Brasil: la escalada global

Un vistazo superficial al problema tal vez no aporte todos los elementos de juicio; en cambio, si partiendo de esa realidad observamos lo que sucede en Venezuela y Bolivia, llegamos a la conclusión de que el caso brasileño no es otra cosa que un eslabón en la cadena de intromisión global de las transnacionales aupadas por Estados Unidos, con el beneplácito de la oligarquía nacional, en un intento por revertir el proceso histórico de ascensión de las fuerzas progresistas en América Latina.

«Divide y vencerás» es el viejo adagio romano que hoy se aplica en el continente para asfixiar a las izquierdas llegadas al poder precisamente a través del institucionalismo burgués. Ello ha sido un revés muy fuerte, tolerado en sus inicios, -ya no- porque por primera vez América Latina se ha unido y emprende un nuevo proyecto para sus naciones y como región.

Lo acontecido en Brasil va contra UNASUR, contra el ALBA-TCP y contra todo lo que en algún momento futuro pueda oler a progreso, independencia nacional e integración regional.

Un parlamento corrupto destituyó a la presidenta legítima sin elementos para hacerlo. En Venezuela, por su parte, la crisis inducida de desabastecimiento y los frenos de la asamblea opositora a las medidas del gobierno bolivariano buscan avalar un referendo revocatorio para destituir al presidente legítimo Nicolás Maduro, y emprender una recurva de la historia hacia el estatus oligárquico al que puso fin la llegada al poder del inolvidable Comandante Supremo Hugo Chávez Frías.

Hay que ser demasiado iluso o un abierto malintencionado para no ver los pestilentes vientos de «restauración» que corren por el continente. Hoy más que nunca se precisa de la solidaridad mundial y, ante todo, de una toma de conciencia y conocimiento de causa por parte de la ciudadanía en cada uno de estos países.

No hay lugar para la indolencia; están en juego la definitiva independencia latinoamericana, su democracia participativa y las conquistas populares. Un mínimo descuido pudiera echar abajo la realización de los sueños de nuestros grandes próceres y, peor aún, desarticular un proyecto que avanza cuyo aborto sería un lamentable revés muy difícil de recuperar a mediano plazo.

Las fuerzas imperialistas y las oligarquías no duermen; por tanto los pueblos, principales protagonistas y depositarios de los ideales de soberanía, deben ponerseen guardia. En esta hora sombría es preciso azuzar los hornos y no permitir que se deje de ver la luz.

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