Cuba, erguida como sus palmas

A partir de ellos bebimos el espíritu de soñar, pensar y hacer la patria.

Desde ellos comenzamos a luchar y todavía continuamos, ahora en plena soberanía, perfilando nuestro modelo de nación y adecuándolo a las circunstancias del mundo actual para así garantizar -en tales circunstancias- la continuidad de nuestra independencia y un modelo económico y social sustentable y surtidor de plena igualdad y justicia para todo el pueblo, sin excepción. 

Nuestras generaciones, cada una en su momento, sufrieron desde intervenciones directas hasta otros modos solapados de agresión.

Cuando en enero de 1959 nuestro eterno Fidel llegó a La Habana, ya desde mucho antes se elucubraba en los lobbies del Imperio la forma de conculcarnos -una vez más- la libertad por la que lucharon nuestros mambises a partir del 68 y los revolucionarios del 30.

No contaron con la experiencia acumulada por nuestra avanzada política, la cual extrajo lecciones de momentos anteriores. Ya Martí lo había concluido, que la carencia de unidad había sido el desastre de la Guerra de los Diez Años y de la Guerra Chiquita.

La prematura muerte de Martí despojó a la Gesta del 98 de su energía pensante. Tuvimos que esperar el Centenario de su natalicio para que los jóvenes de entonces no lo dejasen morir arrebatándolo para siempre de la infértil condición de «soñador» a la que fue confinado por quienes no se podían permitir que su ideal total y pleno renaciera.

Correspondió a Fidel, Raúl y la Generación del Centenario redimir por siempre el pensamiento y la memoria del Apóstol de nuestra Independencia.

Nuestras palmas reales, símbolos indelebles de cubanía; imágenes naturales de la patria, acompañaron a los mambises del 68, del 95 y del 53 del siglo XX, cuando estos se adentraron en sierras y llanos.

Esas palmas no en vano son esbeltas y firmes, y mueven sus penachos simbolizando un saludo de paz y amistad, ese mismo que nos caracteriza como pueblo. La esbeltez y firmeza de nuestras palmas también representa la verticalidad de nuestro pueblo.

Vinieron a mi mente nuestras palmas cuando en la noche del domingo 16 de septiembre seguí con atención -como la inmensa mayoría de mis compatriotas- la entrevista que la periodista Patricia Villegas, directora del Canal Telesur sostuvo con el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba, compañero Miguel Díaz-Canel Bermúdez.

A lo largo de toda la entrevista sentí en sus palabras la verticalidad de nuestras palmas reales y el sincero y afable movimiento de sus penachos. Uno de aquellos momentos, cuando el Presidente cubano expresó:

No somos una amenaza para nadie, lo que queremos es construir un país mejor, un mundo mejor, lo que tenemos es una alta vocación para tener mayor justicia social, la que queremos acompañar con prosperidad; y la principal amenaza para lograrlo sigue siendo ese brutal bloqueo.”

Experimenté también como la verticalidad de las palmas la expresión de voluntad nacional de no dejarnos condicionar por nada ni nadie en relación al destino de la nación cubana. Que no habrá diálogo posible mientras se pretenda doblegar la dignidad de nuestro país.

Pero no se puede aspirar a un diálogo donde en una parte hay prepotencia, hegemonismo, presión, ni donde una parte exige que tú te sometas a sus designios….

Al mismo tiempo manifestó la voluntad de realizar dicho diálogo sobre la base de la igualdad y el respeto mutuos, política de principios que ha caracterizado a la Revolución desde el primer momento:

Ya Fidel había dicho que nuestros conflictos, nuestras diferencias, no son con el pueblo norteamericano…”

Para dejarlo bien claro, el Presidente Díaz-Canel puso de manifiesto la importancia vital de nuestro Partido como factor de unidad nacional. Recordó cuando Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, base del actual Partido Comunista de Cuba, para desarrollar la Revolución; un Partido que es totalmente abierto y democrático para incluir los intereses de la mayoría y lograr la unidad sin dar lugar a rupturas. Textualmente dijo:

Cuando hemos tenido divisiones, cuando en nuestra historia se ha fracturado la unidad, hemos sufrido los reveses”. “Por eso, el PCC es un partido del pueblo para lograr la unidad”.

Los jóvenes de hoy nacieron cuando la Revolución ya había triunfado; de ella disfrutan todas sus conquistas. Eso significa que las actuales generaciones jóvenes son hijas y frutos de la Revolución. Y un pilar de la Cuba del futuro es el espíritu revolucionario de sus jóvenes, que en su esencia apuntan a que todo sea cada vez mejor, y a quienes elogió por su firmeza de principios al expresar:

Sus deseos se concentran en que haya más desarrollo, más avances, que los tengan en cuenta, más participación y que tiene aspiraciones de desarrollo tecnológico y sobre la comunicación social. Es una generación que tiene elementos de diversidad y que tiene los beneficios de la Revolución. Es una generación que tiene firmeza y que no es anexionista, que quiere la independencia, que va a dar continuidad a la Revolución”.

La noche del domingo 16 de septiembre se abordaron muchos temas de la actualidad de Cuba y del mundo con el Presidente cubano. En todos y cada uno se vislumbraron las enseñanzas de Fidel, el decisivo apoyo del General de Ejército Raúl Castro Ruz a este proceso de actualización y una vez más Cuba se mostró como es: tan erguida como sus palmas.

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