La heroicidad colectiva

Salvo escasas e irresponsables excepciones, la respuesta popular es masiva y denota la actitud responsable de grupos colectivos, vecindarios e individuos, como expresión de madurez y conciencia ciudadana. Al pensar como país hemos asimilado bien en serio el desafío del momento actual.  Asumimos la necesidad autoprotegernos y damos muestra de una empatía solidaria hacia nuestros semejantes, virtud que en múltiples ocasiones el pueblo de Cuba pone en evidencia como parte de su idiosincrasia. 

Esta coyuntura invita a reflexionar en cuánto valor y belleza tenemos en lo cotidiano, cuando desarrollamos normalmente nuestro diario vivir. Muchas veces – sin querer – subvaloramos lo bello y valioso que vibra en el ir y venir de nuestro trabajo y centros de estudios, las sonrisas infantiles mañaneras, los esparcimientos del fin de semana y las tertulias con seres queridos y amigos entrañables. 

Además de esto, en mi caso he podido caer en la cuenta de otros detalles que pertenecen a estar jornadas fuera de lo normal. En primer lugar pienso y siento en mi piel el espíritu generoso y de entrega sin límites de profesionales y de todo el personal de Salud Pública quienes, mientras muchos se protegen de la pandemia, no interrumpen sus quehaceres en la noble misión de proteger y salvar vidas, dentro y fuera de nuestra amada tierra. Médicos, enfermeros, técnicos de laboratorio, conductores de ambulancia, camilleros, personal de limpieza, de cocina, pantristas y administrativos que dicen sí con todas sus fuerzas y se entregan con infinito amor al bien común. 

Existen muchos y muchas quienes, como nuestro personal sanitario, continúa en sus puestos de trabajo. Trabajadores de la industria alimentaria, el transporte, la red de comercio que incluye bodegas y carnicerías de barrio, personal de comunales ocupado en mantener limpias nuestras calles, así como campesinos que riegan la tierra fértil con la suprema esperanza de recibir sus frutos para la alimentación del pueblo. 

En tiempos normales – lo admito – no caigo en la cuenta de la imprescindible tarea que recae sobre ellas y ellos, quienes al igual que nuestros trabajadores de la Salud son héroes que desde un relativo anonimato hacen posible que la dinámica productiva y de servicios nacional no se detenga, a pesar de las carencias impuestas por un Bloqueo sexagenario y cruel, recrudecido ahora por un poder imperialista demencial y absurdo. 

Sería injusto si no menciono la labor abnegada de los combatientes del Ministerio del Interior, ocupados día y noche en la tarea de hacer cumplir las disposiciones sanitarias en cuanto a la protección individual, el mantenimiento del distanciamiento social – yo le llamaría físico – para evitar posibles contagios y como salvaguardas de los bienes que debemos compartir equitativamente entre todos, como hermanos que somos. En ellas y ellos recae gran responsabilidad y merecen la cooperación, el apoyo y reconocimiento ciudadanos. Como cada uno de nosotros son el pueblo uniformado y entre ellos hay padres, madres, hijas e hijos, muchos muy jóvenes, que con apego a un sagrado deber entregan sus energías en pro del bien común. 

En todos cuantos menciono – y en muchos más – vibra con fuerza la heroicidad colectiva de todo nuestro pueblo. Un día no lejano, cuando la desgarradora pandemia sea una historia que con razones sobradas queramos no recordar, deberá exaltarse tanto esfuerzo y entrega humanos.

Cada noche a las nueve, al aplaudir, pensemos en todas y todos ellos, heroínas y héroes que con su laboriosidad hacen rebosar de más plenitud  la tierra que les vio nacer. El esperado día que derrotemos de la pandemia, ¡y lo vamos a conseguir!, el abrazo enorme y fraterno, ese que más allá de nuestras manos damos con el corazón, es también para ellos. 

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