¡Tamaña tarea! la que tiene delante el señor López Obrador: barrer tanta injusticia, tanta maldad, tanto egoísmo contra el pueblo pobre de nuestro hermano México. Son estos señoritos acaudalados los mismos que viajan a otros países para pronunciar discursos edulcorados, los que poseen helicópteros propios, palacetes suntuosos, automóviles de lujo, propiedades por cientos, influencias de todo tipo, y los hay hasta mafiosos o les sirven de lacayos a los poderosos cárteles de la droga.
Y para colmo en los salones de las Naciones Unidas a sus Presidentes u otras altas figuras de gobierno hay que soportarles con hipocresía inaudita los “logros” de México. Después, como mansas criaturas, asisten a misa, dejan algunas monedas y ruegan a Dios por el bienestar común.
Parece increíble que a los pobres de esa gran y rica nación los hayan llevado hasta el mismo borde del abismo pisoteando tan cruelmente a los que viven en la más espantosa miseria esperando eternamente que algún día puedan conocer a un médico, o enviar a sus hijos a la escuela o, sencillamente, disfrutar de su condición humana.
En resumen y más claramente: los Peña Nieto y sus antecesores, con excepción del gran mexicano Lázaro Cárdenas, nada han aportado de bienestar a su nación, aunque sí mucho a grandes emporios económicos de su vecino, los Estados Unidos, hasta el punto de venderle hasta una enorme cantidad de sus riquezas propias, dígase oro, petróleo, plata, etc.
Pero es necesario trascender las meras palabras y demostrar con datos irrebatibles la caótica situación que ha encontrado –y debe vencer- el gobierno del actual presidente Andrés Manuel López Obrador, hombre honesto que constituye la cara opuesta de los vándalos mexicanos.
He tenido la oportunidad de conocer de cerca a México, sus gentes humildes, los de la clase media, en fin…y hasta he podido leer un libro cuyo autor es el actual presidente, que constituye una denuncia imprescindible de tanta injusticia.
Veamos algunos datos económicos-sociales que dibujan el caos de un pueblo: Extrema inseguridad; homicidios, robos de vehículos y combustible; solo en julio 2018, fueron asesinadas 3 mil 17 personas; el proceso electoral 2017-18 se tiñó de sangre con un total de 48 candidatos y precandidatos asesinados; también encontraron la muerte violenta otros 175 políticos; creció gran cantidad de crímenes contra mujeres durante el 2018, en comparación con los 2 mil 558 en el 2017.
Es importante también señalar las zonas rurales catalogadas de extrema pobreza, entre las que se destacan, como ejemplos: Tahdziu 47,99 %, Tixcacalcupul 44,50 %, Uayma 40,83 %. Pueden señalarse también Chikindzonot, con un 38,97 % y Chacsinkin con un 38,08%. Por tanto, es obvia la cruel marginación de tantos seres mexicanos.
Y esta es la situación que jamás han denunciado ni la OEA, ni la ONU u otras organizaciones internacionales. A pesar de que hasta el propio Papa haya criticado fuertemente “la voracidad consumista” de la humanidad, agregando que “lo que alimenta la vida no son los bienes, sino el amor; no es la voracidad, sino la caridad, no es la abundancia ostentosa, sino la sencillez.
El Papa llegó, incluso, a preguntar al Señor:
¿Por qué permites tanta injusticia, tanta inmoralidad, tanta hipocresía. ¿Por qué?
Claro, necesitaría muchas páginas para describir otros enormes problemas como son el gran robo de petróleo, la mafia imperante que compra policías, jueces, y hasta la dignidad que pierden por millones de dólares mucha gente de cierta categoría.
Pero a pesar de todo soy optimista, algún día resplandecerá, para el bien de nuestro hermano México el pensamiento de un gran hombre del pueblo humilde, Don Benito Juárez, y se hará cierta su lapidaria frase:
“Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”