Cuba no fallará al compromiso irrenunciable de Patria o Muerte

A 61 años de la Primera Declaración de La Habana los cubanos seguimos convencidos de que no hay otra alternativa que luchar y vencer.


Ministro de Cultura de Cuba evocó Primera Declaración de La Habana


Cuentan quienes vivieron aquel suceso que la multitud apretada, firme, llegó desde muy diversos lugares del país, incluso de Oriente, y se reunía allí en la Plaza de la Revolución. Cada mano alzada – de más de un millón de cubanos – contó para aprobar el documento.

Cuba respondía indignada a los cancilleres de América Latina, quienes días antes, reunidos en Costa Rica y convocados por el Gobierno de los Estados Unidos, la acusaban de ser un “peligro” para las demás naciones del hemisferio.

Unos tres meses antes, el imperio del Norte había cancelado la compra de azúcar a la Mayor de las Antillas  con la intención de ahogarla en la miseria y el hambre. Frente a la agresión económica, la respuesta de la Revolución fue la nacionalización de las empresas estadounidenses radicadas en nuestro territorio nacional y la creación de las Milicias Nacionales Revolucionarias frente a las intimidaciones de invasión, además de estrechar relaciones con la entonces Unión Soviética y establecerlas con la República Popular China.

Nuestro país denunció entonces ante el mundo, las reales intenciones de la Declaración de Costa Rica, acordada durante una reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA), erigido ya como servil instrumento de la política hostil de Washington.

“¿Qué ha hecho nuestro pueblo para merecer la Declaración de Costa Rica?  ¡Nuestro pueblo no ha hecho otra cosa que romper las cadenas! Nuestro pueblo no ha hecho otra cosa, sin perjudicar a ningún otro pueblo, sin quitarle nada a ningún otro pueblo, que luchar por un destino mejor”, expresó el entonces Primer Ministro Fidel Castro durante su discurso aquel 2 de septiembre.

Este histórico documento manifestó, además, la imperiosa necesidad de alcanzar reivindicaciones sociales, económicas y  culturales, para el pueblo cubano, en primer lugar y también para los sectores más vulnerables del mundo.

Los nueve puntos de la Declaración de La Habana constituyeron una proclama de los conceptos rectores de la Revolución,  que tuvieron inmediata repercusión en los movimientos progresistas de América Latina y el Caribe.

Fue incentivo para la lucha por la autodeterminación de los pueblos y el respeto a la independencia. Se alzó de manera directa contra las estrategias colonialistas, las artimañas políticas y diplomáticas gestadas para ejercer dominación imperialista sobre nuestra región.

Pocas veces en la historia un documento escrito hace más de seis décadas mantiene vigencia en sus principios, como ocurre con la Primera Declaración de La Habana.

Cuba erigió su nueva Constitución de 2019 sobre las bases de esta declaración: el derecho del campesino a la tierra, derecho a la educación y a la asistencia médica  libre y gratuita, a la seguridad social y la pensión para adultos mayores y personas de la tercera edad, el derecho de los negros a la dignidad plena, de la mujer a la igualdad civil, social y política, de las naciones a su plena soberanía.

 «Que no haya enfermo que no tenga atención médica; que no haya niño que no tenga escuela, alimentación y vestido; que no haya joven que no tenga oportunidad de estudiar; que no haya persona que no tenga acceso al estudio, la cultura y el deporte», precisa la  Constitución cubana.

Una hoja de ruta para la política exterior cubana

En fechas más recientes, durante el Octavo Congreso del Partido Comunista de Cuba, se ratificaron muchos de los conceptos y principios de aquella declaración de 1960, convertidos en la hoja de ruta de la política exterior cubana.

En el documento que recoge las Ideas, Conceptos y Directrices discutidos durante la cita partidista, se reitera que el compromiso de la Mayor de las Antillas con la unidad de América Latina y el Caribe  es inconmovible, leal a la defensa de la soberanía y del derecho a la libre determinación de los pueblos.

Se expresa la voluntad de promover la cooperación y la integración regional, como parte de nuestra causa y la decisión de no cejar un instante en la tarea de contribuir a hacer de nuestra región, la patria común de todos sus hijos.

«Es la base de nuestra aspiración a la plena independencia de Nuestra América y del empeño en ayudar a lograr una región económica y socialmente integrada, capaz de defender el compromiso de América Latina y el Caribe como Zona de Paz», se precisa.

De la misma forma, se confirma que se mantendrá la colaboración y solidaridad con los países que lo requieran, enfrentando los desafíos con el mayor conocimiento posible del complejo contexto nacional e internacional, «conscientes de que el mundo cambió de un modo dramático y hay demasiadas puertas cerradas para las naciones de menos recursos y muchas más para quienes nos empeñamos en ser soberanos».

Se recalca además, la voluntad de desarrollar relaciones de amistad y de cooperación con cualquier país del mundo y  practicar la solidaridad internacionalista aun en países cuya ideología gubernamental no compartimos.

Se ratifica «la determinación de exponer las verdades con claridad, por mucho que molesten a algunos, de defender principios, de acompañar las causas justas, de enfrentarnos a los atropellos, como nos enfrentamos a la agresión extranjera, al colonialismo, al racismo y al apartheid».

Tal como aquel 2 de septiembre, la Revolución Cubana sigue aquí. La capacidad de lucha y la decisión del pueblo cubano siguen intactos, fiel a las palabras con que termina la Primera Declaración de la Habana: “Cuba no fallará. Aquí está hoy Cuba para ratificar, ante América Latina y ante el mundo, como un compromiso histórico, su dilema irrenunciable: Patria o Muerte”. (Daina Caballero y Bertha Mojena)

Fragmento del discurso de Fidel Castro en la Primera Declaración de la Habana

Editora. Carmen Torres 

 

 

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