Cada día tiene diferentes rostros

Dejo clara la anterior premisa porque creo que para enjuiciar un edificio, antes se debe ser un buen arquitecto. Otra aclaración es que las telenovelas son frutos de la ficción para llevar el solaz, y así también un mensaje edificante, pero no debieran nunca convertirse en un tratado de Sociología. 

Para adentrarme en cuanto quiero compartir, he oído muchas opiniones sobre este producto reciente de la Televisión Cubana; positivas unas, y otras menos conformes. En sentido general, la telenovela atrapó al público y agradó; no obstante hubo enfoques y tratamientos que pudieron ser más convincentes. 

El abandono de una niña por parte de su madre adolescente en un hospital de maternidad, es ajeno a la realidad de un país donde al embarazo se le da un seguimiento especializado permanente, y para ingresar en cualquier centro de salud es preciso mostrar la identificación personal. Se hace poco creíble la historia, incluso en el proceso de adopción de un niño abandonado, pues todos sabemos que ello requiere en Cuba procedimientos legales que garanticen el bienestar del recién nacido.   

El machismo es un prejuicio lamentablemente arraigado en algunos sectores de la sociedad, pero tampoco creo que la paternidad – menos si a papá le nació un “macho” -, vaya a modificar “por arte de birlibirloque” una actitud que es fruto de una herencia cultural. 

Impresiona el medicamento tan eficaz que transformó a la abuela recalcitrante y demente  – herida también por la pretérita infidelidad de su esposo – en una persona diametralmente diferente, convencida de sus errores pasados y dispuesta a reiniciar una nueva vida junto a su esposo en la casa de la playa. 

Muchas y muchos alegan su inconformidad con el trato dado por la madre biológica al padre biológico de la niña abandonada, quien al enterarse de la posibilidad de que esté viva, intenta averiguar si es cierto. Ella impide tajante su participación y  con ello la oportunidad de rectificar un error pasado que fue de ambos. Igualmente vulnera desde el principio el derecho de la hija a conocer y perdonar a su padre biológico. 

La trama principal y cualquiera de las subtramas de la telenovela “El  rostro de los días” – se afirma – pudieron haber tenido finales  diferentes. En ello se hace mucho hincapié y es cierto, pero téngase  en cuenta que una novela es ante todo producto de la ficción, de la  imaginación de quien la escribe, aunque para hacerlo tome aspectos de la realidad, y la vida misma demuestra que conflictos parecidos no tienen iguales desenlaces.  



Los escritores de esta telenovela dieron a cada conflicto el final que consideraron, y esa es su obra. Probablemente en producciones futuras se aborden estos y otros temas y aparezcan distintas soluciones. En lo concerniente al comportamiento humano, “dos más dos no tienen, necesariamente, que ser cuatro”. 

“El rostro de los días” nos deja un recuerdo perdurable. La telenovela llegó oportuna, atrayente, con un argumento interesante; apareció casi paralela a la Covid-19, y sirvió para mitigar la ansiedad diaria por la pandemia y otras adversidades adjuntas, durante los casi 40 minutos de cada capítulo. 

Las actuaciones fueron estelares. No quiero mencionar nombres, al hacerlo sería injusto porque siempre habría involuntarias omisiones. Me limito a elogiar la labor de consagradas y consagrados de la pantalla, y las actuaciones de quienes despuntan como exponentes de una excelente continuidad actoral, tan congénito del arte escénico cubano. 

Hubo muy buenas escenas. Una de ellas demostró cómo un encuentro íntimo puede tratarse artísticamente con sublime elegancia. 

En cuanto al cruento duelo entre dos de los personajes, no concuerdo con el final dado. A propósito de esta escena genial, próxima a realidades y justificada por la condición amoral de los personajes, aprecio que pudo dársele otro final. La lectura dejada es que el peor de todos muere debido a su maldad y eso es un error, ya que la muerte como tal es inherente a todo ser humano. Me dejó el mal sabor de reafirmar criterios negativos de personas que aún creen en la efectividad de la venganza. No se dio la oportunidad para que el violador respondiera ante la ley. Lo otro, el móvil que impulsó al homicida se debe a una realidad ajena al hecho en sí.

La escena – inesperada y bien lograda dramatúrgicamente – ha sido más criticada por el horario, aunque confieso haberlas visto peores en horarios parecidos, en películas y series extranjeras cuya morbosidad es factor común y casi nadie censura. 

La telenovela posee aspectos positivos y negativos, y como obra de ficción fue bastante bien manejada, salvando incoherencias con una realidad específica. 

Merece un especial elogio la música de la telenovela, apropiada y de muy buen gusto en sentido general. Asimismo las imágenes transicionales de La Habana y los símbolos que la identifican, lo que en todo momento ratifica el origen del producto audiovisual. Cierto también que se muestra el mejor rostro de la ciudad, aunque no todos nuestros audiovisuales tienen por qué mostrar el lado peor, el cual ha sido escenario de otras tramas. En el caso de “El rostro de los días”, el argumento se desarrolla en ese otro ambiente. 

Me parece que uno de los aspectos más significativos descansa en el discurso. Las actuaciones lograron expresarse sin necesidad de muchas palabras. Por suerte no se apeló a retóricas manidas hasta el hartazgo. Se va de lo explicativo a lo implícito, y ese es un aspecto semiótico esencial, digno de seguirlo profundizando. 

En conclusión, considero que la telenovela “El rostro de los días” deja un grato recuerdo a la teleaudiencia y señala a los realizadores un camino a seguir sin que haya que imitarla. 

Apropiada también para espectadores foráneos, es indicador de que el dramatizado televisivo en Cuba se sigue encaminando por buen rumbo.

 

 

 

 

 

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