Antonio Vázquez Gallo, también un hombre de radio

A este mismo Antonio Vázquez Gallo lo encuentro más de cuarenta años después, cuando su nombre se me ha hecho familiar y admirado a través de la pantalla chica que me devuelve un sello personal de mucho valor en Aventuras, programas infantiles y humorísticos y, sobre todo, en las Grandes novelas y en el estelar Gran teatro del sábado que tanto logran esclavizarme cada semana frente a mi televisor.

Pero lo que muchos no saben es que Antonio Vázquez Gallo es también un hombre de la radio. Llega a ella a su regreso de España, cuando estalla la Guerra Civi”.

“Ya en La Habana, como se habían abierto los Institutos, después de la caída de Gerardo Machado, logré matricular en el Instituto de La Víbora, para tratar de obtener mi diploma de bachiller, que no había logrado antes por la Guerra Civil”.

“Aquí en Cuba me gradué como bachiller y logré entrar en la Universidad, estudiando las dos carreras de Filosofía y Letras y Pedagogía”.

“En casa de mi abuela, en La Víbora, conocí a un barbero que era amigo de Conchita Nogara, esposa de Luís Aragón y oyéndome recitar en el sarao que los jueves celebraban en casa de mis tías, me presentó a él. Luís Aragón dirigía Propagandas Múltiples y me hizo una prueba y enseguida entré a trabajar en el grupo de teatro de Enriqueta Sierra donde conocí a Pablo Medina, Miguel Llao y otros que me dieron una mano y comencé a laborar en los programas radiales. Pero estuve poco tiempo”.

Y no regresa a la radio?.

“Sí, como no. Cuando en 1947 Gaspar Pumarejo comenzó a buscar talentos para inaugurar una nueva estación de radio, la Unión Radio, en Prado, nos contrató como directores y actores a Roberto Garriga y a mí y comenzamos ambos a dirigir programas de radio con nuevos actores del medio. Allí empecé a realizar esta labor con actrices como Gina Cabrera y Margarita Balboa, entre otros artistas; pero al mismo tiempo me dediqué a los programas infantiles de la emisora, como El abuelito cuentalotó y Kindergarten Musical, con canciones de Cri-Cri, del mexicano Gabilondo Soler. Como pedagógo que era fui comisionado por María Julia Casanova para esta labor”.

¿Cuándo es que usted hace teatro?

Mi vida artística comenzó siendo alumno de tercer grado de Los Salesianos de La Víbora. Fue con el padre Salvador Herrera que era muy amante del teatro y escogió a los alumnos que tenían aptitudes. Ahí trabajé en varias obras de la Galería Teatral Salesiana, eran adaptaciones del teatro español e italiano, para hombres solos. La primera en que figuré fue en El gorrión. Después, trabajé en muchas obras más de ese repertorio y comencé a recitar en sus funciones públicas.

¿Tenía algún antecedente artístico en su familia?

Yo había respirado el venenillo ese del teatro, cuando de niño mi madre me recitaba y enseñaba muchas poesías. Pero, ya en 1931, nuestra vida en Cuba dio un vuelco importante. Con el régimen de Machado en el poder la situación económica en Cuba se hizo difícil y coincidente con que mi padre, gallego, quería de nuevo ver a su madre, ya anciana, antes de morir y decidió llevarnos a España.

¿Y en España continúa desarrollando su afición por el teatro?

Sí. Cuando llegamos matriculé en Los Salesianos de Orense. Yo estaba ya en quinto grado y como en el colegio de Los Salesianos cultivaban también el gusto por el teatro y se había formado un coro, de inmediato, me ubicaron en ambos, pero fue por poco tiempo, porque mis padres querían que estudiase el bachillerato y me matricularon en la Academia Sueiro. Ya vivíamos en la ciudad y el colegio me quedaba cerca de la escuela. Su director quiso ayudarme y pude matricular en el Instituto y como necesita a alguien que ayudase a su cuñada, que enseñaba a leer en el primer grado, me colocó junto a ella y comencé a ejercer como profesor, enseñando a leer a los párvulos.

Como alumno, allí escribí, para inaugurar el teatro de la escuela, mi primera obra, que se llamó Aquellas palabras y se estrenó en el cumpleaños del director don Manuel Sueiro, dirigiendo yo a un grupo de mis compañeros. Esta sencilla fiesta fue reseñada por el periódico local La Región y en su cincuenta aniversario publicaron esa crónica que fue enviada a Cuba y aún conservo.

Don Manuel era de izquierda y me guió en los estudios y en el desarrollo de sus ideas. Durante la guerra se salvó de milagro de ser ejecutado, pues no se encontraba en Orense. Guardo de él un grato recuerdo

¿Y después?

Después, mi tía Concha, viendo mi afición por las artes escénicas, me hizo socio de la Juventud Católica que tenía un local muy bueno con un escenario que no se usaba y allí, con un grupo de socios, decidimos poner obras de teatro y así comenzamos con Fortunato, de los Hermanos Quintero, con Todo un hombre, de Carlos Arniches, etcétera. Al mismo tiempo, en los fines de fiesta, comencé a ejercitar la recitación de poesías de autores españoles y cubanos. Tanto me gustaba el teatro que allí hacía de todo, hasta pintar los decorados.

¿Hasta cuándo desarrolla estas actividades?

Estalló la Guerra Civil. Mi madre estaba grave por una operación y, como era cubana, quiso volver a Cuba, donde vivía toda su familia, y mi padre logró resolver con dos partidas de nacimiento de mi hermana y mía, con la ayuda del director del Instituto y del cónsul cubano en Vigo, nuestro viaje a Cuba, pues los papeles de mis padres y de mis otras hermanas se habían quedado en Madrid, y con esas dos partidas pudimos mi hermana y yo regresar a La Habana a principios del año 1937.

Ya en La Habana, como se habían abierto los Institutos, después de la caída de Gerardo Machado, logré matricular en el Instituto de La Víbora, para tratar de obtener mi diploma de bachiller, que no había logrado antes por la Guerra Civil.

Es en esta época cuando comienza en la radio. ¿Por qué no continúa en la radio?

Por los estudios en la Universidad que me llevaban mucho tiempo. Pero, a la vez, me conecté con la Universidad Espiritual que dirigía Guillermo Sánchez. Daba la casualidad que allí estaban haciendo pruebas de actores para la primera obra que iba a montar Ludwig Shajowicz: Antígona, de Sófocles.

¿Y lo aceptaron?

Sí. Tenía en aquel tiempo veintidós años y me asignaron por mi voz, el papel de Tiresias, el adivino, que era un viejo de setenta años. Así empecé con el Teatro Universitario, con Luisita Caballero, el doctor Rafael Ugarte, Nena Acevedo, Loly Rubinstein y otros más. Con Shajowicz protagonicé Las coéforas, de Esquilo, Tartufo, de Moliere, Noche de reyes, de Shakespeare, Nuestra Natacha, de Alejandro Casona y varias más.

¿Cuándo usted, además de actor, incursiona como director de teatro?

Cuando Ludwig Shajowicz va a Puerto Rico a dirigir el Teatro Universitario de Río Piedras. Me designan como director del teatro Universitario para dirigir una obra para la Escuela de Verano. Antes, como yo era profesor en la Academia Ruston, también había dirigido algunas obras para el Lyceum como Cuento de hadas, El cartero del rey de Rabindranath Tagore y otras.

La obra que escogí para La Escuela de Verano fue Medea, de Eurípides y seleccione a Violeta Casal para el papel de protagonista, a Gaspar de Santelices para el Jasón y a Jorge Guerrero como el mensajero.

Esa representación fue muy elogiada por los profesores extranjeros que nos visitaban. Entre ellos, pude conocer a María Zambrano, que me elogió mucho el trabajo que se había hecho ese verano. En la selección de ARTIC ese año fue escogida por sus críticos la obra Medea.

En el verano siguiente La dama duende, de Calderón de la Barca, también fue seleccionada por ARTIC.

Comencé luego un período donde alternaba la dirección y la actuación. En eso fuimos invitados a un viaje a Guatemala para inaugurar un teatro al aire libre durante el gobierno del presidente Arévalo, en la celebración de los Juegos Panamericanos, para pasar después a Ciudad México y actuar allí en el Bellas Artes, con Medea también. Además se estrenaron La fablilla del secreto bien guardado, de Alejandro Casona y otra obra de Valle Inclán, dirigida por el doctor Luis Baralt. Allí tuve que incorporar el mensajero en Medea, pues a Jorge Guerrero no le dieron el permiso para ese viaje por su trabajo con Crusellas, en CMQ Radio.

¿A partir de ese momento usted continúa simultáneamente con dirección y actuación?

Fue por poco tiempo, pues no me satisfacía la desorganización que había en la planta y por eso decidí seguir como profesor en la Academia Ruston.

Usted primero incursionó en el teatro y en radio, pero es la televisión su medio de expresión fundamental. ¿Cómo se produce su primera presentación en televisión?

El propio Gaspar Pumarejo inaugura una nueva planta, Unión Radio Televisión, el 24 de octubre de 1950 en Mazón y San Miguel y de nuevo María Julia Casanova me llama para dirigir los programas infantiles y, poco a poco, me asignaron otros diferentes como un programa mixto, con libreto de Juan Herbello que combinaba sketchs con música española y que interpretaban Matilde Camejo y Manolo Tirado en la guitarra. Se llamó Patio andaluz. Así fue como me convertí en fundador del Canal 4 y estuve allí laborando ya largo tiempo fungiendo como director, actor y escritor de programas dramáticos de media hora. El primer programa regular que salió por el Canal 4 lo dirigí yo con La escuelita y Gaby, Fofó y Miliki, desde un control remoto en el teatro Alkázar.

Infiero que a partir de ese momento su nombre se vincula a programas que más allá del tiempo quedan grabados en la memoria.

Ya también como actor dramático, y bajo la dirección de Cuqui Ponce de León, protagonicé uno de los primeros programas dramáticos del canal 4, que fue La Cruz y se hizo con motivo de la Semana Santa.

Más tarde dirigí muchos más como Drama con Velia Martínez y el Programa de Crusellas titulado Su programa Fab. Como actor realicé larga labor en Foto crimen y otros y me especialicé en un programa de tensión, escrito por Marcos Behmaras, que recibió premio de la revista Gente, titulado Esta noche a las nueve con actores tan sobresalientes como Reynaldo Miravalles, José Antonio Rivero, Vicente Revuelta, Rosa Felipe y muchos más. Más tarde hice Mi sombra y yo también de Marcos Behmaras, con Pablo Medina como actor-narrador. También este programa fue galardonado.

¿Y qué me puede decir del programa Aventuras?

Que surgió por azar. Cuando CMQ contrató y se llevó a Gaby, Fofó y Miliki, se me hizo el encargo de llenar el vacío que habían dejado en la programación de infantiles. Entonces se me ocurrió comenzar el relevo con un programa llamado Aventuras y la primera serie con El hacha escondida. No obstante ser realizada con escasos recursos y elenco artístico nuevo, obtuvo enseguida una gran aceptación y buen rating pese a la gran acogida que tenían los payasos españoles por el Canal 6. Este programa reveló el gran gusto que tenía el público por la programación en serie de las aventuras.

Personalmente lo recuerdo como director dramático en CMQ Televisión.

Hacía ya mucho que Manolo Cores, cuando se acercaba el tiempo que terminaba mi compromiso anual con el Canal 4, me llamaba para que firmase con ellos. Pero, más bien por el cariño y la costumbre que tenía en el 4, no llegábamos a un acuerdo.

Luego supe que el interés del canal 6 era hacer un programa de teatro dramático muy importante con Gina Cabrera como protagonista, el Gran teatro del sábado, patrocinado por la cerveza Hatuey. Y llegó un momento en que, tras varios cambios de dirección en el Canal 4, se pusieron las cosas inciertas allí y esto coincidió con una nueva proposición de Manolo Cores. Decidí firmar con ellos y fue una buena decisión, porque poco después el Canal 4 cerró a medias.

Comencé en CMQ Televisión con el nuevo programa y a él dediqué todo mi amor.

Designé de protagonista masculino primero a Santiago Ríos, que se asustó al tener que memorizar un papel tan largo y, después, ocurrió lo mismo con Enrique Santisteban  y al decirme Cores que no íbamos a poder debutar en la fecha señalada me decidí probar con Jorge Félix. Un actor novel que aceptó la prueba y salió airoso de la misma, convirtiéndose del día a la noche de un aficionado a un actor estelar que demostró luego su valía en múltiples ocasiones. La sombra, de Darío Nicomedi, resultó un notable éxito aquella noche del debut del Gran teatro del sábado y Jorge Félix fue luego pareja de Gina Cabrera en muchas otras obras estrenadas en el nuevo programa.

Gina Cabrera siempre fue maravillosa, compañera de sus compañeros, con una memoria prodigiosa, una disciplina y ductilidad que se avenía bien con cuanto personaje femenino se le asignara, al mismo tiempo ya yo me enfrentaba con otros programas como Una luz en el camino, que en esa época escribía Aleyda Amaya y que obtuvo un gran rating en las encuestas que le hacían regularmente.

En cuanto a las obras fundamentales de teatro que llevan a escena, ¿cómo escoge el repertorio?

Empezamos con obras que llegasen al público, sobre todo con famosos melodramas de grandes autores españoles como Jacinto Benavente, Martínez Sierra, etcétera, y con otras famosas de autores franceses, americanos, ingleses e italianos como Ibsen, Tennessee Williams, Arthur Miller y Pirandello. El espacio tenía tiempo bastante como para presentar obras completas, de modo que, más tarde, ya con su público estable y fiel al Gran teatro del sábado, nos atrevimos con obras más largas en duración y más complejas y dimos a conocer en televisión a Shakespeare (Otelo, Macbeth, Noches de reyes) y a los griegos como a Eurípides y Esquilo (Medea, Antígona, Agamenón). Fue un reto, nadie se había atrevido con la puesta en escena de esas obras.

Con Otelo se hizo un survey cada cuarto de hora y arrojó un extraordinario resultado: todo el público vio la obra hasta el final, pese a su duración: tres horas cuarenta y cinco minutos. Recuerdo que en la revista Carteles su crítico de televisión le dio la Corona de Laurel, su premio máximo.

¿Entre las complejidades de la puesta en escena ¿cuáles señalaría?

En esta época no se contaba con el video, por lo que las obras se hacían de memoria y sin paradas, algo que era una notable proeza. El teatro era alterno y se cruzaba con la puesta en escena, cada quince días, de una zarzuela o un concierto . El programa al principio se hacía con dos cámaras. Después se le incorporó una tercera.

¿Qué le motivaba a hacer este tipo de obras?

Una razón poderosa. Gran teatro del sábado era un vehículo nuevo para llevar cultura al pueblo. Este programa fue un gran medio para este empeño. Pero esto se logró no sólo con el teatro, sino más tarde con la puesta en pantalla de Grandes novelas. Por medio de ellas dimos a conocer a Balzac, a Dumas, hijo, a Stendhal, a Pérez de Ayala, a Pérez Galdós, etcétera. La puesta de estas novelas dio como resultado que muchas de estas obras fueran compradas en las librerías por los televidentes cuando se exhibían en la pantalla. Otro medio, pues, de expansión de la cultura para nuestro pueblo.

¿Algún recuerdo especial sobre el teatro?

Cuando el ataque mercenario por Girón, en tiempo récord, monté Numancia, de Miguel de Cervantes, con arreglo de Alberti. Fue un grito de victoria, interpretando el sentir de nuestro pueblo.

Además de los teatros y las grandes novelas, en otros espacios, ¿cuál es su labor fundamental?

Hice programas de tensión e infantiles, como Tía Tata cuenta cuentos, de la inolvidable Celia Torriente, además, El rostro del destino, de Marcos Behmaras, ese gran maestro de la adaptación, San Nicolás del Peladero, de Carballido Rey, con un formidable y recordable elenco de actores y actrices. Pero una vez, aún siendo director en el Canal 4, me dieron un espacio de media hora para que crease un programa en competencia con el Canal 6 que transmitía el boxeo y se me ocurrió oponerle unas Historias de amor, escogiendo como protagonista a Maritza Rosales que hasta aquel momento se había especializado haciendo papeles de y el resultado fue que en el survey salimos en un elevado rating por lo que fue patrocinado el programa por Revlon.

Pero en el canal 6, además de teatro, comencé en el programa Aventuras en vivo. Entre otras realicé La isla del tesoro y luego El corsario negro de lunes a viernes. En esta serie debutó como actriz en el papel de Honorata de Van Guld, Loly Buján, que con el tiempo llegó a ser una gran directora de obras de teatro y telenovelas. Tras estos programas escribí y dirigí Los Bucaneros y durante tres años Los mambises, con libretos de Manuel Carballido Rey y que tuvieron también tremendo éxito.

Un cambio en mi labor de director de Grandes Novelas fue cuando Marcos Behmaras y Ramiro Puerta me encargaron la realización, en el Canal 4, de una programación competitiva con el Canal 6. Fui disciplinado y acepté por un tiempo, porque lo que siempre quise fue ser director en efectivo y no dirigente. Como director del canal 4 me tocó vivir toda la Crisis de Octubre. Allí conocí a María Bachs.

¿Cuándo la conoce ya María Bachs incursiona en la novelística universal?

No, todavía no. Te hablo de principios de los años sesenta en el Canal 4. Allí realicé una nueva proyección de la programación, pero mantuve en el aire un programa llamado En las garras del imperialismo. Aunque lo escribían varios escritores, los libretos de María Bachs, tenían un sello de distinción. Por ello solicité asegurar su presencia con un primer contrato. Después sería mi guionista en Grandes novelas. Con María Bachs tuve una amistad grandísima. Indudablemente que dejó una huella y a la vez un vacío, en la pantalla, con su muerte.

¿Usted guarda los libretos de las obras adaptadas por María Bachs?

Todas las que dirigí las he conservado con mucho cariño. Soy de los que creo que debíamos retomar a los clásicos en la telenovela.

Usted es además un maestro para las generaciones actuales. Hábleme de este proceso?.

Ya en la década de los sesenta Marcos Behmaras fue el máximo impulsor de la escuela para la formación de nuevos directores para la televisión. Al llamado acudió gran número de aspirantes, mucho de los cuales, al graduarse, formaron la nueva plantilla de la televisión, como Loly Buján, Eugenio Pedraza Ginori, Eduardo Moya y Humberto García Espinosa. Uno que hubiera dado un buen director fue José Corrales, pero prefirió seguir como actor.

Después de esta labor docente, con anterioridad, aparte de mi labor como director habitual, impartí clases de gramática española, de versificación española, de actuación, de Encuadre y de Realización de Imágenes a los camarógrafos.

Cuando se realiza esta entrevista, en 1999, ofrece sus conocimientos como profesor en la Facultad de Radio, Cine y Televisión que inaugura como decano el compañero Jesús Cabrera.

Si tuviera que recordar a grandes actrices y actores de sus obras en televisión. ¿Quiénes serían de mención obligada?

En primer lugar recuerdo, como dama joven a Gina Cabrera, poseedora de extraordinaria memoria, gran disciplina, modestia, perseverancia. También como artistas relevantes, pilares en cuantos papeles principales asumían, a Raquel Revuelta, Maritza Rosales, Rosa Felipe, Minin Bujones, Margarita Balboa, Margarita Prieto, Mary Munné, Ana Lasalle, María de los Ángeles Santana, Velia Martínez y Rosita Fornés.

Entre los actores masculinos señalaría a Reynaldo Miravalles, José Antonio Rivero, Manolo Coego, Ernesto de Gali, Enrique Santisteban, Ricardo Dantés, Agustín Campos, José de San Antón, Erdwin Fernández, Armando Bianchi y Enrique Arredondo. Fueron muchos y harían la lista interminable.

Junto a tantos nombres reconocidos, surgieron naturalmente otras actrices jóvenes, que luego serían cabeceras de elenco, como Coralita Veloz, Susana Pérez, Ofelia Núñez y otros actores también.

Desde su vasta experiencia en la radio, el teatro y en la televisión, ¿cuál es el elemento fundamental para lograr un trabajo serio en los medios?

Ante todo poseer una gran cultura. El director tiene que enfrentar grandes y diversos problemas: debe conocer de historia, de ambientación, de costumbres y vestuarios, de psicología, de dicción, algo de idiomas, para la pronunciación de nombres y apellidos extranjeros, de iluminación, de encuadre y calidad de las imágenes. Debe poseer carácter para organizar la disciplina y exigir la memorización y el orden en el trabajo. Es decir, poseer las cualidades del director, que es el más responsable en el estudio y en la cabina.

Cuando se estrena su primogénita Camorra, la crítica adelanta sin titubeos .

Y la vida de Antonio Vázquez Gallo, multifacético creador, para el que la radio, el teatro y la televisión no tienen secretos, no ha defraudado esta apreciación, es más, aseguro, su talento ha desbordado en un manantial de creatividad para rubricar una obra que ha alimentado la espiritualidad de miles y miles de personas durante más de cincuenta años.

Razones sobran para que haya sido nominado al Premio Nacional de Teatro, 2001. Y se le entregue el PREMIO NACIONAL DE TELEVISIÓN, en su primera edición.

Antonio Vázquez Gallo desaparece físicamente. Pero la Radio, el Teatro y la Televisión en esa historia tan promisoria inscribe entre sus grandes nombres con justeza, el suyo.

 

 

Autor

  • Josefa Bracero Torres

    Josefa Bracero Torres [Camagüey. 1942]. Multipremiada investigadora, locutora, periodista, realizadora e historiadora de la Radio Cubana. Licenciada en Periodismo. Primer expediente 1974-1979. Locutora de primer nivel. Jefe de Información y Directora provincial de Radio y TV y de Radio Cadena Agramonte, [1969 y 1985]. Vicepresidenta del ICRT [1985 y 2004]. Entre los reconocimientos que posee se encuentran: Cuadro destacado del Estado, Orden Ana Betancourt, Distinción por la Cultura Nacional, Premios Nacionales de Radio y Actuar por la obra de la vida, Artista de Merito de la Radio y la TV, Hija Ilustre de la provincia de Camagüey. Premiada en Festivales Nacionales de Radio, 26 de Julio y Caracol, y por la Caribeann Broacasdting Awards. Tiene 12 libros publicados, sobre la historia de la Radio y la Televisión, así como el libro TULA, escrito en honor a la ilustre principeña en su el año de su bicentenario.