El síndrome de la pasividad

Existen armas extremadamente peligrosas que atentan contra la humanidad y, sin embargo, pareciera que no es así, dado que se nos presenta como una damisela envuelta en oropeles, pero llegan a hacer un daño muchas veces irreparable.

Tal enfermedad se le puede nombrar como quietud, indiferencia o desprecio. Los síntomas producen una actitud acomodaticia,  los enfermos dicen con gran desenfado que los graves problemas de la humanidad nada tienen que ver con él, o simplemente que tampoco es causante de tales males; se vuelve adepto al bienestar personal; y no solo eso, sino también que tal actitud se la inocula en la sangre de otros, incluyendo su descendencia.

Algo muy parecido sucede en los salones refrigerados internacionales, en los que se debaten graves problemas de la humanidad; una sucesión de  discursos,  edulcorados e hipócritas, y otros valientes con verdades que suenan como descargas eléctricas en los oídos de los indiferentes. Estos últimos denuncian grandes males que producen las guerras, como por ejemplo, las de Afganistán, Irak, y Viet Nam en las que murieron como consecuencia del egoísmo y la crueldad inaudita, muchos millones de seres humanos, gran cantidad de ellos calcinados por el llamado agente naranja.

Todo ello sin incluir los gravísimos problemas del hambre, el escaso o nulo acceso a la salud y la educación que sufren los que no tienen voz ni voto en el conglomerado humano.

Y no faltan las diversas organizaciones que deben defender sagrados derechos de la humanidad, tales como la propia ONU y otras de derechos humanos que existen en este mundo. En el primer caso vale  una breve reflexión: A través del tiempo la Organización mundial ha conocido de múltiples hechos perpetrados por Estados Unidos y sus aliados, que incumplen alevosamente todos los postulados de la Carta y, sin embargo, en el mejor de los casos han adoptado una anémica resolución que “no moleste” a sus ejecutores. Díganse algunos ejemplos: el bloqueo criminal contra Cuba que ya dura más de 63 años; las guerras contra muchos países que han causado  miles de muertos y daños materiales irreparables.

Digamos también la violación del Tratado de no Proliferación de Armas Nucleares; la impunidad con la que actúa Israel asesinando a palestinos y robándoles sus legítimos territorios; el increíble apoyo que le brinda EE.UU. a Ucrania en armas y miles de millones de dólares con el único interés de dañar a Rusia y dejar claro su objetivo –no tan oculto por cierto- de cercar a un país que jamás ha atentado contra el imperio; la aberración de algunos países como EE.UU.,  y la  Unión Europea, entre otros, negándose a suscribir una Resolución rechazando la glorificación del nazismo, porque consideran que tal doctrina  causante de tanto espanto y sufrimiento al mundo, debe ser considerada “un valor universal”.

Pero volvamos a la enfermedad de la pasividad. Estimado lector, si usted lee detenidamente el contenido de la Carta de la Organización  Naciones Unidas se podrá percatar que, prácticamente desde su Preámbulo y todos sus artículos, son incumplidos por una gran cantidad de naciones del Norte, todos presididos por el país del sueño americano.

Le expongo algunas de las loables aspiraciones:   “Resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra”; “Tomar medidas colectivas eficaces para prevenir y eliminar amenazas a la paz, y para suprimir actos de agresión”; reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas”.

En otras palabras: todo diseñado de manera tal que los pobres del sur jamás tengan derechos,  los que siempre sean acusados y, por otra parte, que los del norte sean, sencillamente, impunes e inmaculados por su cacareada democracia. Y del Consejo de Seguridad de la ONU y el famoso veto solo digo que es una burla.

“…En 1948 y 1976 las Naciones Unidas proclamaron extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar…”  Eduardo Galeano (mensaje a la ONU)

Autor

  • Silvio José Blanco Hernández

    Silvio José Blanco Hernández. Colaborador del Portal de la Radio Cubana. Destacado y multipremiado periodista, escritor, asesor y analista de información. Es autor de libros como "La radio, técnica, arte y magia", y "Los programas informativos de la radio... Y algo más", entre otras obras y materiales investigativos con importantes aportes metodológicos al medio radial.