¿El peligro de viajar a Cuba? Que quieras volver

Se trataba de una disposición modesta, teniendo en cuenta que las limitaciones que se imponen por Washington vulneran los derechos civiles de sus propios ciudadanos por motivos políticos, pero abría muchas posibilidades para el intercambio pueblo a pueblo de un lado a otro del estrecho de la Florida.

Las normativas, sin embargo, no escondían el hipócrita interés de la exportación del american way life a la Mayor de las Antillas y socavar, de esta forma, los valores de la sociedad cubana.

Un año después la llegada de estadounidenses a la Isla había aumentado en un 217 por ciento aupado por la reapertura de circuitos aéreos a cargo de las principales compañías del sector, de igual forma ocurría con los cruceros y se llegó a proyectar el establecimiento de rutas de ferris entre La Habana y ciudades costeras norteamericanas.

Las disposiciones de aquel entonces llenaron a La Habana y otros destinos cubanos de famosos y curiosos, deseosos de contrastar la imagen que vendían los medios con la realidad del país.

Todo lo anterior transcurría a pesar de que un ciudadano estadounidense debía cumplir con un molesto procedimiento de permisos y burocracia para poder cruzar los apenas 180 kilómetros que median entre un lugar y otro.

Lo que no estaba en los cálculos de los teóricos del smart power del que Obama es abanderado, fue que al conocer la cotidianidad de los cubanos, su cultura, desafíos y logros, los norteamericanos comenzarían a reconstruir la imagen que tenían del país y a expresarse en encuestas y debates públicos sobre la necesidad de eliminar por completo las restricciones de viajes, abrir las puertas a los negocios o eliminar por completo el bloqueo económico, comercial y financiero que desde hace más de 50 años Washington impone a La Habana.

Según cálculos de analistas, si se levantara la prohibición de EE.UU. a sus ciudadanos de viajar a la isla como turistas, podrían llegar en un primer momento hasta dos millones de estadounidenses al año, cifra que podría alcanzar los cinco millones a medio plazo.

La respuesta a esta tendencia vendría con un nuevo inquilino en el Despacho Oval de la Casa Blanca. Donald Trump, el presidente 45 de los Estados Unidos, movido por intereses personales y de política interna, pactó con los representantes más anacrónicos y ultraderechistas del exilio anticubano y se planteó el desmontaje del proceso de normalización de relaciones impulsado por Obama.

Su discurso del 16 de junio de 2017 significó el retorno a una política que se creía superada en el mandato anterior: sanciones, bravuconadas y acusaciones sin fundamento.

Entonces emergió la trama de los ataques sónicos a funcionarios norteamericanos de la embajada en Cuba, que sirvió de pretexto para prácticamente cerrar los canales diplomáticos entre ambos países.

Luego, siguiendo indicaciones del ejecutivo, en noviembre de 2017 los departamentos de Estado, Comercio y Tesoro dieron a conocer la adopción de «acciones coordinadas» para incrementar las restricciones a norteamericanos interesados en hacer negocios con Cuba o viajar a ella.

El impacto de estas medidas se dejó sentir en sectores tan sensibles como el académico, en el que se registró un importante descenso de los viajes de intercambio.

De igual forma varias compañías aéreas suspendieron sus operaciones en la Isla y otras disminuyeron su actividad.

El sabotaje a la normalización continuó cuando en enero de 2018 el Departamento de Estado recomendó a sus ciudadanos reconsiderar la posibilidad de viajar a la Mayor de las Antillas.

Pero detrás de esta posición se encontraba también el interés de torpedear la economía cubana, toda vez que el turismo constituye el sector más dinámico dentro de ella y la segunda fuente de ingresos del país.

La estrategia concebida como un golpe de gracia al motor de la economía cubana pronto quedaría superada por la realidad.

La Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, evaluó a Cuba como un país seguro con un índice de homicidios por debajo de la media mundial y de América Latina.

De igual forma la Organización Mundial de la Salud ubicó a la Mayor de las Antillas como uno de los países más saludables, en un estudio publicado sobre el tema en 2017. Un polémico estudio titulado Índice Global de Paz, publicado por el Instituto de Economía y Paz (think tank estadounidense) tuvo que reconocer a la Isla entre los países de mejores indicadores en la región.

Si se comparan estos índices con los de Estados Unidos es posible apreciar que un ciudadano de ese país tiene menos probabilidades de ser víctima de un hecho que atente contra su vida en Cuba, que en su propio país.

Específicamente en el sector turístico en la XXXVIII Feria Internacional del Turismo de España, una de las más importantes de la llamada industria sin humo, Cuba recibió el premio Excelencia como país más seguro para el turismo.

La opinión es sustentada además por representantes de otros mercados, más allá del europeo, como es el caso del canadiense, el principal para la Mayor de las Antillas. Agentes de viajes y turistas de Canadá destacan la «seguridad» como uno de los principales atractivos de Cuba como destino.

Incluso, durante un encuentro en La Habana, empresarios de Estados Unidos señalaron que Cuba «es uno de los destinos más seguros del mundo» y mencionaron que de los casi 620 mil ciudadanos estadounidenses que viajaron a la isla en 2017, ninguno experimentó problemas de salud durante el viaje.

También precisaron que según una encuesta interna, los viajeros a Cuba en 2017 mostraron un índice de satisfacción del 95 por ciento, el 96 por ciento la recomendaría como destino a otras personas y 39,6 por ciento ha repetido su visita.

Durante los debates parlamentarios de cierre del año 2017, el propio Ministerio del Turismo en Cuba, daba a conocer los resultados de las encuestas que miden los índices de satisfacción del destino, en la que si bien se reconocían problemas asociados a la infraestructura y la calidad de los servicios, se señalaba como uno de los atractivos y puntos fuertes de la Isla su seguridad y la hospitalidad de sus gente.

Los hechos apuntan a que la actitud de la administración norteamericana responde a un programa agresivo para detener el proceso de normalización de relaciones entre ambos países y provocar daños en la economía cubana.

En nombre de la protección a la seguridad, las libertades y los derechos de sus ciudadanos, el gobierno norteamericano los vulnera. El único peligro que encontraría un visitante al viajar a Cuba sería, el de querer volver.

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