Recientemente, al leer múltiples informaciones encuentro una que llamó poderosamente mi atención. Refería que: se inauguraría el 79 período de la Asamblea General de la ONU, y que abriría sus puertas a otro año de trabajo con el lema “Unidad y diversidad para promover la paz, el desarrollo sostenible y la dignidad humana, en todas partes y para todos”.
Otros elementos se sumaban al enunciado anterior: la participación de150 líderes en la sede de la Organización mundial para debatir, además, los compromisos con la Agenda 2030 y la Carta de la Naciones Unidas, en la Cumbre del Futuro. También se anunciaba por el ex ministro de Camerún que su mandato se centraría en la diversidad para avanzar en la paz, el desarrollo sostenible y la dignidad humana para todos, en todas partes.
Ahora bien, con su anuencia quisiera intentar una breve disección del significado que tiene la información que antecede: en primer lugar, salta a la vista, el manejo habitual de los empeños aunque nobles, siempre pobremente cumplidos o, simplemente incumplidos en su totalidad. Pero lo más decepcionante es la reiteración, conociéndose de antemano que cualquier planteamiento correrá la misma suerte. La triste realidad es que a la sede de las Naciones Unidas arribarán cientos de dignatarios con sus respectivas delegaciones, aviones presidenciales y el consiguiente gasto de recursos; agendas, sistema de traducción, mucho personal auxiliar y en fin…se reunirán un día, dos, o quizás más para, de nuevo, dar vueltas a la noria.
Pero sucede que, independientemente del debido respeto que le debemos a esa organización, no hay duda alguna que, en la práctica, se ha convertido en una entidad burocrática, exhortativa, indefensa, y hasta incapacitada para hacer cumplir su propia Carta rectora que cierta vez suscribieron las naciones (recordemos que el propio Trump llegó a amenazarla, y la ONU dio la callada por respuesta). Pero, al parecer, con el tiempo se ha ido implantando un acomodamiento de su propia estructura que llega a la insensibilidad y con ella a la certeza que todo se resolverá en la nueva reunión, y que los gobiernos como el de Estados Unidos o Israel, llegarán algún día a comprender y respetar sus nobles objetivos recogidos en la Carta Magna.
¿Qué ha sucedido con la aprobación en la Asamblea General de la Resolución que pedía el levantamiento inmediato del bloqueo a Cuba? NADA; Estados Unidos, simplemente, se desentendió, como una burla no solo a nuestra Isla, sino también al conjunto de naciones que votó contra tal crimen. ¿Qué sucedió con el proyecto de Resolución que pretendía poner fin al genocidio en Gaza que cometía Israel? NADA. El único país que votó en contra fue el país del Norte. Y la ONU atada de pies y manos. Como usted sabe hay muchos ejemplos que pueden adicionarse pero creo que los señalados bastan para demostrar la incapacidad del organismo mundial. ¿Y cuál y cómo sería la posible solución? Veamos:
En cuanto a la Asamblea General. Es imprescindible que su actuación trascienda la mera votación, de modo que se adopte, simplemente, las decisiones de la mayoría de los países de manera vinculante. Aquellas representaciones que voten en contra o se abstengan, no deben ser excluidas de su cumplimiento. Es decir, como sucede en elecciones presidenciales de cualquier país; todos están obligados a reconocer al gobierno que haya sido electo por mayoría, pues se incurriría en desacato el irrespeto a los resultados. Además, debe crearse un equipo de trabajo compuesto por países representantes de naciones seleccionadas que, con plenas facultades, pueda ordenar la o las sanciones correspondientes. Sería obvio, entonces, que ningún país pueda aplicar sanciones a otro de manera unilateral, independientemente de su grado de desarrollo económico y/o militar.
En relación al Consejo de Seguridad. En este caso seré más breve. La estructura y funcionamiento de este Consejo debe ser volado en pedazos, pues su actuación constituye una real burla al mundo, independientemente de ser una muestra de anti democracia, tan pregonada por los poderosos medios de comunicación y muchos gobiernos. Tiene que estar integrado tanto por países de los llamados desarrollados como por aquellos del mundo pobre, aunque este último debe ser mayor, teniendo en cuenta su tradicional explotación por parte de aquellos. Debe ºeliminarse el derecho al veto. Es un insulto, un bochorno y una ofensa a esta humanidad, porque acuña una cruel injusticia: para los poderosos sus mezquinos intereses, y para los pobres la marginación eterna.
Es obvio que mis opiniones posiblemente puedan adolecer de algunas inexactitudes por poco dominio de postulados diplomáticos que deben ser respetados, pero eso sí, me he atrevido a correr el riesgo de la crítica por considerar un deber denunciar tanta maldad y tanta indolencia e impunidad en este mundo regido por los poderosos. ¡Basta ya!
“El hombre que clama vale más que el que suplica”. José Martí