La Perla del Sur comenzaba a sacudirse del silencio nocturno, aquel 5 de Septiembre de 1957 cuando los combates contra las fuerzas del tirano Batista tuvieron escenarios en el Distrito Naval, Colegio San Lorenzo y antigua Jefatura de Policías.
Murieron aquel día glorioso para el pueblo cienfueguero casi medio centenar de revolucionarios, la mayoría marinos de la base, quienes portaban el brazalete del Movimiento 26 de Julio y a ellos se les unieron muchos hombres y mujeres peleando por la libertad.
La sublevación duró pocas horas, entre sangre y metralla, vivas a Fidel Castro Ruz y a la Revolución cubana, pero en el breve tiempo tuvo la imagen del triunfo que llegaría después de forma definitiva, el 1ro. de enero de 1959.
En el aniversario 59 dialogamos con uno de los marineros que arriesgó la vida y peleó en la inolvidable gesta, Raúl Hernández López. Era un joven de 24 años de edad cuando se involucró en los hechos. Ahora, con 83 abriles, trae la historia a las nuevas generaciones y disfruta la obra revolucionaria.
Raúl se personó en la residencia de las calles San Fernando y Manacas, donde vivía el odiado comandante Eugenio Fernández, responsable del escuadrón de la Guardia Rural, pero no pudieron sorprender a la escolta y escapa el esbirro, quien se dirigió al antiguo cuartel de la policía.
Testimonio de un combatiente de mediana estatura y risueño. Recuerda la circular de Fidel: «Había que proteger todos los soldados. No se podía matar ni torturar a nadie y sobre todo a la familia buscar la manera que no fueran a sufrir un accidentes».
Después del Triunfo de la Revolución Raúl Hernández retornó a la marina y al jubilarse trabajó en el Ministerio de la Construcción y en la Refinería de Petróleo Camilo Cienfuegos.
Hoy descansa en su hogar con tres hijos y más de una decena de nietos y tataranietos agradece la existencia en Cuba.
Recuerda «cómo se vivía anteriormente a la forma en se vive hoy. De la noche al día. Había una pobreza muy grande. Hoy tenemos trabajo para todos, el que no lo haga es porque no quiere. Aparte la atención con los niños. Yo llegué a la escuela descalzo, de muchacho. Ahora todos tienen uniforme, ropa, zapatos y lo que les haga falta. Las escuelas, antes no meran para todo el mundo».
Combatientes que cumplieron con los deberes patrios. A la audacia popular no le importó el peligro. Cienfuegos hoy vive inmerso en el homenaje y crecido en las nuevas generaciones.