El ortopédico del “Sahara”

En abril de 2017, el doctor manzanillero Jerry Coello Consuegra, lideró un equipo del hospital pediátrico Hermanos Cordové, de esta ciudad del oriente de Cuba y que hizo historia en la ortopedia infantil de la Mayor de las Antillas al realizar al corregir, por primera vez en el país, una luxación congénita de rótula bilateral. 

No me gusta hablar de un éxito individual, porque en esta profesión todo se hace en equipo, eso es muy importante. La intervención la asumimos con el propósito de ofrecerle al paciente, en aquel momento con tres años, mejor calidad de vida.

Implicó revisar mucha bibliografía porque en el mundo ese tipo de intervenciones no llegaban a 20 y nunca se habían realizado en nuestro país. Asumimos el riesgo y el infante caminó. La rehabilitación no ha tenido la efectiva esperada, pero vamos a rectificar el “tiro” cuando regresemos a la Patria. Abrahan Alí seguirá caminando, claro que sí.

La seguridad la expresa el doctor Coello a miles de kilómetros de Manzanillo y utilizando el chat de la red social Facebook: a mediados de 2017 Jerry partió a cumplir misión internacionalista en los campos de refugiados de la República Árabe Sarahuí Democrática y Popular.

La nostalgia por la familia, la tierra y los colegas de trabajo en el pediátrico manzanillero la ha sobrellevado porque junto a él está la esposa, la también doctora Dailee Fornaris García, especialista en Medicina General Integral. 

Lo más complejo ha sido adaptarse a la cultura de estas personas, al clima del país. Ahora mismo hace un frío tremendo. Los pacientes son muy agradecidos de la labor que desarrollamos: dan gracias a Fidel, a la Revolución, a Cuba por lo que hacemos, pero además muchos estudiaron en la Isla. 

El Sahara me ha enseñado de todo un poco: me considero mejor persona; hemos vivido en el campamento de refugiados con personas que llevan 42 años de lucha, bajo condiciones muy difíciles. Me ha enseñado a amar más intensamente a nuestra Cuba querida y valorar lo que tenemos. No es perfecta, pero como nuestra Isla nada en el mundo.  

Una experiencia hermosa, de un crecimiento profesional muy grande porque se opera mucho, sobre todo de la traumatología por accidentes.  

Guardias localizables durante estos tres años y cuatro meses. También me ha obligado a estudiar el idioma porque conjugo la asistencia médica con la docencia en la formación de los especialistas saharauis. 

La pandemia de la Covid-19 lo cambió todo: el cirujano y yo tuvimos que cambiar el bisturí para asumir los casos de la enfermedad con mucha cautela, pero poniendo por delante el deber de salvar la vida de las personas, como nos enseñaron en la escuela médica de la Cuba de Fidel. 

En un inicio como te dije siempre con algo de miedo, pero luego tu sabes cómo somos los cubanos, que nos gustan los retos y lo asimilamos con mucha pasión.

–  Hablando de retos: la ortopedia y la traumatología es una especialidad que demanda mucha fuerza y destreza, ¿cuánto lleva de osadía y atrevimiento?

– En esta profesión no puedes tener miedo. Los nervios no pueden entrar al salón de operaciones. Hay que ser audaces en todo momento, pues en las condiciones que impone el bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos, la mayoría de las ocasiones no disponemos del instrumental necesario para efectuar algún procedimiento. 

Ahí es donde entra el ingenio del cubano para solucionar cualquier complejidad, son habilidades que se adquieren con la experiencia y al trascurrir los años. Créeme que gratifican la sonrisa de nuestros pacientes y el abrazo de los familiares.

– Oiga sus suegros le han salido de “oro”… 

A esta pregunta, Jerry demora unos minutos en responder, y lo imagino junto a su amada con la mirada húmeda. 

Los supongo abrazados, trasladándose hasta la vivienda marcada con el número 45 de la calle Calixto García, de la ciudad de Manzanillo. Allí los esperan Jerry José, de siete años e Isabel Victoria, de seis, acompañados por los abuelos maternos Osmaida y José Luis. 

Mi entrevistado tiene otro hijo, Jerry Alfredo Coello Labrada, de un primer matrimonio. 

– Mis suegros son como mis padres. Soy huérfano de padre y madre hace años y ellos han ocupado ese lugar con sobradas muestras de amor y cariño. 

Si no fuera por ellos no tendríamos la tranquilidad en estos poco más de tres años. Osmaida y José han sabido cumplir el reto de enseñar a los niños y educarlos: su inicio en la escuela. Ellos son los mejores abuelos y padres que existen; son personas de campo, pero con una admirable inteligencia natural.

– ¿Qué le queda por hacer en la Medicina?, ¿se arrepiente de una profesión que demanda mucha entrega personal y sacrificio familiar?

– Me queda un “mundo” por hacer y aprender porque “vivimos” estudiando para ser mejores profesionales; me queda por regalar muchas sonrisas a los niños que necesiten “mejorar” su andar por la vida. No, no me arrepiento de ser médico, todo lo contrario: es incomparable la felicidad al compararla con los sacrificios. (Fotos: Cortesía del entrevistado)

 

 

 

 

 

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