Al rescate de palabras perdidas

Con razón comentaba un jubilado de la Universidad Central de Las Villas, en una conversación sostenida entre amigos de su edad en el parque Leoncio Vidal en días pasados, cuando refería que al parecer no se podían utilizar algunas palabras propias de nuestro lenguaje, pues parecía que no las entendían y cuando las expresaba lo miraban con extrañeza y cierta sorna burlesca.

En resumen, contaba el ex profesor que  al pasar entre dos jovencitas paradas en una acera, bastante estrecha, no hizo otra cosa que decir CON PERMISO y fue como si dijera algo incorrecto u ofensivo, a juzgar por la forma en que lo miraron, un tanto asombradas, como quien dice: y  éste de qué otra galaxia se desprendió, lo cual confirma el poco uso de algunas palabras y la falta de educación imperante en el argot cotidiano.

Es decir que pedir PERMISO, algo tan común entre las personas, se ha convertido en algo inusual que puede parecer extraño para determinados individuos, lo cual denota no solo falta de riqueza en el lenguaje sino de buenos hábitos de convivencia, pues se debe pedir permiso para tomar la palabra en una reunión, para pasar entre dos, andar en la estrechez del pasillo de un ómnibus, para adentrarse en un local privado,  interrumpir una conversación y en muchas otras circunstancias.

De igual forma se utiliza muy poco la expresión POR FAVOR  que lo mismo sirve para hacer una pregunta, esclarecer una idea, buscar una dirección, pedir una ayuda, solicitar un servicio. Una de las tantas maneras  de dirigirse con respeto a sus semejantes, sin que se interprete como una deshonra, ni rebajarse a otro.

También figura entre las palabras perdidas  dar las GRACIAS , tan arraigada al buen trato, al agradecimiento por alguna acción, un gesto de caballerosidad o simplemente como respuesta al deseo de buena salud entre las personas, o de los familiares.

Otra forma de un correcto trato entre civilizados es ofrecer DISCULPA o PERDÓN, sin que esto implique humillación, por distintos motivos, desde un tropezón en la calle, una equivocación, hasta por no escuchar bien o no entender una palabra o expresión, muy usual en otros idiomas, como solicitud de repetición, que no es ocioso emplear.

Hay que recapacitar hasta recuperar en nuestro lenguaje el uso común de esas y muchas otras palabras que contribuyen al respeto y educación en la familia, los amigos, compañeros de trabajo y de estudio, y entre los demás integrantes de nuestra sociedad para considerarnos ciudadanos de un país verdaderamente culto y educado, desarrollado en el orden moral y ético.

En contraposición al fenómeno mencionado está la excesiva pronunciación de palabrotas obscenas en boca de jóvenes de uno y otro sexo que las expresan con tremenda naturalidad.

Tales manifestaciones dejan mucho que desear en personas medianamente  instruidas,  en muchas ocasiones alumnos y  alumnas de escuelas de la enseñanza media y  hasta superior, palpable muestra de su falta de educación y respeto entre sí y con los demás.   

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