EE.UU. no admite derrota en Siria

Con el apoyo de sus aliados y la prensa a su servicio para tratar de justificar la agresión, dos naves de guerra norteamericanas lanzaron desde el Mediterráneo 59 cruceros Tomahawk contra la base aérea de Shairat, en la provincia de Homs, con lo cual Estados Unidos vuelve a poner al mundo al borde de la Tercera Guerra Mundial en su afán por desmembrar a Siria.

El bochornoso y cruel hecho fue aplaudido por los «terroristas buenos», esa oposición armada que pidió que se siguieran repitiendo los ataques para facilitarles su labor, en tanto periódicos controlados por el Imperio, como The Herald, de Miami, trataban de hacer creer que la acción estuvo motivado por un ataque con armas químicas del ejército sirio contra la población civil, cuando se conoce y se comprobó internacionalmente que el cuerpo no posee ese tipo de armamento prohibido y EE.UU. y su principal aliado en la zona, Israel, sí lo suministran a los terroristas.

Aún más inyectada en sangre su rojiza faz, Trump pidió «sabiduría»,  cuando se juzgue la criminal y traicionera acción estadounidense, que pone en peligro a la humanidad, mientras Rusia llamó a una reunión urgente del Consejo de Seguridad.

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, interpretó el ataque de Estados Unidos como una agresión a un Estado soberano, en violación de las normas del derecho internacional y, encima, bajo un pretexto inventado.

«Obviar por completo que las armas químicas son utilizadas por los terroristas, en opinión de Putin, no hace sino agravar la situación en grado considerable», e indicó que «los ataques de EE.UU. a Siria es un intento de desviar la atención de la comunidad internacional de las numerosas víctimas civiles en Iraq», nación envuelta en caos desde la invasión de las fuerzas militares estadounidenses.

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