Gerardo Fernández García, el maestro de la dramaturgia cubana

¿Qué títulos recuerda de aquel momento que marca el cambio de una radio comercial a una radio nueva?

Realmente el primer programa que escribí fue Cuba en el mundo.  Tuve la suerte de entrar a la radio de la mano de Julio Batista quien era el alma de aquel espacio, su director y primer escritor, o guionista. Pero para mí fue mucho más que eso, porque llegué a la emisora de la calle Infanta sin formación estética alguna, y tampoco política: estaba adherido a un proceso, pero no tenía plena conciencia de lo que significaba. Junto a Julio lo aprendí.  Y junto a Julio echamos aquella batalla contra la radio comercial.

¿Y después?

Luego de Cuba en el mundo escribí programas históricos, como bien tú dices, La Gran Aventura de la Humanidad y también Grandes momentos de la historia. Este último también lo dirigía y, cuando Félix Pita Rodríguez dejó de escribirlo, lo hice yo.  En ambos escribí la historia de Túpac Amaru, y una biografía de Cervantes. En 1968 me pasan a lo que aún era CMQ en ese mismo año dejó de serlo para convertirse en Radio Liberación, para que escribiera y dirigiera El diario de campaña de Máximo Gómez.  Es cuando caigo en manos de Iris Dávila, Odilia Romero, Isabelita Rodríguez y Martha Jiménez Oropesa, que, directa o indirectamente, terminaron de formarme.

¿Y en cuanto a las obras de la ficción?

Paso entonces a escribir ficción, pero una ficción muy relacionada con la realidad.  Te cuento: Salvador Wood, “Cepillo”, me escucha hablar en un estudio de radio sobre Ernest Hemingway, al parecer socialmente con mucho de prejuicio, y me invita a que conozca a los pescadores de la cooperativa de Cojímar.  Efectivamente, no hallé a un solo pescador que tuviera la imagen de colonizador que a mí, indebidamente, se me había formado del gran escritor, todo lo contrario.  Pero en mi entrevista a los pescadores, va saliendo la propia historia de la cooperativa que todos ellos habían formado. Una historia dura, desgarrada muchas veces, apasionada, con sus amores, con sus frustraciones y con sus éxitos.  De ahí surgió una radionovela que titulé La resaca del tiempo norte, pero también mi premio David de teatro con la obra La Perra. ¿Por qué te digo todo esto?

Porque el nuevo modo de hacer radionovelas o dramaturgia en sentido general, tuvo que ver con los cambios que se estaban produciendo en la realidad.  Claro, en aquel entonces no lo sabía, pero hoy te puedo decir que técnicamente lo que hicimos –porque no fui sólo yo, desde luego- fue un simple cambio de género, dejamos de hacer melodramas, para escribir tragedias y comedias.  Es decir, el empleo de géneros realistas que sirvieran mejor a los intereses de la nueva sociedad.

Escribir directamente al ditto, o sea al día, era muy  presionante para el escritor. ¿Cómo lo aprecia?

¿Hoy? Como lo que me proporcionó una disciplina de trabajo.  No podíamos esperar a que bajara la musa, ella tenía que hallarnos trabajando, como alguien dijo.   La radio no espera.  Como bien me recuerdas, durante muchísimos años escribí por la noche, directamente en ditto, el libreto que se reproducía y grababa para el director y los actores en la mañana y a la una de la tarde salía al aire.  Con el riesgo de que alguien me considere petulante, creo que muchas cosas buenas mías se hicieron bajo ese régimen.

Antes de esta experiencia en Radio. Progreso, usted trabaja como escritor en otros medios o emisoras. Coménteme de esa etapa?

No, al triunfo de la Revolución yo era estudiante de la Escuela de Comercio de La Habana, donde formé parte, como aficionado, del grupo de teatro Armando Mirabal, que dirigía el actor Hilario Ortega.  Tenía el compromiso con mi madre de terminar mi carrera de contador, por lo que, sin poder hacer nada, vi cómo se fue formando el Teatro Nacional, entre otros, con mis compañeros de grupo, Idalia Abreu, José Antonio Coro, Luis Alberto García, Noel García, y muchos más, y yo sin poder evadir el cumplimiento de mi compromiso con la progenitora; pero llegó un momento en que no pude más y, faltando poco para terminar mis estudios, vino al grupo el inolvidable Ignacio Gutiérrez, recientemente fallecido, con la propuesta de dos plazas para integrar la Brigada de Teatro Francisco Covarrubias del Consejo Provincial de Cultura, y nos seleccionó al compañero Héctor Álvarez, luego actor del Grupo Rita Montaner y a mí.

¿Cómo se introduce en el fascinante mundo de la narración dramática?

De la Brigada de Teatro Covarrubias paso a dar un curso de actuación en Radio Progreso, es decir, las técnicas de actuación para ese medio, con un magnífico actor de la vieja escuela histriónica de nombre Gerardo Santos, y un día a este señor se le ocurre decirnos que por qué, en lugar de utilizar los libretos de los profesionales para nuestras práctica docentes no intentábamos escribir nuestras propias historias, y yo, que ya había escrito una novela a lo Corín Tellado y una comedia que quise montar con mis compañeros aficionados al teatro, vi como se trabajaba para el formato del libreto de radio y le escribí uno que, cuando se lo leyó, me dijo que se lo iba a mostrar precisamente a Julio Batista, quien tenía un programa que se prestaba para lo que había escrito, exactamente, Cuba en el mundo.  Después de una espera que no por corta fue menos desesperada, recuerdo que en el elevador de la emisora Julio me dijo que el libreto se grabaría.

Te podrás imaginar cómo me sentía yo ese día en la cabina del estudio siete de Radio Progreso, con Julio Batista a mi lado dirigiendo lo que yo había escrito y monstruos de la actuación en el estudio.  Muchas veces le dije a Miravalles que él había decidido mi carrera, porque una de las veces que pude levantar la cabeza para mirar hacia el estudio vi como él le hacía con los dedos de una mano el círculo de la aprobación a Abelardo Rodríguez, su compañero ante el micrófono.  Es decir, que hallaba bien lo que yo había escrito.  Nunca más actué, le cogí el gusto a ser Dios, a crear vida dentro de la ficción.

¿Este es el mundo que soñó desde pequeño?

No, con precisión no.  Yo sabía que era en el campo de las artes, pero no exactamente como escritor.  Llegué hasta a coquetear con el saxofón, instrumento que me fascina.  Realmente esa es mi frustración, no haber podido dedicarme a la música, porque tanto en ella como en la pintura, nunca fui muy creativo que digamos; pero le sigo la vida a todos los músicos y siento por ellos una gran envidia.  Como alguien dijo: envidia azul, claro está.

¿Tiene algún paradigma como escritor?

Sí, posteriormente, cuando ya sabía que en la escritura dramática era donde podía explayarme, los hallé en los dramaturgos norteamericanos: Eugene O´Neill, Tennessee Williams, Albee, esos personajes, de cualquiera de los tres, duros, complejos, tremendamente tridimensionales; y del patio, el Virgilio Piñera de Aire frío.  Me parece que esta última es una obra que aún no hemos superado.

En la Radio ¿quiénes son sus directores favoritos, Y en la televisión?

En la radio, Odilia Romero y Julio Lot…, bueno, y el mismo Julio Batista.  Y en la televisión mi mejor experiencia la he tenido con Xiomara Blanco de El naranjo del patio.  Recientemente vi la teleserie por segunda vez y me gustó aún mucho más su trabajo.  ¡Lo interpretó todo con tanta sabiduría!

¿Qué personajes radiales lo impactaron más, en tanto plasmaron exactamente la intención del escritor?

Si te refieres a los ajenos, recuerdo siempre los de El Gallego Iglesias o los de Zarraloqui, de esa etapa de Radio Liberación.  Pero mucho más la dureza de los de Abelardo Vidal, su parquedad, es decir, su modo de decir mucho con poco; me estoy refiriendo a los nueve años que él y yo escribimos Sector 40 para la radio, pero también a los de En silencio ha tenido que ser o a Julito el pescador. “El cojo” ha tenido  la audacia de salirse siempre por donde no lo esperamos, ese recurso que maravilla es intrínseco al verdadero arte.

¿Cuándo y con qué obra llega a la televisión?

Te cuento: mi primera experiencia televisiva fue frustrante.  Me llamó la dirección de la televisión de entonces para que escribiera una telenovela para el espacio de la Novela Cubana. Querían, incluso,  que dejara de llamarse Horizontes.  Eso, desde luego, en buena lid hubiese requerido cambiar algo más, cambiar su concepción por completo.  Pero no, me plantearon que aún no podía hacer lo que yo acostumbraba en la radio.  Es decir, hoy puedo explicarme con un razonamiento técnico: lo que venía escribiendo en la radio tenía que ver con la tragedia o la comedia y no con el melodrama aberrado que tradicionalmente exhibía un espacio semejante.  Yo hoy, tratando de justificarme, pienso en cómo se funcionaba en aquella época: caí en concesiones porque entendí que lo que me pedían era una necesidad del país.  Pues bien, me adentré en el tema de las microbrigadas, pero con soluciones de melodrama. Un híbrido que nunca ha funcionado como debe ser.
No por gusto Carlos Marx dejó dicho que el género natural de un país en revolución es la tragedia. ¿Por qué? Porque es la lucha de lo nuevo contra lo viejo, hay desgarramientos, hay un enfrentamiento muy fuerte, y lo que hace el melodrama, como género no realista al fin, es suavizar, edulcorar.  Pues bien, pasó lo que tenía que pasar: no funcionó, hablando en plata. Y oye esto, la reacción de los propios dirigentes de la televisión que me habían convocado fue decirme que a la telenovela lo único que le había faltado eran los anuncios de la Coca Cola.  ¡Qué lección más grande!  Desde entonces me dije: “¡Qué va, de hoy en lo adelante ni una concesión a nadie!”.  ¿Tú sabes lo que es ser juzgado por algo contrario a tus criterios?  ¡Nunca más!  ¡Que me censuren, que no me pasen mi obra, pero tengo que poder defender lo que escribo!
¿Con qué obras ha quedado más complacido en la televisión y por qué?
Hay tres: La botija, El naranjo del patio y Madrigal del inocente.

¿Cuénteme sobre los valores de La botija?

La botija es más cine, porque se hizo con esa concepción.  Es una teleserie, pero se filmó toma a toma. Desde el principio le dije al director que íbamos a utilizar de verdad la imagen, que le iba a escribir lo que él no pudiera dar con la cámara.  Fue un trabajo muy bonito y serio: director, jefe de fotografía y yo como guionista, es decir, el verdadero equipo de creación.  Aldo Ángel Alderete me decía: “Si tú quitas ese diálogo te doy esta imagen que lo resume”.  Y así lo hicimos.
Algo que no he dicho nunca es que el tema de La botija se lo debo a Onelio Jorge Cardoso.  Un día en la UNEAC vino corriendo y me dijo: “Ven para que oigas lo que está contando este hombre en la sala Martínez Villena, seguro que te va a servir para esas cosas que tú escribes por televisión”.  Dieciséis noches le estuve grabando al verdadero Teo, protagonista de La Botija aquella fuerte y linda historia.  El centro de la acción base, lo que me dio la estructura, es puro testimonio.
La directora Xiomara Blanco, a pesar de otras obras exitosas, considera El naranjo, como favorita. ¿Cuál es su basamento?
El naranjo del patio es un homenaje a mi madre, pero también, de forma muy destacada, a los trabajadores azucareros.  Ten en cuenta que desde la cuna empecé a oír el llamado del ingenio cada ocho horas, que me deprimí mucho cuando dejó de ser la primera industria nacional, que mi olor preferido es el de la melaza.  Y la historia también es real, sólo que mi padre no fue un Lito, mi padre fue un hombre que todo lo hizo bien, tanto, que si lo diseño como fue nadie me lo iba a creer.  Y como no soy un historiador, sino un buscador de conflictos para estructurar un espectáculo, le cambié la psicología y creo que ahí estuvo el éxito. Escribí esa historia entre la risa y el llanto.  Todavía me da muchas satisfacciones.

¿Qué puede decir de Madrigal del inocente?

Madrigal del inocente, que fue mi premio Coral, cuando todavía el cine para la televisión competía en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano.  Madrigal fue una provocación de Miguel Mejides cuando aún vivía en Nuevitas.  Nos había invitado a Onelio y a Cuca y a mí y a mi mujer a pasarnos una semana en su casa, y luego de una pesquería en esa hermosa bahía, me hizo una pregunta.  Parece que acababa de escribir una de esas historias eróticas que él hace y quiso confrontarme: “¿Tú eres capaz de hacer el amor en un cuento?”.  No me acuerdo qué fue lo que le contesté, pero me quedé provocado, hasta que me desinhibí y escribí mi iniciación sexual.   Primero fue un cuento que se publicó en El caimán barbudo y luego un guión de cine para la televisión.
Pero usted tiene otras obras exitosas en cuanto a la aceptación
Claro que hay cosas que valoro de los tres primeros capítulos de La gran rebelión, que fueron los que yo escribí, de Entre mamparas, de El balcón de los helechos, de mi teatro: Aquí del G-2 soy yo, La perra, La familia de Benjamín García.  Menos de una comedia que escribí y que resultó hasta premiada en un concurso porque el jurado quiso estimular el teatro musical, menos de ésa, me siento orgulloso del resto de mi obra.
Claro que hay obras de aprendizaje como Ernesto, Ha muerto una mujer o Mónica y obras ya de madurez. Pero en general…  Soy el único autor al que dos grupos de teatro le hayan montado la misma obra a la vez.  La familia… fue por el Grupo Escambray y por Arte Popular al mismo tiempo.  Sergio Corrieri se la leyó en la UNEAC y me dijo: “No importa, yo quiero que también mi grupo la monte”, y se estrenó en el Mella, por Arte Popular y en el Terry de Cienfuegos por el Escambray.

Entre sus obras más recordadas en televisión se señalan: La Botija, El Naranjo del Patio, Entre Mamparas, El Balcón de los helechos, Madrigal del inocente…. ¿Qué personajes en la televisión considera que elevaron a planos estelares lo plasmado en la obra?

El Lito de Miguel Navarro en  El naranjo…, ese se quedó en el acervo cultural de nuestra gente como paradigma del viejo verde.  La Mariela de la misma obra, la Lola, el gallego de La botija, la Verónica de El balcón…  En La botija misma hay uno que sin ser protagónico ni antagónico, fue un personaje pequeño, pero la actriz estuvo tan genial que no se me olvida, fue Martica, la prostituta que subía a la Sierra a que el gallego le pusiera un prostíbulo.  Mira que le he visto papeles bien interpretado a Isabel Santos, pero ese aún me conmueve por lo bien que asumió el patetismo de su historia.  Muchos, tengo esa satisfacción: la Regina de Madrigal… con aquella escena entre Luisa María Jiménez y Alejandrito Piar, la del collarito que él le regala.  Son muchos más…

Cuente sobre su experiencia en el exterior.

Bueno… he viajado, sí. Por distintos convenios culturales de la UNEAC.  Conocí a casi todos los países del antiguo campo socialista.  México  en dos ocasiones, como intercambio, esa vez con Xiomara Blanco y Belquis Vega. Fui también a impartir dos talleres a Nicaragua. Por otro lado, nuestra Asociación brinda asesoría y capacitación.  Con esa finalidad me mandaron la primera vez a Ecuador, Luego estuve viajando a ese país, ya por invitación durante seis años.  Hasta que finalmente una productora independiente me contrató para escribir una serie para la televisión.  Ese trabajo me llegó un año en Quito.  Tengo muy lindos recuerdos de ese hermano país andino.
A Venezuela voy en 1997 contratado por la dueña de una escuela particular de cine y televisión.  Por la fecha podrás imaginarte que viví todo el proceso electoral que llevó a Chávez al poder.   Jamás se me olvidará el grito de Caracas cuando por televisión anunciaron el triunfo de la Quinta República.  Inolvidable la experiencia que viví durante  este período que se alargó a cuatro años y medio, colaborando con los medios al servicio del pueblo.
Comente sobre su participación en la docencia. Sabemos que escribe obras de gran utilidad para las nuevas generaciones.
Desde la década del setenta descubrí en la docencia otro tipo de realización personal, me gusta dar clases.  Parece que son vestigios del actor frustrado que llevo dentro. Es como actuar ante un público. Escribí el libro que hubiese querido tener en las manos cuando empecé en mi carrera. Como tú sabes no hay suficientes libros de dramaturgia y los que existen, o son para iniciados, como los de John Howard Lawson, o son insuficientes en aspectos importantes, como, el tratamiento de los géneros.  Hay mucha confusión, hasta los especialistas confunden los soportes técnicos, los estilos, hasta los temas con los géneros.
En fin, partiendo de mi experiencia como dramaturgo y guionista, más el rigor al que me obliga la docencia, hace más de veinte años comencé a poner, mis conocimientos en blanco y negro, con un superobjetivo que va más allá del trabajo del dramaturgo o guionista, con la idea de generalizar el conocimiento de la dramaturgia, porque esta es una especialidad básica. Hablo de las tres estructuras posibles, que se comprenda la importancia del trabajo previo, lo que Martí llamaba “el taller”,  ofrezco hasta un método para la estructuración de una telenovela ideal a partir de la teoría del tres, que es el método que están utilizando los brasileños en sus mejores espectáculos de continuidad, por ejemplo, Roque Santeiro, Mujeres de arena, etcétera.  Y, finalmente, pongo en manos de los lectores un método para comprobar la efectividad del guión o libreto.

¿Qué hace ahora?

Mucha docencia.  Soy profesor titular de la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual del ISA, con tres grupos de alumnos, tengo dos grupos los sábados en el Canal Habana donde pretendemos  formar guionistas para la Televisión Cubana, Los lunes otro en la Casa del Estudiante Universitario en coordinación entre el Centro de Estudios de Radio y Televisión del ICRT y la FEU y, por último, montamos para Capacitación de la TV. Cubana un curso del mismo tema que va a ser impartido a distancia por Intranet.
Al despedirnos de Gerardo, lo felicitamos  por todo lo que ha hecho y por lo que aún le falta,  porque nuestro pueblo espera por sus  nuevas obras. Sin dudas, exitosas, como siempre.

NOTA
Gerardo Fernández García MATANZAS. 1941
Entrevista realizada para el libro en preparación ESTOS ROSTROS QUE SE ESCUCHAN

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