Minutos “al límite”

El mensaje convirtió en líneas la incertidumbre ante el riesgo, emoción e intrepidez, pero ganó la voluntad del reportero por captar vivencias en imágenes estremecedoras por la carga de pasión, el arrojo de los hombres y mujeres que vestidos de verde o blanco defiende el valor más sagrado de una persona: la vida.

Es el manzanillero “Celia Sánchez” el hospital clínico, quirúrgico y docente que atiende a los pacientes granmenses positivos o sospechosos de padecer el nuevo coronavirus, una misión en la que el colectivo estrecha relaciones como una familia.

Así lo distingue el Doctor Agustín de la Torre Reyes, director general, y afirma que el Sars-CoV-2 los obligó a transformar salas, reorganizar servicios, y perfeccionar la labor para cumplir con la palabra empeñada a José Ángel Portal Miranda, ministro cubano de Salud Pública.     De la Torre Reyes no oculta la satisfacción que nace en nivel de profesionalidad demostrada en cada proceder por los especialistas y asegura que “hay suficiente disponibilidad de recursos materiales y humanos para ejercer el trabajo, junto a la posibilidad que en menos de un mes sobrepasemos la cifra de las 130 camas destinadas a la Zona Roja.”

Casi quince minutos pasadas las once de la mañana estábamos listos, “forrados de pies a cabeza”: Rey Villa, el más brillante y osado de los camarógrafos de la televisión granmense; Elizabeth Reyes, corresponsal–jefa de la Agencia Cubana de Noticias, aquí y este redactor.   

El escenario conmueve por la quietud de los pacientes, en su mayoría abuelitos, y “parte el corazón en dos” mirarlos y constatar que permanecen con la vista “perdida” al horizonte por las persianas, como buscando aliento, luz para la ruta quebrada por un virus letal, o imaginando que estas serán las últimas hojas del almanaque personal.  

Quizás suceda, pero “¡nana nina, tres patines!” cuando los periodistas conocen a muchachos y muchachas, ¡inmensos de los pies al cielo!, los heraldos de la salud y la vida, herederos de las ideas y la estirpe de Fidel.

Asombra la pulcritud en cada espacio de la sala 1K del “hospital Covid-19”, como llama el colectivo al cuarto nivel de la instalación médica de la Ciudad del Golfo de Guacanayabo, que asume la compleja, pero gran misión.

Veinte años de experiencia es suficiente período para que el team que allí trabaja ahora confiara las riendas de la sala al Licenciado en Enfermería Eloy Carrillo Sosa, profesional que parece no tener frenos ante nada: no se separó de los periodista y estuvo al tanto de que ninguno de los tres diéramos “un paso en falso, porque vuelven aquí y no precisamente a reportar. 

“Comenzamos a las 6 y 30 de la mañana. Me ha hecho crecer como persona, como especialista porque tiene dosis de sensibilidad, de luchar por la salud de los pacientes. Registramos las dietas, los pases de visitas junto con los médicos, y brindamos apoyo psicológico a los pacientes, un tema primordial porque en la mayoría de los casos se deprimen.

“Cumplimos con el deber, con la tarea que nos encomendó la Revolución y la máxima dirección del país. No tengo hijos, pero sí hermanas que me esperan en casa y por mí y por ellas, me cuido mucho. Estaré dispuesto siempre”, nos comentó.

Maricé Sánchez Guerra, tiene 31 años, es colega de Eloy, y “no hay un minuto que no piense en mis dos niñas de cinco y ocho años. Soy diplomada en obstetricia y neonatología, y le aconsejo a los padres que cuiden muchísimo a sus pequeños.

“No hay motivos para arriesgarlos. Nunca dudé en dar mi paso al frente para asumir la tarea, sin importar los riesgos y las dos niñas que dejo en casa. Aquí soy útil ahora. Sobrellevamos el miedo al sostener relaciones laborales con otros colegas y trabajadores que no conocías y entonces la confianza le da paso a la familiaridad entre todos.

“Bromeamos, nos reímos y así el estrés disminuye un poco”, dice y una lágrima desciende por la mejilla de esta muchacha, trabajadora del policlínico #2 Ángel Ortiz Vázquez.

Es el más joven de todos y hace poco más de un año llegó al “Celia Sánchez” para laborar como distribuidor de agua a las distintas salas de la institución. No tiene miedo y una muestra son las siete ocasiones que ha trabajado en “la caliente”, como le llama a la zona roja. Juan es el fumigador del “team” 1k.

“Lo hago por la compleja situación epidemiológica que presenta el país y de la cual Granma no escapa, ahora más cuando la transmisión de la enfermedad parece tener un nuevo repunte.

-¿Qué dice la familia? El muchacho hace silencio y revela.

– Desgraciadamente, mis dos padres son fallecidos.

– Imagino que deben estar bendiciéndote desde la estrella con más bonita del cielo…

– “Sí, seguro que sí. Están orgullosos del hijo que tienen.”

– ¿Qué mensaje le enviarías a los jóvenes que no han meditado en la magnitud del peligro y arriesgan sus vidas?

– “Que se cuiden mucho. Cada vez que vayan a salir sin nasobuco o con él mal colocado piensen que hay muchos cubanos arriesgando la vida por la salud de todos. Hay que unirse todos, luchar y pa´lante. Seguro que de esta salimos.”

Los doctores Yunisvanis Fonseca Mora, residente en Medicina Interna y Yunier de la Paz Castillo, de igual nivel en Anestesia y Reanimación, coinciden que en la Zona Roja “hay que ser muy cautelosos y vigilar el más mínimo síntoma que indique algo “raro” en la evolución de los pacientes. Esperamos que todo salga bien para disfrutar el Día de los Padres con nuestras familias.”

El staff de especialistas lo completan el galeno Daniel de la Paz, la enfermera Yisel Fonseca y el personal de apoyo. Hay otro amplio grupo de protagonistas en una sala similar; dos destinadas a pacientes confirmados con el Sars-CoV-2 y una para los enfermos graves.

Los diálogos dejaron el hálito de seguridad en el éxito y la convicción profunda que para los jóvenes cubanos no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza del valor, las ideas, la rectitud y los desafíos. 

Nos despedimos con los brazos en alto. Han trascurrido para los periodistas varios minutos al límite y, poco a poco, dejamos atrás al equipo de héroes y heroínas. Ellos deben atender a sus pacientes. Por las ventanillas de la sala 1K del “Celia Sánchez Manduley” irradian, junto con los rayos del sol, la esperanza y la vida.

 

 

 

 

 

 

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