Radios: Un sonido para ver… sobre todo en tiempos de ciclones

Pero es tan importante el asunto, que merece la pena volver sobre él una y otra vez.

Sucede que fui protagonista y testigo de lo necesario que se vuelve un radio de baterías cuando el huracán bate con fuerza atronadora tras las ventanas, todo está oscuro como boca de lobo, y lo único que se escucha son cristales rompiéndose, objetos estallando contra paredes y aceras, en vez de la voz informadora de la radio indicando por dónde va «el bicho» y qué hacer.

En el edificio donde vivo, mi apartamento era de los pocos que contaba con ese útil artefacto y, desde los pisos cercanos, nos pedían: «¡Súbelo, súbelo!». Todos necesitaban conocer.

Qué bueno sería, casi como parte de la preparación del país para catástrofes, que se crearan las posibilidades para que los habitantes de esta isla -fatalmente ubicada en la encrucijada de tanto ciclón- pudieran adquirir uno de esos radios que funcionan con baterías y también con dinamo.

Es verdad que, ocasionalmente, se han vendido en las tiendas recaudadoras de divisas, pero no es eso lo que digo, ni lo que, en la misma cuerda, reclamaba el colega Aroldo.

Hablo de precios alcanzables a la media, porque si la cosa está en escoger entre comprar el dichoso radio o un par de tenis para que el niño vaya a la escuela, la respuesta se cae de la mata.

Que se vendan a crédito, vaya; que se vendan por la libreta, no sé, y con baterías, preferiblemente recargables. La mejor alternativa, desde el punto de vista comercial y financiero, la deben encontrar los conocedores de esas materias, pero todos los cubanos deberíamos ser conocedores de cada detalle al paso de un ciclón.

Además, el loable esfuerzo que realizan los periodistas del servicio informativo de la radio y la televisión, también ellos arriesgando sus vidas con un altísimo sentido del compromiso social, no sirve de mucho si no llega a sus destinatarios.

Y para recargar los radios, además de los celulares -igualmente tan necesarios en esos momentos de emergencia-, que se habiliten torres de recarga donde haya grupos electrógenos y posibilidades para hacerlo.

Así se pone el parche antes que salga la gotera de aquellos inescrupulosos que, en el pasado huracán, andaban cobrando a cuc cada recarga en panaderías, policlínicos y hospitales.

En realidad, esto de los radios portátiles es casi un asunto de vida o muerte. No exagero. Porque cabe el caso -y ya ha sucedido- de que, al sentir la calma, el cese de los vientos y lluvias, se piense que ya pasó el ciclón, cuando en verdad se está en su mismísimo ojo.

Pero para saberlo hay que tener acceso a la información, sobre todo radial, y prácticamente la única cuando no hay fluido eléctrico.

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