«En esa ocasión, él intentó dar a conocer la dimensión de aquel jonrón, y, por la forma en que lo expresó, algunos oyentes pensaron que estábamos bebiendo en medio de la transmisión –se ríe- y no era cierto. Es que era muy ocurrente y eso le gustaba a la gente», confesó Ángel «Pachi» Espinosa quien por más de 20 años «narró jugadas» junto a Terencio, en la emisora Radio Bayamo en la oriental provincia de Granma.
Pachi, ¿Cómo lo recuerdas?
Como un hombre apasionado al deporte. Defendía los intereses del equipo que narraba. Si era de Bayamo, era muy bayamés; si era de Holguín, era muy holguinero. Cuando trabajamos en la selectiva, era oriental también, porque describía cualquier juego con la misma emoción que si fuera su conjunto beisbolero preferido.
¿Pudiéramos decir que fue uno de los más humorísticos narradores deportivos del país?
Él tenía su carisma. Utilizaba los recursos literarios en función del béisbol. Lo que sucede es que Terencio Pacheco se ha convertido en una leyenda en nuestro país. Hay quien le suma y le va sumando anécdotas a las narraciones y ocurrencias del Decano. Algunas ciertas, otras no del todo, pero siempre basadas en el cariño y respeto que este hombre sentía por los oyentes y el deporte.
Como por ejemplo: «Échale agua que está muy fuerte», «Terencito, recoge la ropa que va a llover», «A mi hijo: que vaya a comprar la leche que voy a llegar tarde», «Terencito, si me estás oyendo apaga la cocina que la dejé encendida»… ¿Todas en medio de un partido?
Si, y muchas más. Pero muy pocos recuerdan que Terencio no incursionó solamente en la narración deportiva sino en otras facetas de la palabra como la locución junto a Antonio Cepero Brito, Consuelito Vidal y animó muchos shows y espectáculos de la farándula con figuras conocidas de la Radio Cubana.
¿Cuánto de ese humor que caracterizaba a Terencio les hace falta hoy a los narradores deportivos del país?
Mira, yo siempre he dicho que la sabiduría y la calidad van aparejadas al tiempo. Cuando usted realiza una labor tiene que desarrollarla constantemente porque la práctica es el criterio de la verdad. Claro, hay que tener su sello personal, como lo tuvo Terencio y también, hay que proponerse mejorar cada día, como lo hizo él.