Hay quienes recuerdan que en Cuba se enseñaba y ensalzaba la oratoria…

Lo más importante no es si está en crisis la oratoria, lo más importante es si están en crisis valores universales del ser humano. Si despertara Sócrates y oyera, no ahora sino desde hace décadas, quizás centurias, algunos discursos bellos sí volvería a tragar la cicuta.

Dicen que Hitler era un gran orador, también era un gran asesino. Ronald Reagan lograba llegar al pueblo de los EE.UU. con sus discursos al punto que hoy las encuestas lo siguen situando en las preferencias de ese país, también aplastó a Granada.

En Cuba dicen que los dos auténticos hablaban bien, también robaban bien. Churchill tiene algunos de los discursos más bellos del siglo XX, también era un rancio colonialista, imperialista y racista (lean sus discursos) y eso no impide que se recuerde como bello aquel de la cortina de hierro que inauguró la Guerra Fría.

Hay quienes recuerdan que en Cuba se enseñaba y ensalzaba la oratoria, yo recuerdo que en la universidad la mediocridad campeaba por sus respetos, las plazas de profesores se vendían y se convertían en moneda de trasiego de favores.

También recuerdo que no se enseñaba ciencia ni tecnología del siglo XX. Era común el profesor de oratoria bella y profusa detrás de la cual escondía que no sabía de la materia que estaba impartiendo. Yo prefiero un especialista que lo poco que diga lo diga de lo que sabe y no uno que hable mucho y bello de lo que no sabe.

Claro, también me pregunto cuánta oratoria sabían los analfabetos, y lo niños que no llegaban al sexto grado y los que cargaban dentro de sí no muchas palabras y sí muchos parásitos.

Me llena de orgullo el campesino que en televisión se expresa bien, no será Churchill, pero habla como alguien que hablando simple dice verdades y te habla de cosas técnicas y científicas de la agricultura. Me llena de orgullo oír a ingenieros explicar con tino cosas complicadas en la televisión.

Me llenan de orgullo los numerosos especialistas que comparecen en nuestros programas a hablar de lo terrenal y lo divino: lo mismo de genética que de Física, de robótica que de religión, de Historia que de evolución, de Matemática que de Química, de letras que de música, de pintura que de cine.

Me llenan de orgullo los magníficos oradores que tenemos impartiendo clases en nuestras universidades, que no solo saben hablar sino que hablan de lo que saben.

Me llenan de orgullo aquellos que en público expresan ideas pensadas, inteligentes y lo hacen bien, cada cual con sus estilos y los oigo en múltiples reuniones, lo mismo congresos de periodistas que de médicos, de la UNEAC que de Física, en la Asamblea Nacional que en el barrio. Oigo a estudiantes míos de Física improvisar discursos bellos donde dicen verdades, y me siento orgulloso.

En Cuba hay muchos magníficos oradores y hablan en muchos lugares, lugares pequeños y lugares grandes, lugares conspicuos y lugares cotidianos.

Y nadie les presta la palabra, es la suya la propia y lo hacen no para ocultar sus propias manquedades sino para contribuir, desde su humildad, a la obra cósmica de la redención humana. Quizás no lo sepan, pero para ellos como para Martí, su conmunión con el verso honesto es tal, que se salvan juntos o se condenan los dos.

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