Lo suyo es puro teatro

Y sobre su actuación política, Yunior ha volcado un arsenal dramatúrgico, plagado de engaños, adjetivaciones, mentiras, manipulaciones e inexactitudes. Hoy fui testigo.

Esta mañana me tomé el trabajo, que también es castigo e incomodidad, de ver íntegramente su comparecencia ante decenas de medios internacionales, dispuestos a amplificar su discurso desde algún lugar de Madrid.

Mientras iba recitando su libreto – versión actualizada de un viejo guión- apunté más de una veintena de ideas tiradas en ráfagas de manera irresponsable.

No me voy a detener en todas, sería un letargo este texto. Comentaré las más absurdas, las más contradictorias, las más simples. Ellas pueden dar una idea del conjunto de un acto que, seguramente, le veremos repetir en su periplo por circuitos anticubanos europeos.

Arranca el dramaturgo con loas a sí mismo, que se reiterarán sin pudor durante los más de 60 minutos de su intervención, salpicada una y otra vez por comparaciones, aparentemente sutiles, nada menos que con José Martí. Sobran los comentarios.

“Mis obras de teatro eran extremadamente críticas… Además de ser muy crítico con la realidad en mis obras, necesitaba actuar como ciudadano, no como artista”, dice Yunior. Hace unos días, su amiga argentina Laura Tedesco -quien recientemente confesó que desde el 2017 identificó su potencial para confrontar al “régimen” y por ello le gestionó cursos de preparación en el exterior- declaró que “Yunior siempre fue una persona que hacía críticas y siempre tenía cuestionamientos muy fuertes (en sus obras)”.

Empiezo por aquí, porque si una acción se reitera en el discurso del dramaturgo es etiquetar a Cuba como “dictadura” y “tiranía”. Rara dictadura, asombrosa tiranía que -aunque él jamás lo reconozca- le permitió poner en las salas más visitadas de la Capital, todas esas obras críticas que rozaban la contrarrevolución.

No dice tampoco este señor que hasta su salida del país, él estaba contratado por el Ministerio de Cultura, y que no dejó de recibir un solo peso durante toda la pandemia, ni siquiera en los meses de agitación política antigubernamental, en los cuales tampoco trabajó, salvo para subvertir el orden establecido.

Es decir, cobró sin aportar socialmente, en la dictadura socialista de Cuba. Uno de los grandes dramas que vivieron, durante la pandemia, artistas y dramaturgos como él, en otros países, fue ver cerrarse los teatros y con ello sus ingresos, sin ningún estado “paternalista” que les amparase.

Benditas sea la dictadura que actúa así, como la de Pinochet, ¿no? Si, porque esta fue una de las aberraciones del libreto teatral al que asistimos esta mañana.

En un acto de traspolación malintencionada de realidades muy distintas, Yunior describió el impacto de la película chilena, “No” -que la televisión Cubana ha exhibido más de una vez- como un acto masivo de rechazo a la Revolución. Según él, “todos” los cubanos (así generalizó) comentaron en sus redes que “la dictadura de Pinochet y la dictadura comunista cubana son exactamente lo mismo”. Lo dijo con énfasis y teatralidad, en una afirmación que en primer lugar peca de ignorante de la historia.

No es posible definir de otra manera el hecho que soslaya este aspirante a premios imperiales: muchas de las más de 3000 víctimas mortales de la dictadura de Pinochet, fueron asesinadas o desaparecidas por defender ideales socialistas.

Sería de elemental deber periodístico, pedir a Yunior que reporte un solo muerto o persona desaparecida a lo largo de 62 años de Revolución cubana. Que busque con lupa a algún cubano o residente en Cuba dentro de la lista de los 59 periodistas asesinados en el 2020 en el mundo, de ellos 22 en América Latina, según cifra de la ONU. Sabe que no encontrará a ninguno, a pesar de que somos una de las naciones sobre las que más se difama en todo el planeta.

Yunior pretende crear un ambiente de violencia y represión generalizada en torno a la Revolución, y sobre ese dibujo aberrante, convocar a las izquierdas de todo el mundo para que dejen de apoyar a Cuba. Se descoloca y responde fatal cuando le preguntan qué más debía pasar o hacer el gobierno de la isla para que esa izquierda “abra los ojos”.

“No sé qué esperan de verdad, no sé que esperan, dice en tono casi infantil, mientras balbucea: ‘ehhh, qué más pueden hacer. Bueno, podrían, sí, podrían matar a alguien, pero ya mataron a alguien, es decir el día 11 de julio murió una persona, lo mató un policía con un tiro por la espalda, con un tiro por la espalda, y creo que muchos en el mundo ni siquiera son capaces de decir el nombre de esa persona que murió: Yuvys Laurencio, es decir ese nombre ni siquiera lo he visto demasiado en la prensa y fue un joven cubano al que mataron con un tiro en la espalda, y del que no se sabe si algún policía ha sido juzgado y condenado por eso’.

Yunior alude a este ejemplo en dos ocasiones y en ninguna de ellas contextualiza, lo que evidencia su intención manipuladora. La muerte del joven al que se refiere, se produjo en un enfrentamiento con una pandilla violenta, del cual él formaba parte, que lanzaba botellas incendiarias y piedras contra la policía en un barrio habanero.

El desenlace, fatal y lamentable, porque nunca podremos aceptar la muerte violenta de nadie, se produjo en ese escenario y sí, fue un policía, un hombre frente a una circunstancia, donde pudo mediar el miedo, agitación, ansiedad. Pero nunca, de ningún mando militar cubano salió la orden de disparar a matar.

Esa es la orden que estoy seguro Yunior y muchos más anhelaban aquel 11 de julio, o este 15 de noviembre si su marcha se hubiera dado. Que lo primero que viniera a su mente en la respuesta fue la esperanza de un acto violento por parte del Estado, es una interesante proyección psicológica de por donde andan sus intenciones.

Quiere Yunior que el caso del joven ultimado por un policía, en defensa propia, sea un suceso relevante o simbólico a escala mundial. Difícilmente podría serlo en un mundo en el que los asesinatos a manos de policías resultan cotidianos.

Tampoco, en este caso cubano, hay impunidad. Ha trascendido y es pública la información, de que a pesar de las circunstancias que rodearon el hecho y mediar la legítima defensa, este agente de la autoridad resultó investigado y la última información es que sería llevado ante los tribunales.

Pero la manipulación del actor no queda aquí, y la indignación nos envuelve aún más cuando llega al tema de las vacunas. Lo dejo en sus palabras: “… un gobierno que utilizó los cinco candidatos vacunales como una especie de arma política, no como un gesto de verdad, interesado por la salud del pueblo…” Sí, no se asombren si han llegado en la lectura hasta aquí, con todas sus letras lo dijo y en Youtube está la grabación.

¿Cómo se puede no pensar o estar interesado en la salud del pueblo y desplegar todos los esfuerzos para obtener en menos de un año tres vacunas certificadas por nuestra entidad regulatoria?

¿Cómo puede no ser fruto de la preocupación por el pueblo haber vacunado hasta el día de hoy, con esquema completo, al 79.5% de la población y que antes de que acabe el año será mucho más del 95%?

¿Cómo puede no haber preocupación por el pueblo cuando aún sin acabar de inmunizar a toda la población, ya estamos comenzando una nueva campaña de refuerzo que se extenderá los próximos seis meses?

¿Cómo puede no haber preocupación por el pueblo cuando somos el primer país del mundo que ha logrado inmunizar a casi toda su población en edad pediátrica, mayor de 2 años?

¿Cómo puede no haber preocupación por el pueblo con los siete protocolos de actuación médica que se aplican en nuestros hospitales para atender la Covid, con fármacos avanzados, fruto de la biotecnología cubana?

¿Cómo puede no haber preocupación por el pueblo cuando Cuba ha tenido en estos dos años tasas de letalidad entre las más bajas del mundo, incluso en el peor momento de la enfermedad a mediados de este año?

Lo que Yunior dice no solo ataca al Estado cubano, ofende y desconoce en primer lugar a una legión de médicos y científicos que han renunciado a sus vidas personales este año pensando en el pueblo.

Yunior se da el lujo de criticar la gestión del Estado, pero, ¿dónde estaba él que no lo vimos entre el ejército de jóvenes, y no tan jóvenes, que marchó a las zonas rojas para servir en las más disímiles funciones dentro hospitales y centros de aislamiento?

Pero continúa diciendo: “volvieron a concentrar todas las fuerzas en esos cinco candidatos vacunales para levantar la bandera de que Cuba era una potencia médica, y en realidad no había una sola pastilla para calmar el dolor de cabeza de los hipertensos, no podían calmar la presión porque no había absolutamente ningún medicamento en Cuba. Incluso, nos quedamos sin oxígeno, o sea la gestión de la pandemia fue desastrosa”.

Sí Yunior, todo eso pasó, menos tu simplificación de la realidad con ese calificativo de “desastrosa”. 

Pasamos por un momento muy duro, durante los meses de junio, julio y agosto, cuando se registró el pico pandémico con el incremento de casos confirmados. Cuba, como ningún país del mundo, y lo pongo en mayúscula con intención, estuvo preparada en infraestructura médica para un rebrote de esa magnitud.

No fue Cuba el único país en que los hospitales tuvieron una compleja situación con la disponibilidad de camas o donde escaseó el oxígeno. La crisis del oxígeno, Yunior, ha sido global, lo que en el caso de Cuba se debió a la rotura imprevista de su principal fábrica, y por cierto el Gobierno que “no se preocupa” por su pueblo erogó los poquísimos recursos financieros disponibles para importar la pieza necesaria y resolver la crisis en el menor tiempo posible.

Sí que nos faltó oxígeno, y también nos faltaron y faltan medicamentos. Pero no mencionas jamás el efecto del bloqueo norteamericano en este sensible sector. No dices una letra de cómo entorpece y obstaculiza convenios y acuerdos de Cuba para importar materias primas para su producción, o piezas para nuestra industria farmacéutica. No hay mención alguna al criminal intento de torpedear la compra de insumos necesarios para producir nuestras vacunas y que hubo que sortear obstáculos y gastar dineros que no tenemos, para poder conseguirlo.

Por cierto, durante la llamada crisis del oxígeno hubo empresas regionales, de países cercanos que hubieran abaratado costos y agilizado la entrega, que se negaron a vendernos oxígeno por miedo a las sanciones extraterritoriales del bloqueo, y dentro de Estados Unidos debíamos disponer de una licencia especial, que nunca tuvimos. El bloqueo ahoga, y en este caso no fue una metáfora.

Ese es el bloqueo, el que nos hace gastar hasta lo que no tenemos, e impide desarrollarnos más.

Debería escuchar Yunior a los padres que han visto morir a sus hijos o de las decenas de personas que ven sufrir a un ser querido, porque no les han llegado medicamentos o aditamentos de salud que solo se consiguen o producen en Estados Unidos. 

El bloqueo no existe en el discurso teatral de Yunior, que solo pone el énfasis en que “el embargo es una excusa del gobierno cubano”. Embargo, porque él no le dice bloqueo como los cubanos, le dice embargo como le gusta a los yanquis.

Ni siquiera en este tema ha demostrado que puede ser auténtico.

Sus diatribas sobre los cursos de preparación a los que asistió en el exterior, con vistas a convertirlo en lo que es hoy, lo muestran cada vez menos creíble. Solo le ha quedado como defensa, el intento vano por legitimar la figura del expresidente del gobierno español, Felipe González, con quien su grupo tuvo un encuentro a puertas cerradas en Madrid. El mismo Felipe que entre finales de la década del 80 e inicios del 90, intentó persuadir a Fidel en más de una ocasión para que diera un golpe de timón a la Revolución cubana, y la errumbara hacia un modelo neoliberal.

Fue esa la razón de principio por la que Fidel rompió con Felipe González y Yunior jamás lo ha mencionado. Entiendo que le resulte difícil hacerlo. ¿Alguien duda de que el Felipe González que tuvo la osadía de insistirle a Fidel para que acabara con su propia Revolución, no haría lo mismo o daría recetas peores a Yunior y el grupo que le acompañó a un curso en España?

Estamos hablando del mismo Felipe González que era jefe de gobierno, a mediados de la década del ochenta, cuando se crearon en España los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), unidades paramilitares que asesinaron, desaparecieron o torturaron a centenares de independentistas vascos. Aunque los tribunales ibéricos lo absolvieron, documentos de la CIA desclasificados varios años después y que son públicos y generaron un vendaval en España, confirmaron su vinculación a los GAL.

Con tal maestro en su curso, no sorprende que después viéramos a Yunior defender con vehemencia a las personas que guardan prisión porque el 11 de julio cometieron actos violentos y vandálicos en Cuba, o recibir sin tomar distancia, llamadas de un terrorista, connotado y hasta reconocido por la prensa norteamericana como tal: Ramón Saúl Sánchez.

Y aquí quiero detenerme por un gazapo evidente en las declaraciones del dramaturgo. Aseguró que todos sus teléfonos en Cuba, el celular, el de la casa, los de su esposa, suegra, cuñado, etcétera, estuvieron durante estas semanas, desde que lanzó su convocatoria, cortados por las autoridades cubanas. No podía hacer uso de ellos. Tenía una línea de emergencia, dijo, que nadie conocía y utilizaba para casos específicos.

Me surgen entonces nuevas preguntas: ¿Cómo pudo, bajo ese asedio, tener la conversación ya conocida con Ramón Saúl y hacerla pasar como una más, al decir que él recibía cientos de llamadas diarias? ¿Acaso tenía el terrorista su línea más privada?

Pero más interesante aún, si no podía utilizar sus celulares, ¿cómo es posible entonces que esos mismos números que él dice estaban bloqueados siguieran recibiendo fastuosas recargas desde Estados Unidos, que se evaporaban al instante, y parecían más una pasarela de pago, que el consumo normal en comunicaciones?

Son muchas sus incongruencias y es grande su drama teatral. Busca justificar su derrota, que es la de no haber logrado movilizar al pueblo. Se quedó solo. Es posible que se pueda contener a cientos de personas para que no salgan de su casa, pero miles, decenas de miles, cientos de miles, millones, no hay forma humana ni represiva posible de impedirles que salgan si quisieran.
Dice que el gobierno ya está acabado y que perdió la mayoría. Pero al mismo tiempo dice que quedarse en Cuba era morir en vida. Contradicción. ¿No es que ya queda poco? ¿Por qué se fue? ¿Y los que dejó atrás, esos no están muertos en vida?

Se le caen una a una todas sus máscaras.

Yunior intenta tapar la traición a sus compañeros, incluso sus seguidores en redes. Los engañó de la manera más trapera posible. Mientras el día 12 de noviembre los arengaba a marchar, cada uno a su manera el día 15, ya él estaba haciendo las maletas y gestionando su vía de escape a España.

Al dramaturgo le faltó valor y carácter para enfrentar el desprecio, pero sobre todo las consecuencias legales de su actuar. Sí, porque, aunque no marchó él delinquió desde el minuto en que desoyó o desacató la resolución municipal que prohibía la marcha y la siguió alentando hasta el final.

¿Cómo pudo salir para viajar, quien no podía salir a marchar? Lo de Yunior es puro teatro.

 

 

 

Autor