Indicaba que las columnas del II Frente Oriental Frank País, dirigidas por el Comandante Raúl Castro, tomaran las posiciones enemigas dentro del triángulo Mayarí–San Luis–Guantánamo; y las fuerzas del III Frente Oriental Mario Muñoz, encabezado por Juan Almeida, participaran en estrechar el cerco a Santiago de Cuba y otras ciudades de la zona, con el fin de inmovilizar a las tropas enemigas.
Las fuerzas rebeldes, en el norte centro y el oeste de la antigua provincia de Oriente, además de hostilizar y tomar los cuarteles enemigos, impedirían la entrada de refuerzos a ese territorio.
En esas misiones se destacó también el IV Frente Simón Bolívar, que abarcaba las actuales provincias de Holguín y las Tunas dirigido por el Comandante Delio Gómez Ochoa.
Mientras, las columnas invasoras de Ernesto Che Guevara y Camilo Cienfuegos, según la estrategia orientada por el máximo líder, incrementaron la campaña en Las Villas para partir la Isla en dos y evitar el acceso de fuerzas de la dictadura hacia la zona oriental. Además, emprendieron las acciones armadas y de sabotaje en el resto de los territorios.
Los días del régimen de Fulgencio Batista estaban contados. Entraba en su fase decisiva la Ofensiva Final.
Sin embargo, solo cinco meses antes parecía que la guerrilla estaba al borde del fracaso cuando la llamada Ofensiva de Verano de 10 mil soldados apoyados por tanques, artillería, aviación y la marina avanzaban contra las posiciones rebeldes defendidas por menos de 500 combatientes.
En esas jornadas difíciles en junio de 1958, un exiguo grupo de guerrilleros mal armados que defendían el acceso a la Comandancia Rebelde de la Plata contra cientos de soldados recibieron la orden de Fidel de no retroceder ni un paso, y les aseguró que ganar esos combates podía ser el fin de Batista, algo que pudo parecer para algunos un sueño ilusorio.
Para entonces Batista y sus cercanos acólitos consideraron que el fracaso de la Huelga del 9 de abril de 1958 y de los planes de insurrección en el llano, gracias esencialmente a la fuerte represión y dominio en las ciudades por el ejército y los cuerpos represivos, había desmoralizado el movimiento insurreccional y era el momento de acabar con la guerrilla en la región oriental, desplegando todo el poderoso armamento facilitado por EE.UU. al ejército.
Sobre los cielos de la Sierra Maestra volaron por primera vez en la Isla los modernos reactores T-33, recién entregados a las fuerzas aéreas del tirano, que bombardearon las zonas liberadas y humildes caseríos de campesinos entre los que causaron gran números de víctimas.
Pero también la falsedad fue parte de los planes de la dictadura. El propio dictador Fulgencio Batista en junio, recién iniciada la ofensiva contra la Sierra, declaró a una agencia de prensa estadounidense que sus tropas le habían ocupado a los rebeldes una bandera de la “china comunista” y casquillos de proyectiles soviéticos.
Al parecer el dictador cubano, con mucha menos imaginación, quiso emular con el nicaragüense Anastasio Somoza quien en la campaña contra el gobierno nacionalista guatemalteco del presidente Jacobo Arbenz, cual sátrapa centroamericano exhibió pistolas soviéticas que dijo fueron enviadas desde Moscú para los revolucionarios de la región, y que posteriormente se conoció le fueron facilitadas por la CIA para la farsa.
Por las ondas de Radio Rebelde el líder cubano Fidel, dio una rotunda respuesta a la mentira y dejó en ridículo al dictador.
Aunque la derrota definitiva de la llamada Ofensiva de Verano la tuvo el régimen en el campo de batalla, en el que las fuerzas rebeldes en una defensa escalonada, ocuparon las posiciones estratégicas de la serranía y fueron desgastando primero los intentos de tomar las posiciones en su campamento principal en La Plata y al final derrotaron unidades completas como en la Batalla del Jigüe.
En ese lugar, ocurrió la rendición de un batallón completo, lo cual quebró el espinazo del régimen batistiano, que perdió toda su iniciativa
estratégica al decir del Che.
El enemigo sufrió más de mil bajas, de ellas más de 300 muertos y 443 prisioneros, y no menos de cinco grandes unidades completas de sus fuerzas fueron aniquiladas, capturadas o desarticuladas y se ocuparon 507 armas, incluidos dos tanques, 10 morteros, varias bazucas y 12 ametralladoras calibre 30.
Fidel, en su obra La victoria Estrategia, escribió:
“La victoria sobre la gran ofensiva enemiga del verano de 1958 marcó el viraje irreversible de la guerra. El Ejército Rebelde, triunfante y extraordinariamente fortalecido por la enorme cantidad de armas conquistadas quedó en condiciones de iniciar su ofensiva estratégica final”.
En los dos meses finales de 1958 con el inicio de la Ofensiva Estratégica Final, que anticipó por Radio Rebelde aquel histórico 13 de noviembre de 1958, hace 60 años, se cumplió la predicción del jefe de la Revolución que hizo al reducido grupo de combatientes que defendían heroicamente el acceso a la Comandancia de La Plata en los días difíciles del verano de 1958.