El desenfreno de los opulentos

No es necesario ver cientos de cifras que corroboran lo dicho; comprobemos sólo unas pocas que nos muestra el PMA (Programa Mundial de Alimentos) porque bastan para comprender tanta maldad

Si se quiere evitar que 42 millones de seres humanos mueran por hambre, sería necesario que los grandes multimillonarios  aporten solo el 0,36 % de sus riquezas; y para los que están ya al borde de fallecer por tal causa se requieren unos 6, 6 mil millones de dólares. Ya grandes potentados como Jeff Bezzos y Elon Musk han sido llamados para que den un paso al frente, sin embargo el PMA advierte que los 6 mil millones no pueden resolver el hambre mundial.Y otro dato escalofriante es que la ya la décima parte de la población mundial padece de subalimentación. Es evidente que solo una pequeña parte de los famosos multimillonarios bastaría para calmar a corto plazo la hambruna.

Y mientras esto sucede tomo de muestra una pequeña nota aparecida en nuestra prensa refiriendo detalles acerca del “perro pastor alemán más rico del mundo”. Sucede que sus tutores decidieron poner a la venta una de las propiedades “que posee” el animal en Miami, con un precio inicial de 32 millones de dólares. Y un grupo de personas cuidan al perro brindándole un “estilo de vida de gran lujo”.

Se plantea, además,  que la fortuna del perro fue heredada de su otro abuelo perro. Ciertamente, cuesta mucho trabajo evitar indignación ante tantas barbaridades como ésta, porque además no es la única ni mucho menos; porque hay otras como por ejemplo el interés que tienen algunos multimillonarios para comprar boleto con el fin de  viajar a otros planetas.

Cualquier persona de tal mini mundo ¿se mostrará capaz de entregar una muy pequeña cantidad de sus dólares para evitar que muchos seres mueran de hambre, aunque esté consciente, además, que su riqueza es la causante de tanta injusticia? La respuesta es un NO rotundo sin capacidad de variación alguna. El problema es que el gran capitalismo es el que produce tanta aberración, porque se comporta como una verdadera droga; es decir, mientras más consume el adicto más quiere consumir, llegando incluso a la total indiferencia. No se le puede hablar de pobreza porque carece de sentimientos; no quiere ceder unos pocos dólares porque lo entiende como un insulto.

Por tanto, ante tal situación de horror hay que asegurar que, incluso, de cumplirse el sueño de aliviar una pequeña parte del sufrimiento y evitar algunas muertes, -aún así-, sería como la curita para una enorme herida. Porque el gravísimo problema va más allá, y hay que buscar la causa y combatirla. ¿Cuál? El modo de producción capitalista imperante que ahoga a los pobres de esta tierra. El neoliberalismo que destroza a su paso todo lo bueno que existe y, en suma, su expresión más letal, el imperialismo.

El egoísmo es la mancha del mundo, y el desinterés su sol”. José Martí

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