Verónica Lynn López Martínez: Usted es la mala más buena de Cuba

Se pasea en todos los escenarios y lo mismo resplandece cuando interpreta a la Isabel Ilincheta en La Cecilia de Villaverde que la televisión transmite en 1964, que en la obra de Dora Alonso, que el canal  6  traslada a la pequeña pantalla en 1985…La que  hace exclamar a muchos  – Es la mala más buena de Cuba -. Ella se llama de verdad Verónica Lynn y también de verdad: es ACTRIZ.

Después pasaron los años. Mi mamá no quería que fuera actriz. Ella adoraba la radio y el cine, fanática de Carlos Gardel, pero la idea de que yo fuera actriz no le gustaba mucho. Yo escuchaba mucho radio, pero mucho. Recuerdo que una vez escuché sobre un concurso donde se presentaron Margarita Balboa y Consuelo Vidal. Escuché aquello y yo soñaba con presentarme, y aunque mi mamá no me dejaba, tampoco podía porque era una adolescente.

¿Y cuándo llega su oportunidad?

Con diecisiete o dieciocho años empiezo en televisión. Me presenté en un concurso y gané y formé parte del talento artístico de Gaspar Pumarejo. No me pagaban nada pero no me importaba con tal de aprender y ganar experiencia. En este grupo conocí a Alfonso Silvestre. Él fue el que me invitó a hacer teatro y dejé la televisión y me fui con el grupo de teatro porque le hacía falta la actriz para llevar a escena la obra Amok de Stefan Zweig. Desde que hice la primera presentación en el teatro me fasciné y comencé a dejar de interesarme por la televisión, porque además el teatro me daba más la posibilidad de tener el día libre porque primero trabajé de manicura en una peluquería y después fui jefe de ventas de unos productos de belleza y la zona que tenía que recorrer era la de Mariano y eso me obligaba a trabajar de día. La televisión te citaba a cualquier hora, pero el teatro no, porque casi todos los integrantes del grupo hacíamos otras cosas paras poder vivir. En mi caso mi madre ayudaba al sustento familiar lavando y planchando para la calle.

¿Recuerda otras obras de teatro en esa época?

Mi segunda obra fue Lluvia de Somerset Maugham y allí precisamente conocí a Ángel Toraño, en 1954. Estaban también Pedro Pablo Astorga, Mario Martín, Luis Alberto Ramírez, que era el galán y unos cuantos actores más. Yo le tenía mucho amor al teatro, tenía mucha pasión, pero eso no es todo. Por eso digo que las primeras clases las recibí de Toraño. Él me dio las primeras nociones de por qué se dice un bocadillo, piensa, recuerdo que me decía – no hagas esa coma alta, ciérralo – esas clases así muy elementales, pero me ayudaron mucho. Quiero decirte que continué haciendo teatro gratis también, durante los años finales de la década del cincuenta.

Alguna anécdota de esos años

En 1959, a mí me llama el actor Carlos Rifat y me dijo que iban a estrenar una obra en la Sala Prometeo bajo la dirección de  Zúñiga, el director de Lunes. miércoles y domingos de amor Palmolive. Era una comedia basada en una obra norteamericana pero traída a Cuba por Enrique Núñez Rodríguez. Recuerdo que la pareja protagónica eran Pedro Álvarez y Fela Jar. Trabajaban los actores de carácter Parmenia Silva y Miguel Llao y como pareja joven Silvio Falcón y yo. La comedia se llamaba Aniversario de bodas.

¿Ya en esa época usted conoce al primer actor Pedro Álvarez?

No. Realmente lo conocí ese día. Porque lo había  visto en la calle una vez cuando me pasó por el lado justamente en la esquina de San Rafael y Galiano cruzando aceras contrarias y yo lo miré y me dije – ese es el actor del programa de Popa -. Eso fue en 1959.

Su formación es totalmente autodidacta o tiene oportunidad de estudiar para ampliar sus conocimientos.

Nunca desgraciadamente pude trabajar con Andrés Castro, pero él si fue mi profesor. Yo había empezado a conocer un poco de técnica y supe de la existencia de un hombre llamado Constantin Stanislavski, que había sistematizado el conocimiento de los actores. Y comencé a recibir clases de Andrés Castro que había sido alumno de Erwin Piscator, director teatral alemán, discípulo de Stanislavski. Fue de verdad una época muy rica para mí este año 1959.

¿Y en los años sesenta del siglo pasado cómo se encamina su vida artística?
Cuando triunfa la Revolución, estoy haciendo teatro en la Sala Arlequín con Rubén Vigón. Recuerdo que los lunes presentaba teatro cubano, lo que permitió que muchos autores las vieran por vez primera encima de un escenario y los miércoles los dedicaba al teatro experimental. Por cierto que lo primero que hice en este teatro experimental fue Antígona, una versión moderna del francés Jean Anouilh, ambientada en determinadas situaciones políticas en Francia. En esa época también trabajé en algunas obras con Francisco Morín. Después se comienzan a formar los grupos de teatro y me llamaron, en el momento que Adolfo de Luis me había visto para hacer una obra que había ganado en el primer Concurso de Casa de las Américas Tres historias para ser contadas, eran cuatro actores Pedro Pablo Astorga, Enrique Almirante, Manuel Pereiro y yo. Como Adolfo de Luís fue nombrado director del Grupo de Teatro Milanés, me quedé trabajando en este grupo.

Recuerda algunas de las obras que llevan a escena en esos momentos.

Bueno esta década de los sesenta fue la época de oro del teatro en Cuba. Entre las obras que no se olvidan Santa Camila de la Habana Vieja y Aire frío de Virgilio Piñera.

¿Y hace radio en esos años?

Sí, durante muchos años, pero sin abandonar el teatro. Un día me llama el director Alberto Arbezú para hacer Lo que el río arrastra un espacio de novela que escribía Ely Méndez García para la CMQ.  Recuerdo que en aquel elenco estaban Rosario Carmona, Pilar Mata, Hilda Saavedra, Coralia Fernández que hacía un niño y Ramón Veloz hacía un personaje, que decía en tonadas sus bocadillos, como especie de un narrador. Yo estaba tan nerviosa, no sabes las veces que hubo que cortar y volver a empezar. Tenía tremenda vergüenza porque había llegado como la actriz que había triunfado en el teatro y había hecho ya buenas cosas en la televisión también. Entonces lo que más nerviosa me ponía eran aquellas dos señoras, que después fueron mis amigas, nos tomamos un afecto muy grande y trabajamos mucho en televisión sobre todo. Yo oía que decían por lo bajo, – como se pierde tiempo aquí, claro traen a las mocosas éstas que no se sabe de donde son -. Y aquello me ponía más nerviosa Yo tenía mucha pena con Arbezú, pero él confió siempre en mí. Y al cabo del tiempo me puso fija en el espacio Lo que el río arrastra.

Y está  mucho tiempo en este espacio.

Sí como no, pero después pasó como director Julio Lot, con el cual trabajé  muchos años. Marta Jiménez Oropesa, creó un equipo muy bueno en una novela que la protagonista era Fela Jar.  Marta siempre me dio papeles secundarios importantes, a pesar que yo en radio empezaba. Otro que fue muy amable conmigo fue Oscar Luis López, que me hizo pasar uno de los sustos más grandes de mi vida en radio. Era la época que todavía se decía  – La novela cubana, protagonizada por Margarita Balboa y Julio Capote-. Y Oscar Luis me da el personaje de una negrita esclava. Me dio el libreto, ensayamos y a grabar. Era una esclavita de Margarita que era la señorita, pero tenía que hablar conguito de verdad. Pero salí del mal momento porque Oscar y la propia Margarita me ayudaron mucho.

¿Y cuándo llega a protagonizar en radio?

Después de pasar tantos sustos al fin protagonicé. Recuerdo que Erdwin Fernández me dio un papel muy importante en El Reino de este Mundo de Alejo Carpentier. Después trabajé mucho con Odilia Romero, que señora más noble y más talentosa. Debo decirte que en radio hice Santa Camila y Aire Frío, pero en versiones seriadas. Lo último que hice en Radio Liberación fue con Odilia Romero, una versión de Pito Pérez. Realmente abordé el personaje de la mujer del farmaceútico que me asignaron y Odilia quedó muy contenta con mi trabajo.

Usted vive todos los cambios iniciales que se producen en la radio en la década de los años sesenta. Cuente la experiencia.

Como no. Cuando CMQ se convierte en Radio Liberación y después cuando se producen las divisiones de los elencos artísticos entre Radio Liberación y Radio Progreso y finalmente cuando a los artistas nos agruparon en una nómina de una empresa del ICRT y finalmente cuando pasamos a una empresa del Ministerio de Cultura. Cuando se produce el despliegue de actores entre las dos emisoras que tenían programación dramática, Antonio Hernández, que era el director de Progreso me pidió y yo lloré muchísimo porque en la radio se forma una gran familia y eso era para mí CMQ o Radio Liberación. Pero bueno me fui para Progreso y a los pocos días ya teníamos armada la nueva familia, porque Radio Progreso siempre fue muy unida. Eso tiene la radio, que no lo tiene ningún otro medio, es una gran familia. Coincides a diario en los estudios con todos tus compañeros. Y allí encontré a Marta Velasco, a Abelardo Rodríguez, Raúl Selis, Rafael Linares y José Antonio Rivero, que había pasado conmigo de Liberación para Progreso y muchos más.

¿En Radio Progreso se desarrolla sólo como actriz?

En Radio Progreso me dieron la oportunidad de convertirme además en directora de radio y de verdad le empecé a coger gusto al trabajo de dirección, pero me puse a pensar: la dirección te esclaviza todos los días, mientras la actriz, aunque tenga un rol protagónico, no necesariamente trabaja todos los días. Pero llegué a hacer cosas muy lindas. Ahí fue donde conocí a Joaquín Cuartas, uno de los escritores más fabulosos no sólo de Radio Progreso, sino del país, tuve el gusto de trabajar en algunas de sus obras y tanto las adaptaciones como los originales, eran realmente muy buenos, maravillosos.

¿Por qué deja de hacer radio?

Al principio no existían contradicciones entre el trabajo de radio y el de televisión. El radio se programaba desde las 8:00 de la mañana hasta la 1:00 de la tarde, para permitir a los actores estar a las 3:00 de la tarde en el estudio de televisión. Yo hice muchas novelas para el espacio de televisión Horizontes y ya no podía acceder a los llamados de la radio que se comenzaron a producir para cualquier hora del día.

¿Usted trabaja en muchos Teatros en televisión?

Hice cosas muy importantes en el Teatro ICR, pero siempre tengo que recordar en primer lugar mi Santa Camila y mi Aire frío que fueron hechas en televisión. Ya en 1962 yo había estrenado ambas obras en el Teatro, la primera con Julito Martínez en el mes de julio en el Teatro Mella y la otra en diciembre en Las Máscaras. Por esta última me entregaron el Premio Palma de Plata del Periódico Revolución. En 1963 hice en televisión Santa Camila  también con Julito Martínez dirigida por Silvano Suárez. Y Sergio Nicols dirigió  Aire frío,

En 1982, cuando se cumplieron los veinte años de Santa Camila se repitió en el Hubert de Blanck, ya con Adolfo Llauradó, Paula Alí, Luis Alberto García…y la dirección de Armando Suárez del Villar. Y ese mismo elenco lo grabó para el espacio Teatro ICR, por ese veinte aniversario con dirección del propio Suárez del Villar, y  dirección para la televisión de Roberto Ferguson.  Aire frío, lo dirigió Roberto Garriga, pero me acompañó otro elenco distinto al del teatro.

¿Pero usted  vuelve a hacer Aire frío hace pocos años en televisión?

En 1962 y 1982 yo asumí el personaje de Luz Marina en Aire frío, en teatro y en televisión. Pero ya en el 1999, tuve que ceder mi papel a una gran actriz Isabel Santos y entonces yo hice el personaje de la madre al lado de  Raúl Pomares y el poeta lo hizo muy bien Fernando Echevarría. Esta actuación mereció el Premio Caricato de actuación  de reparto en televisión.

¿Recuerda el elenco fundamental de la televisión en las dos puestas en escena anteriores de Aire frío?

En 1962 Ricardo Dantés hizo el personaje del padre y Rosa Felipe la madre, además Julito Capote asumió el rol del poeta. En 1982 correspondió a Carlos Paulín el personaje del padre y a Josefina Henríquez el de la madre. Esta vez el poeta lo interpretó Gerardo Riverón.

¿Otros títulos donde interviene en Teatro ICR. Esos que no pueden obviarse?

Hice muchos teatros con Carlos Piñeiro buenísimas obras. Entre ellos La ópera de los tres centavos, con Ramón Veloz y Maritza Rosales. Yo asumí el personaje de Jenny, la de los bodegones. Trabajaban en esta obra también Marta Martínez Casado, que por cierto cantaba más bonito, Gaspar de Santelices, Luisa María Güel, Bernardo Menéndez, Juan Bradman… Todos cantábamos. Y te voy a contar una anécdota: la música se grababa en el Estudio 1 de Radio Progreso. Llegué allí a grabar y casi salgo corriendo. Imagínate  el director de la orquesta era Roberto Valdés Arnau, en el piano estaba Mario Romeo, en la organeta vi al maestro Adolfo Guzmán y para colmo de mi nerviosismo, Leo Brouwer estaba con su guitarra, todos músicos con mayúscula. Le dije a Carlos Piñeiro, esto es una falta de respeto, yo no soy cantante. Entonces con el mayor respeto y teniendo en cuenta que Carlos era músico, pianista, le pedí a Valdés Arnau, que si me permitía que yo mirara a Carlos y recibiera las señales de él. Y el maestro me contestó – sí Verónica como no -. Fue muy divertido y la obra quedó preciosa, era en vivo. Una vez me dieron la sorpresa de enseñarme el kinescopio con las canciones, pero después parecen que se extraviaron.

Recuerdo un teatro que hice con Raúl Selis y Ángel Toraño. Era un triángulo amoroso, donde al final yo elegía a Selis. Empezábamos jovencitos. Después en la segunda etapa del teatro ya teníamos un hijo y una nuera, que interpretaron Luis Lloró y Odalys Fuentes y en la tercera etapa, era Osvaldo Álvarez nuestro nieto. La obra se llamaba El pasado que vuelve. Creo que era del español Alejandro Casona. Tengo las fotografías de las tres etapas. Y es tan hermoso volver a los momentos vividos.

Recuerdo también sus actuaciones en Grandes Novelas. Hay un título del escritor alemán Heinrich Mann, El profesor Unrat, que se estrena en el cine en Alemania por la que fuera después inolvidable actriz también alemana y establecida en Estados Unidos Marlene Dietrich. Al celuloide se lleva con el nombre que le da fama a la obra, el mismo con el que la presenta la televisión cubana, El ángel azul.

Esta obra la dirigió Pedro Álvarez, fue una novela muy linda. Trabajaba el actor Florencio Escudero, que hacía el profesor doctor Basura. De los muchachos el más importante era el personaje que hacía Guillermo Leyva, además lo acompañaron Julio Capote y Humberto García Espinosa. Y trabajaban María de los Ángeles Santana y Ángel Toraño. Aquí hice el personaje de la Rosa Froilich, que además, cantó y bailó en un cabaret. Menos mal que era una cantante mediocre.

En 1967 el canal 6 transmite en el espacio de Grandes novelas, Tigre Juan, del gran novelista español Ramón Pérez de Ayala, con una adaptación para la televisión que tiene una firma envidiable María Bachs, y un equipo de primeras figuras que encabezan Enrique Santisteban y Verónica Lynn.

Fue una gran novela que dirigió Antonio Vázquez Gallo. Trabajar con Enrique Santisteban era un honor para cualquier actriz. Recuerdo que Rosario Carmona era la madre de Herminia, mi personaje. Ana Lassalle, era Doña Iluminada, mi rival, aunque yo no estaba enamorada de Enrique, pero él si de mí. En realidad Herminia quería a Colás, el personaje que interpretaba Osvaldo Álvarez, que era el muchacho joven. Pero después se crea un amor muy lindo entre el personaje de Santisteban y el mío. Además trabajaron Josefina Henríquez, Alicia Fernán, Luís Lloró y María Marqués, entre otros valiosos actores y actrices.

Pero en esos años trabaja en otras Grandes novelas.

Una de las novelas que yo recuerdo con mayor cariño es Fortunata y Jacinta, con dirección de Ana Lassalle. Martica del Río hacia la Jacinta y yo la Fortunata. El galán era Germán Barrios. Tuvo también un extraordinario elenco con Ana Lassalle, Armando Soler, Osvaldo Álvarez, María Marqués, entre otros. Tengo una anécdota: el susto que pasamos con Ana Lassalle, cuando se le ocurrió decir – hay que hablar en madrileño -. Esto no se acostumbraba en la televisión. Antes en la radio si se hacía. Y recuerdo que Ana Lassalle me decía – vamos chata, que tu puedes, tu eres una gran actriz -. Ella siempre me admiró mucho, me lo demostraba. Tenía sus defectos, pero también grandes virtudes.

¿En qué momento usted hace la Isabel Ilincheta de Cecilia Valdés?.

Se hizo para el espacio de la novela cubana Horizontes y fue en 1964. Odalys Fuentes hizo la Cecilia y yo a la Ilincheta y Germán Barrios, que era precioso, incorporó el personaje de Leonardo Gamboa. Fue una buena puesta de la televisión.

Por esos años también hice  con Juan Carlos Romero el título Media noche pasional. La trama se desarrolla en Nueva York. Era un hombre mayor, dueño de muchos negocios y se enamora de mí, mucho más joven que él y estaba casada con un saxofonista y Josefina Henríquez interpretó el personaje de mi madre. Recuerdo que Parmenia Silva, interpretó a la hermana de Juan Carlos, un personaje dominante. Fue un cuento muy bonito, de esas cosas que no se olvidan. El director fue Carlos Piñeiro. Lo que yo hice en Teatro y en Cuentos fue numeroso, trabajé con muchos directores, además de los mencionados con Loly Buján trabajé mucho

Usted trabaja también en otras novelas cubanas en televisión, entre ellas Oro Verde, de Maité Vera, que dirige Raúl Pérez Sánchez y que se graba casi en su totalidad en la comunidad haitiana de Caidije en el Municipio Minas en Camagüey, pero existe una obra que le cambia el nombre a  Verónica Lynn.

Novela cubana de la década de los ´80sSabes, yo fui jurado del primer concurso de la UNEAC, que después se llamó  Caricato y en radio entre las cosas que oímos estaba una novela de Dora Alonso que transmitió Radio Progreso y que se titulaba Sol de batey. El personaje de Charito lo hacía Marta Velasco y la Doña Teresa, Parmenia Silva. Es cuando yo tengo conocimiento de esa novela.  Pasaron algunos años y yo pedí permiso en la televisión porque me fui a hacer mi primer largometraje como protagonista, Lejanía. Con el ICAIC. Cuando regresé me dijeron – Verónica estas pedida por Roberto Garriga para trabajar en la televisión en Sol de batey -. ¿Y qué voy a hacer en esa novela -. Y me contestaron que era el personaje de la tía Doña Teresa y me acordé de lo que había hecho Parmenia Silva para la radio. Me presenté y empezamos a ensayar la novela.

¿Qué repercusión aprecia de esta novela, por su experiencia personal?

Realmente yo aprecié una conmoción nacional a la hora de esta novela. Recuerdo que fui a algunos centros de trabajo y municipios y hubo dirigentes que me decían: esta novela le ha cambiado los horarios a las reuniones, ahora hay que hacerlas antes o después de la novela.

La interrumpo brevemente para preguntarle ¿No le pasa nada parecido a lo que sufre  el actor Ángel Toraño, que lo agreden en un ómnibus, como si no fuera suficiente ser el esposo engañado de Ana Karenina, personaje que personifica en la pantalla Margarita Balboa?

Sabes que yo tengo la experiencia de haber sido tratada siempre con un respeto y un cariño extraordinario. Sí hubo gente que me decía – pero que mala es usted, a veces tengo deseos de matarla, pero oiga que gran actriz es usted -. Y yo les contestaba – díganme sinceramente en el capítulo que no trabaja Doña Teresa, que ustedes dicen -. Y me contestaban – Hoy el capítulo no ha quedado tan bueno -. Claro porque la mala es la que crea los conflictos y la que pone bueno y sabroso el capítulo.

Y como logra crear un personaje con tantas contradicciones internas que sólo tiene momentos que la acercan a un ser humano cuando se trata del hermano por el que siente un cariño y un celo enfermizos. Que despliega una constante agresión hacia la sobrina, en la que desborda todo el odio que siente hacia la madre muerta. ¿Cómo puede desdoblarse para ser tierna,  irónica, malvada, agresiva, posesiva, a la vez?

Es muy difícil lograr una interpretación como ésta y más cuando no tuvimos el tiempo suficiente para prepararnos y estudiar bien la psicología y el mundo interior del personaje. Esta serie, con la cual se inaugura la novela cubana de aproximadamente una hora en nuestra televisión, se hizo en seis meses y una producción de este tipo debe requerir año y medio o dos años. Grabábamos como se hace en el cine, varias escenas en el día que correspondían a diferentes capítulos. Muchas escenas comenzaban en una finca y continuaban muchos días después en un estudio. Había que estar muy bien ubicados en los matices con los que se había iniciado la escena, los detalles del vestuario, el maquillaje, el peinado, porque el pueblo cree que lo que está viendo es una continuación. Realmente no había tiempo para ensayar más y perfeccionar las actuaciones, había que confiar en la gran dirección de Garriga y en el profesionalismo del equipo de actores y técnicos. En cuanto a mí hice el personaje con mucha tensión, pero traté de montarlo para hacerlo creíble en primer lugar ante mí misma. Porque no puedes convencer cuando no estás convencida. Y a Garriga le gustó. Y al jurado del Premio Caricato también porque me entregaron el premio en actuación de televisión ese año.

Recuerdo que también obtuve reconocimientos, Premio del Concurso UNEAC por el personaje de Aracely en el serial policiaco Para empezar a vivir, que se transmitió en 1980. Y más adelante ya en los años noventa  también Premio Caricato de actuación por mi participación en la novela cubana de televisión Pasión y prejuicio.

Ahora vamos a hablar del cine, donde también deja una huella importante.

En total he trabajado en once películas. La primera fue accidental porque la persona que la iba a hacer no pudo, Una pelea cubana contra los demonios. Tuve unos cuantos ensayos y a filmar. En 1982 me llamó Jesús Díaz a protagonizar un largometraje Lejanía. Ya después vino Mujeres transparentes, que son cinco cuentos y yo protagonizo uno. Más tarde hice un mediometraje titulado Solteronas al amanecer. Somos tres hermanas Ana Viñas, Isabel Moreno y yo. En esa película yo hago un personaje como el de Doña Teresa, dura, la mayor de las tres, pero es tan lindo el argumento y muy lindamente hecho. Después con la Escuela de Cine hice el primer largometraje de la escuela que se llama Amores, en esta obra Thais Valdés y yo protagonizamos el cuento Piscis. Recuerdo un mediometraje donde trabajamos María de los Ángeles Santana, Reinaldo Miravalles, Asenneh Rodríguez, Tito Junco, y Alden Knight, se llamó El encanto de laguna llena, lo pusieron en el cine Chaplin durante un Festival del Nuevo Cine Latinoamericano. Pero hay un personaje que a mí me gustó mucho por la caracterización que tuve que hacer y fue la madre de Rachel en La Bella del Alhambra, con la dirección de Pineda Barnet.

Y un detalle curioso con una carrera tan larga nunca había hecho dos personajes. Por ejemplo la primera vez que interpreto a una ciega que a la vez es una monja, fue en la cinta Amores. Y también la primera vez que personifico a una lesbiana sucedió en la película El encanto de laguna llena.

¿Qué significa para usted recibir el Premio Nacional de Teatro por la Obra de su Vida,  nada menos que al lado de ese gigante de la escena cubana, José  Antonio Rodríguez?

Es una satisfacción tan grande, que temo no poder expresarla en toda su dimensión. Me siento tan halagada, es un gran reconocimiento para cualquier profesional, que se le agradezca una vida dedicada a una profesión.  Pero además iba por la calle con José Antonio y la gente nos felicitaba – Qué merecido – decían – Al fin ya era hora -. Son cosas muy lindas. Ya se han dado otros premios a compañeros muy valiosos y todavía la gente nos sigue felicitando. Uno siente en ese momento algo muy grande. Porque tiene la percepción que el premio lo ha entregado el gran jurado del pueblo. Y lo que se siente no se puede explicar con palabras.

Entre sus últimas presentaciones, se destacan entre otras, Un cuento para la televisión, El almohadón de plumas, del uruguayo Horacio Quiroga con dirección de Vicente González Castro y el teatro ¿Quién le teme a Virginia Wolf? Obra que lleva a la escena al lado de José Antonio Rodríguez en 1967 y después la presentan en Santa Clara, en el Gran Teatro García Lorca de Ciudad de la Habana, con el proyecto de llevarla a otros escenarios del país.

Sobran voluntad, energía, sabiduría y condiciones histriónicas excepcionales en esta mujer, que me dice con sencillez – Cuando yo soñaba ser actriz mi gran aspiración era ir a la zaga de una persona que admiraba desde que descubrí su rostro a través de las novelas de Radio Progreso, y después logró situarme ante la pantalla de un televisor a saborear primero aquel Romance cada jueves y más tarde las novelas, teatros y cuentos, donde intervenía. Hasta que al fin pude verla cerca de mí en la escena del teatro Hubert de Blanck  en aquella magistral Doncella de Orleáns de la obra Juana de Lorena. Sí, mi paradigma de siempre fue Raquel Revuelta.

Verónica Lynn muestra entre tantos merecidos galardones, además, el PREMIO NACIONAL DE TELEVISION POR LA OBRA DE LA VIDA.

NOTA: Entrevista realizada por la autora a la destacada actriz Verónica Lynn para su obra “Otros Rostros que se Escuchan”, editorial Letras Cubanas.

Autor

  • Josefa Bracero Torres

    Josefa Bracero Torres [Camagüey. 1942]. Multipremiada investigadora, locutora, periodista, realizadora e historiadora de la Radio Cubana. Licenciada en Periodismo. Primer expediente 1974-1979. Locutora de primer nivel. Jefe de Información y Directora provincial de Radio y TV y de Radio Cadena Agramonte, [1969 y 1985]. Vicepresidenta del ICRT [1985 y 2004]. Entre los reconocimientos que posee se encuentran: Cuadro destacado del Estado, Orden Ana Betancourt, Distinción por la Cultura Nacional, Premios Nacionales de Radio y Actuar por la obra de la vida, Artista de Merito de la Radio y la TV, Hija Ilustre de la provincia de Camagüey. Premiada en Festivales Nacionales de Radio, 26 de Julio y Caracol, y por la Caribeann Broacasdting Awards. Tiene 12 libros publicados, sobre la historia de la Radio y la Televisión, así como el libro TULA, escrito en honor a la ilustre principeña en su el año de su bicentenario.