis Páez desde Los Tres de La Habana, lo recuerdan con su canción preferida Perla Marina, emocionándose aún con las canciones. Más allá de la familia, el animador, compositor y locutor Ángel Manuel Pérez Álvarez presentó su libro Germán Pinelli, recordarlo halaga, en enero de 2022.
Considerado uno de los profesionales de la palabra más cultos y versátiles de los medios cubanos. Bracero lo calificó “el locutor y animador más notable de todos los tiempos” aunque él decía que no, pues le faltaba la sonrisa de su colega Cepero Brito, citaba a Cervantes como su caballo de batalla, y leía la Biblia como fuente inagotable. Su cumpleaños de 1987 lo celebró con Juanito Hernández Díaz y Enrique Núñez Rodríguez, y en el último (1994, terraza de su casa, reparto Atabey, rodeado de sus orquídeas que cultivaba), cantó, rió, recordó, proyectó su optimismo… confirmó Bracero, a quien confesó “poder interpretar los sentimientos de la gente es la actuación más preciada”; ella temía “no ser capaz de expresar tanta gloria” y sus “cualidades pedagógicas (…) capaz de hablar el lenguaje de los más humildes y el de las personas más ilustradas”; lo intentó “con la sencillez que preside el paso por la vida de una de las figuras más queridas de la cultura nacional (…) el artista total, el compañero, el amigo…”