Voladura del vapor La Coubre, acción criminal con un alto costo

Tan macabro hecho sucedió mientras se descargaban de la nave pertrechos militares en la dársena habanera el viernes 4 de marzo de 1960, lo cual resultó una de las acciones criminales más grandes realizadas en el pasado siglo en la región.

En ese entonces resultaba una prioridad para los círculos de poder estadounidenses impedir que Cuba recibiera los Fusiles Automáticos Ligeros (FAL) de fabricación belga, considerados entre los mejores de su época, que el Gobierno Revolucionario los compró junto a sus municiones de acuerdo con un contrato firmado con la industria bélica de ese país desde 1959.

Fue en la mañana del referido viernes cuando La Coubre, procedente de Amberes, Bélgica, arribó a la rada capitalina con una carga de cerca de 100 toneladas de granadas y municiones.

Poco después de las tres de la tarde explotó dicha nave sorpresivamente, lo que provocó la alarma en toda la ciudad e inmediatamente comenzó el auxilio a los heridos y el rescate de los restos de las víctimas, hasta que una segunda explosión más poderosa que la anterior ocasionó la mayor cantidad de muertos, mientras una nube negra en forma de hongo atómico se elevó a más de mil metros sobre los restos del barco, visible en toda la capital.

Era evidente que la segunda explosión fue concebida para causar más fallecidos, incrementar el terror entre la población y sobre todo provocar la muerte de dirigentes de la Revolución, incluyendo al Comandante en Jefe Fidel Castro, que como era ampliamente conocido desde la lucha en la Sierra Maestra, acudía siempre a los lugares de mayor peligro junto a sus combatientes, y realmente los planificadores de la CIA estuvieron cerca de lograr sus propósitos.

El investigador Tomás Gutiérrez González en su documentado artículo “La Coubre hizo brotar la convicción de Patria o Muerte”, publicado en Granma el 3 de marzo de 2015, recoge el testimonio de José Alberto León Lima, uno de los combatientes de la escolta de Fidel que ese día estaba en el piso 18 del Instituto Nacional de Reforma Agraria (Inra) -lugar donde está actualmente el Minfar-, en unión del Comandante Raúl Castro, el Comandante Guillermo García y otros oficiales, cuando ocurrió una explosión que estremeció todo el edificio.

León Lima recordó “(…) bajamos el grupo completo. Nos montamos en el carro. Con nosotros iban Fidel, Raúl y otros compañeros de la escolta. Llegando a la calle 10 de Octubre ya venían carros con heridos, parece que iban en dirección al Hospital La Covadonga. Cuando nos aproximamos a la Planta de Tallapiedra, tuvimos que parar el auto por una zanja, bastante ancha y profunda, que impedía el paso de los vehículos y atravesaba esa vía en dirección al mar.

“Nos detuvimos, nos bajamos todos de los autos para cruzar la zanja. En el momento en que nos dirigíamos a la zanja, ocurre la segunda explosión. Aquella zanja evitó que hubiéramos llegado al lugar en que, unos segundos después, se produjeron tantas bajas entre los que allí se encontraban auxiliando a las víctimas”.

Igualmente, Aleida March, quien junto a Ernesto Che Guevara y su escolta el primer teniente Hermes Peña Torres arribaron al siniestro, dijo acerca de ese luctuoso día:

“No estábamos muy lejos del muelle cuando se produjo la explosión, entramos por debajo de los elevados y detuvo el carro cerca del Cuartel de San Ambrosio. Ellos se bajaron y caminaron hacia La Coubre. Cuando quise acompañarlos me pidió que me quedara cuidando los documentos que traíamos, las armas y otras cosas. Creo que utilizó el pretexto para cuidarme, yo estaba embarazada. Momentos después ocurrió la segunda explosión. Pensé lo peor”.

Años después se conoció que la nave desde su salida de Europa tuvo como pasajero a un periodista estadounidense nombrado Donald Lee Chapman, algo poco usual en un barco que transportaba explosivos, quien supuestamente se encaminaba a su natal Nebraska y que lo dejarían en Miami, bastante alejado de su destino, en cuyo puerto, además, subirían otros ciudadanos estadounidenses.

Existen informaciones que implican a la dictadura de Leonidas Trujillo, de República Dominicana, en el hecho y el conocimiento de los planes por funcionarios norteños.

Los expertos cubanos en sus posteriores investigaciones lanzaron desde aeronaves cajas de municiones y granadas que venían en la embarcación, sin que estallaran, lo cual evidenciaba que había ocurrido un sabotaje hecho por la CIA y sus cómplices mientras el barco se encontraba en el Viejo Continente, probablemente al instalar un artefacto explosivo en alguna caja que se activó cuando fue movida.

Hasta el momento, el gobierno norteamericano y su comunidad de inteligencia se han negado a desclasificar documentos sobre el suceso.

El plan de la CIA fracasó en su intento de quebrar la decisión del pueblo cubano a seguir adelante y así lo demostraría Fidel en la despedida de duelo de las víctimas del sabotaje el 5 de marzo, cuando expresó: “(…) sabremos resistir cualquier agresión, sabremos vencer cualquier agresión, y nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria: la de la libertad o la muerte. Solo que ahora libertad quiere decir algo más todavía: libertad quiere decir Patria. Y la disyuntiva nuestra sería ¡Patria o Muerte!”

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