Nació por parto natural, gestada por la entonces recién triunfante Revolución cubana del 1 de enero de 1959, como resultado lógico de la necesidad de buscar respuestas independientes, alternativas, al monopolio de la información de las grandes transnacionales en manos, principalmente, de Estados Unidos, encargadas de imponer las matrices de opinión que respondiera única y exclusivamente a sus intereses.
Fidel Castro, desde aquellos primeros pasos encaminados a empoderar al sufrido pueblo cubano de dignidad, soberanía, autodeterminación y, sobre todo, justicia, sabía muy bien -por experiencias nacionales y foráneas- que la tarea sería difícil, colmada de obstáculos, silenciamientos y tergiversaciones.
Lo había vivido el Che, quien aún siendo el joven recién graduado de Medicina Ernesto Guevara, sufrió los embates del imperio en la Guatemala de Jacobo Arbenz, a cuyo proceso emancipador se sumó hasta el momento en que fue aplastado.
Y lo percibió Jorge Ricardo Masetti, un joven periodista radial de Avellaneda, Buenos Aires, quien ante el silencio mediático sobre lo que ocurría en Cuba vino a la Sierra Maestra a obtener de la fuente viva la esencia del proceso de lucha armada contra la dictadura de Fulgencio Batista.
De la mente y la mano de ellos tres salió al mundo, el 16 de junio de 1959, el primer despacho con las siglas PL, como continuadora de la Operación Verdad emprendida por Cuba, pero con la mente puesta en los acontecimientos en curso en toda Nuestra América que requerían de un enfoque y un abordaje diferente, propio, autóctono, no fabricado por quienes ocultaban su verdadera dimensión ante el mundo.
Y aquella semilla se sembró en suelo fértil. Muchos periodistas de nuestros países con pensamiento y convicciones similares encontraron en PL el recinto idóneo- quizás muchas veces soñado- para darle curso a sus anhelos e inquietudes profesionales.
Aquí trabajaron artífices de la pluma y el lente como Gabriel García Márquez, Rodolfo Walsh, Angel Boan, Carlos María Gutiérrez, Rogelio García Lupo, Francisco V. Portela, Sergio Pineda Muñoz, Jorge Timossi, Orlando Castellanos, Baldomero Álvarez Ríos, Gabriel Molina, Aroldo Wall, Luis Martirena, Juan Marrero, Miguel y Joaquín Viñas, Leoncio Fernández, Pablo Pildaín……en fin, suficientes estrellas para nutrir un firmamento.
Nuevos nombres se incorporaron en diferentes etapas del quehacer revolucionario y periodístico -que es, esencialmente, lo mismo- a lo largo de estos 57 años para continuar la tarea y los objetivos fundacionales, como constatación de su justeza y validez.
Ni en los más acuciantes años de penurias del llamado Período Especial, cuando desde el mundo de los poderosos se proclamó el Fin de la Historia -y con ello el colapso de Cuba y su proyecto político, económico y social- dejó PL de transmitir, desde su sede de siempre en La Habana, la realidad del subcontinente en sus luchas por la definitiva independencia.
Hoy, las armas del poder mediático en el mundo son mucho más poderosas e infinitamente más solapadas que en aquel 1959, como lo muestra a cada momento la arremetida contra los procesos emprendidos por gobiernos populares y progresistas de la región en los últimos tres lustros.
Esa es una constatación de la vigencia de aquellos principios originarios. Por eso, es tarea de las actuales y futuras generaciones de profesionales asumirlos, hacerlos suyos, perfeccionarlos, adecuarlos a las nuevas condiciones y momento histórico y nutrirse de la savia fecunda de nuestros fundadores, quienes desde su obra nos muestran el rumbo.