¿Qué nos ocultan quienes elogian el capitalismo?

Es un mal necesario, uno de los atajos que se ve obligada a tomar una Revolución casi solitaria, que no cuenta con el apoyo de una comunidad significativa y fuerte de naciones que se propongan proyectos semejantes, sino que resiste, cual Isla con pocos recursos, navegando en un océano mayoritario de relaciones capitalistas mundializadas, y ante el genocidio de un imperio.

Ha sido duro el aprendizaje: construir una forma de vida distinta a la capitalista es un largo y tortuoso camino, de imprevisibles y formidables obstáculos, transición cuya meta alguna vez hasta las mentes más preclaras la creyeron al doblar de la esquina.

Durante esa marcha se necesita no sólo una forma distinta y superior de cultura, sino también al unísono un ser humano capaz de sobreponer los intereses colectivos a los individuales, pero, a la vez esta adaptación nos implica utilizar el interés individual como motor económico. Ambas cosas son las más difíciles que el hombre ha intentado para salir de la prehistoria.

Pero adaptarse no significa hacer la apología del capitalismo, ni de sus instrumentos. Correlativo a la apología del capitalismo, es la demonización del socialismo. Correlativo al elogio de la manera como el capitalismo hizo avanzar las fuerzas productivas, es la desacreditación de la necesidad que nuestros pueblos tienen de un Estado fuerte que los proteja. Correlativo al elogio del avance de las fuerzas productivas que el capitalismo logró, es el olvido que la fuerza productiva más importante es el hombre, la fuerza de trabajo que se ve obligado a vender.

Si el  capitalismo se considera dinámico y eficiente NO es por algo intrínseco y superior de su sistema, que no sea principalmente el saqueo inicial que hizo de los recursos mundiales, y sobre todo del hombre. Su dura explotación, las condiciones de trabajo que aún hoy existen en muchos puntos del planeta donde se verifica ese “dinamismo” portentoso del capitalismo, harían horrorizarse a aquel pensador amigo de Marx que describió cómo vivían los primeros obreros ingleses, durante aquel arranque del “portento” capitalista.

Esas fueron mis reflexiones iniciales al leer, recientemente este párrafo que cito:

“Si bien el desarrollo capitalista es contradictorio y desigual, tanto al interior de los países, como entre estos; es capaz de generar un avance de las fuerzas productivas que no tiene paralelo hasta hoy. Y ha mostrado más flexibilidad y capacidad de adaptación que otras formaciones económico-sociales. El capitalismo tiene un mayor recorrido histórico, pero desde el principio mostró un dinamismo que lo llevó a convertirse en dominante.”

Leyéndolo, recordé, quizás por capricho asociativo, la lectura del monumental libro Por el bien del imperio, del imprescindible historiador catalán, Josep Fontana, recientemente fallecido, título que toma el autor de una arenga de Alcibíades para arrastrar a los atenienses a una guerra en su propio provecho , según lo cuenta Tucídides en su Historia de la Guerra del Peloponeso.

No me preguntéis si el recuerdo, y el correlato, está tomando por los pelos una imposible similitud. Quizás no la hay tan directa y evidente. Cada lector sacará sus propias conclusiones si relaciona la objetiva observación del párrafo que disparó el recuerdo, con esta otra afirmación, en el mismo texto: “Todas las formas de propiedad…contribuyen por igual al proyecto socialista”.  Y sólo tendría que hacer el intento de responder esta sencilla pregunta, que el emisor nunca aborda: ¿por qué y cómo el capitalismo fue capaz de generar un avance de las fuerzas productivas que no tiene paralelo hasta hoy?  Y, ¿A qué se debe su dinamismo?

En mi más que modestísima opinión, si no se tienen en cuenta esas dos interrogantes  al hacer esa afirmación, -el por qué y el cómo-, se está contribuyendo a que yo, ud que lee, y cualquiera, y si acaso no leemos mucho, y contrastamos, y cotejamos y comparamos, acabemos haciéndonos una idea muy equívoca con respecto a las soluciones que el proyecto cubano puede buscar en la propiedad privada y el mercado.

Es por ello que algunas personas, y entre ellas muy cultivadas, no entienden por qué hay que pensar muy seriamente en los límites o restricciones que se deben poner a la concentración de la propiedad en Cuba, si total, el capitalismo ha demostrado que es “capaz de generar un avance de las fuerzas productivas que no tiene paralelo hasta hoy” y además tiene un “dinamismo” formidable. Entonces, salgo y voto por esa maravilla y advierto, además, como está sucediendo, que las restricciones serían fatales y hay que excluirlas.

Esa afirmación es sorprendente. Más si la sostiene un especialista, no un hijo de vecino que si lee, lee las deportivas, y si acaso se topa por equivocación con ese aserto y aquel párrafo inicial, si no hace una mueca, quedará muy contento.

También puede que salga y proponga lo mismo: gestión privada sin restricciones que cualquier tipo de propiedad va a contribuir por igual al proyecto socialista, porque además, el capitalismo mostró desde sus inicios un gran dinamismo e hizo avanzar formidablemente las fuerzas productivas…

Afirmar que “todas las formas de propiedad…contribuyen por igual al proyecto socialista”, en abstracto y sin ponderar análisis históricos y contextuales, deja fuera un mar profundo de graves consideraciones.

Por sólo atender a uno de ellos: no tiene en cuenta que si así fuera, la propiedad privada en Venezuela o Ecuador no supondrían uno de los más formidables obstáculos para la buena marcha de sus procesos progresistas a favor de las grandes masas populares. ¿Contribuye “por igual” la propiedad privada al proyecto socialista bolivariano? ¿No hay que contextualizar?

Como no debemos manejar ningún concepto suspendido en el  éter, hay que considerar, respecto de la  propiedad privada, el  volumen de su capital, la envergadura de su influencia, y la función que tiene, por ejemplo, en las relaciones sociales de producción en Venezuela, si es el caso, y su significado, peso político y capacidad disruptiva.

Y lo mismo vale para Cuba, donde se supone, si va a contribuir al proyecto socialista, que nunca debería alcanzar aquellas dimensiones, ni propiciar las condiciones de posibilidad que faciliten el impacto negativo del mercado sobre cualquier proyecto de emancipación.

Son numerosos los estudios y los autores que valoran los efectos esencial y radicalmente diferentes de la propiedad privada y el mercado sobre un proyecto emancipatorio. Más adelante haremos algunas consideraciones al respecto de los términos como tales, en especial del concepto mercado, y cómo puede suceder que cuando hablamos de él, en el coloquio común, podríamos poner a la Caperucita y al lobo en la misma habitación del pensamiento del prójimo, y muy contentos.

Se podría argumentar que en los países mencionados ni el poder económico ni el mediático están completamente controlados ni por el gobierno de finalidad socialista como el bolivariano, ni tampoco fue posible en el período correísta de la llamada Revolución Ciudadana ecuatoriana.

Ambos ejemplos, entre otros, sólo han logrado el poder político circunstancial, y no totalmente -y por medio de los mismos instrumentos que funcionan para poner en el gobierno a un proyecto adverso con ayuda y apoyo internacional- y además constantemente agredido en el primer país por las oligarquías internas y externas, también acosado, pero ahora además traicionado en el segundo, a favor, precisamente, y bajo la presión de los intereses de los representantes  de los grandes propietarios privados.

Se podría argumentar, además, a favor de la posibilidad de controlar los efectos de la propiedad privada en Cuba, que aquí el poder político, y el económico y el mediático, están aunados.

Pero, precisamente, si se sale de cauce la gravitación política de la propiedad privada en nuestro país, tendencia ineluctable del interés privado según ha demostrado siempre la experiencia histórica, tarde o temprano comenzaríamos a ser testigos de la nefasta influencia que necesitan lograr los intereses privados, para, ya convertidos en grupos o clases de presión, actuar en favor de sus objetivos en la esfera política e ideológica. Y este no será un proceso librado al ámbito endógeno sino que desde ya está siendo estimulado tanto por fuerzas internas y exógenas en dulce contubernio.

Cuando se discute si es conveniente limitar la concentración de la propiedad,  de la riqueza, o de ambas, suele olvidarse en el análisis lo expresado hasta el momento, aunque ello está tácitamente, en el meollo de la cuestión: el interés privado, dada cierta envergadura, tanto de la propiedad, como de la riqueza acumulada que ello permite, al convertirse en capital, tiene un objetivo rector, impulsivo e indetenible, que no depende de la filantropía del poseedor: necesita aumentar su capital y a su vez, su influencia política.

Y no hay capital si no hay extracción de plusvalía y explotación del trabajo ajeno. Ahora bien: para lograrlo, el capital necesita, tarde o temprano, participar en la política, lo que equivale a decir, influir en las condiciones de posibilidad que le permitan seguir siendo capital, reproducirlo,  acrecentarlo y, en espiral, aumentar también su capital político.

Puede ser de una ingenuidad insólita, por ignorancia o lagunas de formación e información, o de una fría y calculada maldad clasista, según sean sus promotores, a estas alturas del nuevo siglo, desconocer, marginar, olvidar u ocultar estas enseñanzas elementales, según sea el caso la ingenuidad, el desconocimiento o el artero y consciente propósito.

Respecto de estos temas, aunque abunda la intencionalidad clasista de los enemigos declarados del socialismo, en cambio, la ingenuidad es muy rara, aunque la ignorancia más abundante. Pero en el fondo, son determinadas concepciones que se explican a partir de los fundamentos de las cosmovisiones políticas y culturales que están en la base de cualquier opinión cuando no los estrechos márgenes de las especialidades.

Así ocurre con la idea inicial de estas notas según la cual toda forma de propiedad contribuye por igual al proyecto socialista. Aquí hay una simple afirmación generalizadora y abstracta, que evita por igual las conquistas del análisis marxista, las lecciones de la historia del capitalismo, en especial, la fuerza de gravedad del cercano imperialismo, a la vez que no tiene en cuenta las condicionantes geopolíticas de Cuba.

Una gravitación política significativa de grupos de presión de la propiedad privada en Cuba sería, está siendo desde sus prolegómenos ideológicos y económicos apenas se ha iniciado, instrumentalizada para desmontar el proyecto socialista cubano.

Fue el objetivo declarado de la concepción obamiana, tanto como del giro trumpista. Uno mediante el abrazo tierno del león, otro mediante la violencia descarnada de la hiena.

Los intereses imperialistas no se oponen a Cuba por motivos meramente económicos, sino culturales y geopolíticos. No principalmente por Cuba, sino por el Sur, o mejor, por la dominación de los “sures” del planeta.

Los motivos no son de la misma índole, claro está, por los que tienen a China o a Rusia, o a Irán, como sus principales enemigos íntimos. No hay en el Caribe una Ruta de la Seda que obstaculizar, un oleoducto que sabotear, una zona de influencia que frustrar, un poderío económico y nuclear que impedir, un rico yacimiento que dominar, una zona de diferencias étnicas o religiosas que balcanizar, un conjunto de estados que convertir en fallidos.

Lo que hay en Cuba es una posición estratégica y un ejemplo antimperialista tenaz que hacer fracasar por completo para asegurar “con esa fuerza más”, la dominación del traspatio del imperio. Hoy en feroz competencia y disputa con China, Rusia y otros proyectos que se enciman sobre Latinoamérica.

Si la gestión privada tiene éxito en Cuba, ese éxito sobredimensionado y sin sabias restricciones que algunos están promocionando, su apoyo exterior será directamente proporcional al debilitamiento del proyecto socialista que puedan obtener a cambio, y a la significación política que pueda alcanzar para liquidar el socialismo. Cuando la tendencia de la economía cubana sea fortalecerse y, a la vez, el proyecto socialista se fortalezca con ella, tanto la economía estatal como la privada será torpedeada por todos los medios posibles. Ponga Ud. el viceversa, como dice la grácil conductora de La Pupila Asombrada.

La peor de las pesadillas que le espera al que se duerma soñando con un despegue económico basado en los aportes de la propiedad privada, si y sólo si esta alcanza, repito, porque esta es la base de mi argumento, significación política y cultural en Cuba, será imaginar que ello será posible, -como en China, o en Vietnam-, con un Partido Comunista conductor de la Revolución, con un proyecto socialista en marcha y en progreso.

Ambas cosas, al unísono y por igual, será impedido a toda costa, porque significaría, para el imperio, una victoria que se empeñan en liquidar hace ya 60 años. Y lo continuarán, porque está en el ADN de ese sistema de dominación y es una exigencia geopolítica imperial.

Toda propuesta, pues, que esté dirigida o contribuya a debilitar la unidad política cubana, el papel político rector del Partido, o la arquitectura económica y política del estado socialista, o su concepción propia de la democracia, o a debilitar sus instituciones, si no nace de un objetivo frío y calculador enemigo, que los hay, si no se origina en el desconocimiento, la falta de profundidad analítica de sus consecuencias políticas y económicas, quizás provenga, en última instancia, de una confianza extemporánea y ya anacrónica en los instrumentos del capitalismo. Y no creo que sea anacrónica la advertencia guevariana y fidelista.

¿Significa lo anterior que quien esto escribe es tozudamente, dogmáticamente, contrario a la existencia del mercado y la propiedad privada en Cuba? ¿Que no apoya lo acordado en los Lineamientos o en la Conceptualización? ¿Que se opone a ese punto de la nueva Constitución sobre la existencia de la variedad de sistemas de propiedad que propone para este momento de la Revolución? No.  

No soy militante, sino un simple trabajador informático, ocupado con sus pequeñas y modestas armas en contribuir a los destinos del país. Apoyo todo lo anterior, no por disciplina, no por ganar favores ni méritos, entre otras razones éticas fundamentales, porque no tengo de dónde obtenerlos, ni quien me los otorgue, a cambio de mis ideas, incluso si ese fuera mi objetivo.

Pudiendo escribir para medios que pagan sus 30 monedas a cambio de cualquier texto así sea ligeramente hipercrítico, sesgado o descontextualizado sobre Cuba, mi opción es no hacerlo, según mi convicción de que la patria es ara y no pedestal, y que la prostitución de la inteligencia es la más nefandas de las traiciones que se pueda cometer contra la propia dignidad y la decencia humanas.

Apoyo esos aspectos de la nueva realidad cubana por la certidumbre de que el actual estado de la correlación de fuerzas mundial hará que todo intento de transición hacia el socialismo sea el más largo y tortuoso camino imprevisible y cada vez más preñado de obstáculos para su despegue económico y su fortalecimiento hegemónico espiritual.

También por la certidumbre histórica de que las experiencias socialistas intentadas en el mundo periférico y subdesarrollado nos deja la amarga lección de que hay que bogar una larga transición en que hay que conservar los sueños más ambiciosos para cuando esta humanidad ya no pueda más y eche a andar. Pero también apoyado en ciertas convicciones que el conocimiento y las lecciones de nuestros mayores y su sacrificio nos aporta.

Estoy convencido que el desafío mayor del proyecto socialista es cultural. Afirmarlo no excluye la importancia de lo económico. Al contrario, íntimamente lo incluye y es comprensible para quien no padezca una concepción estrecha de la cultura y la economía. Cultural es la necesidad de formar al hombre en un nuevo imaginario, como fruto de un cambio civilizatorio.

El que ahora lo veamos tan lejos que lo creamos rayano en lo imposible, no justifica que lo olvidemos. Al avanzar, si se deja de ver el horizonte deseado, perdemos la orientación de la senda, y podemos llegar al punto de donde partimos o más atrás, en vez de arribar a la meta y descubrir así los nuevos horizontes.

La transformación sustancial y profunda del comportamiento humano que necesita el socialismo, no se verifica de modo inmediato, gracias a una profunda revolución económica y social, sino que es un proceso muy extenso y altamente complejo.

Nuestra historia revolucionaria dio, y da de sí, muchos seres humanos cuyos pasos en la vida han mostrado una tendencia al mejoramiento humano, vislumbrándose en ellos ese ser distinto, como el resultado de un conjunto de vectores revolucionarios que propiciaron la formación de una directriz hacia un ser humano socialista y solidario.

Pero la guerra multi aspectual  imperialista tuvo y tiene como principal objetivo impedir que ese vector no se defina como predominante y en ascenso. Y lo ha conseguido en alguna medida. Negarlo es cerrar los ojos. Lo ha logrado no sólo en Cuba, sino en extensas regiones del mundo, porque su cultura es la hegemónica en el imaginario mundial. Y donde no ha podido con la letra, lo hace con el fuego.

La base de ese predominio es el imperio de las relaciones capitalistas de la producción de los recursos que el hombre necesita para simplemente vivir, sostenido en la guerra de clases internacional y en la explotación de la mayoría de las naciones del planeta. Llegado a este punto, y por el conjunto de razones imposibles de apuntar aquí, Cuba debe, aunque siempre ha sido el camino de las  revoluciones, intentar avanzar por una senda semejante al estrecho desfiladero de Escila y Caribdis, los dos monstruos marinos mitológicos que acechaban a cada lado del camino al caminante atrevido, de manera tal que, evitando a uno, se corría el peligro de caer en las fauces del otro.

A un lado del camino, Escila: la comprensión de que el enemigo juega su carta a la indefensión económica y nos niega el agua, el pan y la sal para que la economía estatal socialista y el socialismo se revelen como incapaz e inferior al sistema económico del Capital, en las condiciones que ellos le han impuesto intentarlo.

Lo subrayado es algo que olvidamos nosotros mismos, o nos invitan a olvidar, tan flaca es la memoria. Uno de los momentos más tristes del raciocinio normal y corriente, que es el propio de quien esto escribe, si el pensamiento conceptual pudiera padecer de la tristeza, es cuando se oye o lee a un connacional nuestro al que se le supone alguna lucidez o aspiración revolucionaria, repetir lo que la cultura capitalista ha sembrado y propiciado con éxito, que la economía estatal socialista y la propiedad social son fallidas por sí mismas, con abstracción de las condiciones que les ha impuesto el dominio imperial de la economía mundial durante este más de medio siglo, midiéndola solo en el aspecto material y de cotas de consumo que ni aún todos los miembros de esas sociedades pueden satisfacer, y desconociendo cuánto tiene que cambiar el ser humano para que el interés social por el otro y lo común sea igual o mayor que el interés individual. Pero dejando a un lado también, y esto es lo más grave, cuánto hace el poder del Capital para que esa evolución sea imposible.

Del otro lado del desfiladero, Caribdis, un complejo infernal: el mercado, la propiedad privada, la relación entre economía y política, un país al que le robaron su normal desarrollo en la infancia de su historia la colonia y la neo colonia, y el dominio férreo de las relaciones capitalistas vigentes en el 99.9% del escenario mundial.

En este punto debo hacer algunas breves consideraciones acerca de estos últimos conceptos. Porque se tiende a la fácil refutación, en la ligereza y levedad de la reflexión de los medios digitales y la brevedad a ultranza que afirma sin argumentar, que pontifica sin pensar. Y porque el juego falso de la legitimación política a través del voto en los modelos de democracias que nos exigen importar, se basa en la esperanza de que el ser que llaman a decidir, lo haga por impulsión momentánea, por obediencia a los instintos y necesidades primarias inmediatas, sin reflexión en las consecuencias mediatas, y si es posible, guiado por la ignorancia y la propaganda, y las medias verdades sin análisis crítico. Y para lograrlo cuentan con el dominio mediático y el cansancio que provoca la búsqueda de alternativas sistemáticamente boicoteadas y agredidas.

Se observa que aquellas corrientes de opinión que más enfatizan el criterio de que a la propiedad privada, la acumulación de riqueza y las relaciones de mercado no se le deben imponer límites, se refieren con insistencia a los mecanismos “equilibrantes” del fisco y la redistribución  de la riqueza y recursos, como las panaceas solucionadoras de cualquier deformación grave del proyecto socialista que pueda sobrevenir.

Como si en algún lugar, por ejemplo, de nuestro SUR el “derrame” de la riqueza generada por sus sistemas basados en la propiedad privada, resolviera los graves problemas de sus mayorías.  Aquí lo primero que se debe apuntar es que la búsqueda de la riqueza por la riqueza ya tiene al planeta a punto de no servir como hogar de la humanidad, o en camino de ello. Lo otro es que el capitalismo cada vez derrama menos y acumula más. ¿Habrá que mencionar las cifras que lo prueban?

Atenerse a la confianza de que los mecanismos tecnocráticos van a frenar la influencia política de la propiedad privada, resulta un sueño desmentido por los hechos, tan iluso como que el “derrame” es posible. Al capitalista le agrada que se hable mucho más de soluciones técnicas, de repartos y equilibrios, de control y regulación fiscal, porque eso no toca lo que en verdad le interesa conservar.

Eso significa: esto debe seguir existiendo, no tiene alternativa, y allí están los remedios si algo se sale de cauce. Pero es que se sigue saliendo de cauce, pese a todo. Por eso las soluciones tecno económicas han formado parte  de una tendencia que ha predominado desde el ya viejo debate sobre el funcionamiento del capitalismo cuando sólo o principalmente se ha centrado en aspectos económicos, haciendo caso omiso, en algunos autores muy conscientemente, de las consecuencias políticas. Algo muy característico del pensamiento económico y político neoliberal.

Algunos economistas cubanos que desde allende nuestras costas pretenden aportar consejos y soluciones a Cuba, permanecen cerrados todavía hoy  en los límites de esa corriente, sea por convicción, sea por conveniencia. Algunas propuestas de gente sencilla que se leen en las redes. Lo que Cuba no debe dejar de hacer, hoy que asume la propiedad privada, es conocer y examinar profundamente las consecuencias de ese olvido y sus fundamentos. Estoy completamente seguro que nuestras mejores inteligencias en el seno del Partido y del Gobierno y de la Academia, no lo desconocen. Cuando se tiene que aceptar la existencia de la propiedad privada y las relaciones de mercado debe existir una estrategia de carácter mucho más político que económico para resolver las contradicciones que sobrevienen.

Una mala, o intencionalmente mala lectura del estas notas, puede concluir que este comentarista se opone a la propiedad privada en Cuba y al mercado. No me opongo, porque la asumí como decisión colectiva, y la evaluación de las condiciones del mundo actual, aunque ciertamente en lo personal aspiraría a que no hubiera sido nunca necesario.

Sólo advierto la tendencia en ciertos opinantes, algunos de ellos con títulos y estudios, gente acostumbrada a la lectura y la reflexión, que insisten en las bondades de la redistribución y los impuestos, en el ahorro e inversiones de propietarios privados exitosos, con un entusiasmo racional irrefrenable por esos mecanismos que, al decir de Fidel, ya han demostrado que no sirven para los propósitos de una sociedad diferente a la capitalista. Un entusiasmo eufórico sin prevención da lugar al error de la temeridad y el destino de tantos años de lucha y resistencia. Como dijo un artista, sería muy jodido que nosotros mismos echáramos a perder esto.

Y hay una relación visible entre ese entusiasmo económico y sus algunas propuestas políticas.

Un ejemplo reciente que opino pertenece a esta corriente de pensamiento en el debate respecto al futuro del socialismo cubano, es el criterio, y en este caso es  de un economista!, según el cual el gobierno debe tener en cuenta y propiciar incluso toda la variedad de intereses políticos que puedan existir al interior de nuestra sociedad. Léase despacio, estimado lector. ¿Variedad de intereses políticos? ¿Incluso los intereses políticos de una propiedad privada en ascenso que pugne por tener influencia, voz y voto en el parlamento y los órganos de gobierno? Recordemos sólo dos de los “intereses políticos” que se han manifestado en el pasado reciente, para que se valore en su justa medida la envergadura de las consecuencias de esa propuesta y cómo todo este modo de pensar funciona en sistema:

  • Forma parte de emergentes intereses políticos la implementación del pluripartidismo, la separación de poderes.
  • Forma parte de ciertos intereses políticos el estrechamiento o debilitamiento del Estado, incluso el abandono del Partido Comunista de su función política rectora.

Me pregunto si -no el socialismo- sino cualquier otro proyecto que se pretenda  diferente al capitalismo, podría aspirar a serlo, aceptando el ascenso de intereses políticos propios de aquello de lo cual se quiere diferenciar.

El socialismo que estamos pretendiendo, en las circunstancias actuales de Cuba, no puede jugar al pluripartidismo, a propiciar la fragmentación social que ello conlleva, de manera que unos intereses económicamente más poderosos pero minoritarios se impongan sobre los intereses de los más débiles y del común. Y eso, entre otras varias consecuencias nefastas, traería incluir cualquier interés político privado entre la diversidad social que debe impulsar y asumir el gobierno. Simplemente, mucha razón tenía el preclaro comunista Fernando Martínez Heredia: la pugna por el capitalismo de ciertas corrientes y pensadores es algo que debemos advertir cada vez con mayor claridad.

La misma corriente de opinión que afirma lo anterior, nos intenta ilustrar respecto al mercado subrayando que la idea de que la humanidad no conoce otro mecanismo de coordinación tan eficiente y flexible como el mercado.

Ese elogio nos quiere prevenir con respecto a prejuicios infundados contra ese mecanismo para que no seamos tan dogmáticos. Y advierte, con razón, que no se debe confundir el mercado con el capitalismo. De acuerdo, no son lo mismo. Cierto es, pero es necesario tener en cuenta de qué hablamos, también, cuando utilizamos el término mercado.

El hijo de vecino no tiene por qué saberlo. Ciertamente, el identificar ambos conceptos mercado = capitalismo, fue lo que llevó a pensar que luego de una transición socialista exitosa, que se creyó breve, y ya eventualmente derrotado el Capital, el mercado se extinguiría por sí sólo.

Esta concepción se basaba en la confusión de dos procesos diferentes: 1) el mercado como dispositivo virtual o físico donde se verifican las transacciones comerciales, las operaciones de compra-venta, que es algo existente, en esencia, desde los albores de la humanidad, ya sea en forma de trueque en especies, o mediante el “dinero sal” (de allí el término “salario”), u otros medios de cambio, hasta la aparición de la forma dinero moderna como medio de cambio. Por ello, si alguna vez la humanidad vive una forma social diferente al capitalismo, la institución mercado-espacio-compra-venta puede adquirir otra fisonomía, pero mientras haya intercambio algo existirá para su realización semejante a esa función. Eso parece eterno si es eterna la humanidad.

Pero ocurre que no debemos hablar de mercado en general sin dañar a los queremos educar o persuadir o convencer. Un lector común como el que esto escribe, pero quizás no alerta o curioso, se confunde fácilmente y comienza a defender el “mercado”, sin saber qué defiende, ni a qué se refiere.

Puede llegar a creer, como aquel personaje famoso, que está halando en prosa. Porque el  Mercado también constituye el dispositivo de la reproducción capitalista. El mercado como medio de transacción no se puede eliminar administrativamente. Se intentó y fue catastrófico en las experiencias de Stalin, Ceacescu, Henver, Kim II Sun y Pol Pot. Pero como medio de la reproducción capitalista, si no de raíz, si es necesario crearle restricciones, por lo menos en una experiencia que pretenda el socialismo. La teoría del derrame de la riqueza hacia toda la sociedad no puede engañarnos. Caen también chorros de plomo.

Pero lo que interesa subrayar es: no se puede pues, intentar despejar supuestos prejuicios del proyecto socialista cubano hacia el “mercado”, sin aclarar y reflexionar sobre esos dos básicos conceptos que son inconfundibles.

Repito, porque esto es esencial: ello provoca que la doxa común  defienda el “mercado”, sin saber de qué habla. Y a votarlo y fomentarlo, y defender por ejemplo, que la Constitución no proponga priorizar las formas económicas de carácter más directa y fundamentalmente social, como acaba de hacer un entendido educador en las redes, sin saber a qué conlleva y cuáles pueden ser sus consecuencias. ¿Debe ser nuestro mercado ese dispositivo de la reproducción capitalista mediante el reconocimiento de sus intereses políticos? ¿A dónde iríamos por ese camino? ¿Quizás a que la propiedad privada contribuya “por igual” al socialismo? NO se puede confundir su aporte económico, con su probable y posible constitución en un mecanismo de reproducción  del Capital, tanto económico como político.

Argumentar en la defensa de los mecanismos capitalistas que podríamos utilizar en la transición socialista que el capitalismo mostró un gran dinamismo desde sus inicios, y logró un gran avance de las fuerzas productivas sin considerar a la vez que ello supuso lodo y sangre a raudales, la expulsión violentísima de los campesinos de sus lares en la época inglesa de los cercados, y la explotación y saqueo de las civilizaciones americanas del “nuevo mundo descubierto”, y que, en gran parte, aquel celebrado “dinamismo” es el resultado de que se financió con el sudor, la sangre, el oro y la plata ajenas arrebatadas violentamente, es algo realmente propio del pensamiento neocolonizado, y enormemente preocupante si se le escucha a un especialista, a un conocedor. ¿Qué se pretende con ese olvido? ¿Qué olvidemos a qué se debe ese “dinamismo” salvador, a que separemos ese dinamismo de sus condiciones de posibilidad? Si yo le robo al vecino, mi mérito está en mi capacidad, mi fuerza y la superioridad de mis artes para robar. Y sólo allí. Más, sobre todo, cuando mi dinamismo histórico ha continuado sostenido en el robo, el pillaje y el saqueo.

La utilización del mercado y la propiedad privada por el proyecto socialista, ciertamente, implica no sólo el uso obvio de los espacios de intercambio, sino también hacerlo de manera que NO sea el dispositivo de la reproducción capitalista.

El aporte del análisis marxista indica que  el sistema capitalista comienza a regir en su esplendor, es decir, utiliza el mercado, que le antecede, para sus fines de ampliación y reproducción, cuando existen relaciones salariales generalizadas y propiedad privada de los grandes medios de producción. Porque a partir de allí se condiciona la realización de su esencia económica que es la extracción de la plusvalía y la maximización del beneficio impulsado por la competencia y la conversión del dinero en capital.

Los que con esos olvidos, ensalzan el dinamismo y la flexibilidad del mercado y la propiedad privada, y a la vez afirman que las experiencias económicas socialistas han fracasado, ocultan que las dificultades socialistas en gran parte se deben a la existencia misma del capitalismo mundial y su actividad expoliadora. Así como que ese dinamismo no es un don divino sino el resultado de un despojo.

Autor