Eduardo Saborit nuestro juglar de la música criolla

Sucede en un estudio de CMQ, a finales de 1961. A petición de Esther Borja crea Despertar y ésta, al grabarla con el timbre inigualable de su voz, lega al pentagrama  una página que inserta en la historia un hecho sin precedentes en los anales de la humanidad.

Cuando se refiere a este Juglar de la Alfabetización, el maestro Adolfo Guzmán señala: “No separó su creación musical de su ideal realizado. Sólo sintiendo la tarea que él mismo se impuso pudo haber surgido como surgió su inolvidable canción Despertar”.

Saborit llega a la Radio siendo ya un concertista de guitarra y con conocimientos de piano y clarinete, obtenidos en su natal Campechuela y en Santiago de Cuba. Su paso por la CMJK, la radioemisora más importante de Camagüey en la década de los 40 es fugaz, pero los mayores aún lo recuerdan.

Después se inserta al elenco de la Cadena Azul de Amado Trinidad en la Ciudad de Santa Clara. Allí da a conocer un tema que lo populariza a través de las ondas, La guayabera. Más tarde se abre paso en la CMQ de Monte y Prado y participa en programas de gran audiencia, como el famoso Rincón criollo, que tiene entre sus protagonistas a Sol Pinelli y a Emilio Medrado.

Eduardo Saborit es el creador de la música de aquel jingle, que con el pretexto del jabón Rina, conmueve a la nación en los días finales de 1958, cuando la voz de Consuelito Vidal, les dice aquel texto de Iris Dávila: “Hay que tener fe que todo llega…Y recuerde que la fe mueve montañas”

Para quienes éramos adolescentes entonces y las generaciones de hoy, la guajira, cuyo estribillo se repite con reiteración: “conozca a Cuba primero y al extranjero después”, pertenece a este cubano, a este criollo, a este cronista musical, que se nos va prematuramente en marzo de 1963. El estudio tres, de la entonces CMQ Radio, inscribe con orgullo su nombre.

Testimonian los antiguos trabajadores de CMQ, que ese es un lugar donde suele pasar el tiempo. Allí crea, ensaya e interpreta sus canciones este exponente de la música popular revolucionaria. El que es capaz de convocar a la conciencia nacional para sumarla a la gran cruzada con lápices, cartillas y manuales y hacerla Despertar, abrazada al tronco de aquel framboyán. El mismo que anuncia la nostalgia, la penumbra eterna de los que “se pierden el rumor de las palmeras, se pierden del sinsonte el dulce canto, se pierden tanto, tanto, que se pierden hasta el llanto de la madre que se queda.”

Jesús Orta Ruiz, El Indio Naborí, al despedirlo, le dedica una Elegía que lo hará  eternizarse entre su pueblo. Así concluye:

“Por tener hondas raíces, por alegrar campesinos,
por desear los caminos, llenos de niños felices;
por alertar:
“Tú que dices que tu Patria no es tan bella”
y por morir en la huella
de Fidel y de Martí,
toma, mi hermano, “un rubí,
cinco franjas y una estrella“.

Aquel día en el Cementerio de Colón,  también el Coro de la Escuela de Instructores de Arte, que dirige la profesora Cuca Rivero, eleva sus voces para decir Despertar.

 

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