Una entrevista singular

Unos casi se alarman argumentando que yo era cubano y revolucionario; en otros, por la confianza y estimación recíproca casi me tildan de loco y, por consenso, se rieron. No me sentí mal y mucho menos ofendido. Solo atiné a decirles; “bien colegas, el futuro inmediato dirá la verdad. Nos veremos.  Al poco tiempo, valiéndome de mil mañas, logré entrevistar al susodicho, y a continuación les reproduzco la entrevista y otros detalles de mi osadía.

Llego a la Casa Blanca. Al parecer me han confundido con alguien y logro penetrar en la suntuosa mansión presidencial. Un tipo muy corpulento,  de  altura increíble, me señala una puerta enorme que abre despacio y me indica que penetre en un salón cruelmente lujoso y enorme. Y en el propio centro, sentado en su poltrona, no devuelve mi saludo, solo me indica la silla en la que debo sentarme. En derredor, unos esbirros ocultos y otros no tanto, se mantienen expectantes con trajes de mafiosos y metralletas escondidas. Escondo mi rabia interior y deseos casi irrefrenables de cometer una locura, pero me contengo. Y empiezo la entrevista…

YO: Señor presidente. Hace muy poco el mundo ha presenciado un hecho inaudito, es decir, me refiero al asalto violento al Capitolio de Washington. Por favor, quisiera su opinión al respecto.

TRUMP: (con su aire arrogante peculiar) Bueno, en realidad no fue tan violento. Se trataba de personas que, por decisión propia, querían manifestarse en contra de las trampas que había cometido el partido demócrata en las elecciones de noviembre. Eran jóvenes que comprenden la necesidad de combatir a los enemigos de la democracia que, indudablemente disfrutamos en nuestra gran nación.

YO: (conteniendo mi ira) Sin embargo, las imágenes que mostraba la televisión se apreciaba gente de baja moral y hasta con disfraces de Bat Man y Super Man, rompiendo puertas y ventanas. ¿No le parece algo extraño?

TRUMP (evidentemente molesto). No hay nada extraño en eso. Simplemente, -usted sabe como son los jóvenes- son costumbres que tienen que en nada dañan a nuestra democracia.

YO: (sintiendo asco) Pero presidente, cómo es posible su afirmación si tenemos en cuenta que el mundo entero ha condenado tales hechos e, incluso, lo señalan a usted como el gran protagonista de esa barbarie.

TRUMP (ya muy colérico). Mire periodista, yo soy simplemente una víctima del comunismo internacional y siempre he trabajado por los derechos humanos y la democracia, y usted no tiene derecho a cuestionarme. Nada me detendrá en mi lucha, porque represento el país designado para guiar por el buen camino a las naciones. Así que hemos terminado.

YO (por respeto a los lectores no digo cómo me siento).  Oiga bien lo que afirmo señor. Váyase a seguir haciendo listicas de patrocinadores del terrorismo y siendo enemigo de esta humanidad que lo desprecia. Yo soy cubano, abrazo el socialismo, desprecio el horror de su sistema y lo aborrezco. Usted pasará a la historia como el Nerón moderno, y  yo como un modesto periodista  me sentiré feliz por haber cumplido mi misión denunciándolo.

Dos mafiosos enormes me levantan bruscamente  y me conducen a un rincón tenebroso, acusado de ofender al señor Presidente y a la nación estadounidense. Me veo ante tribunales, y un juez muy “honorable” dicta la “justa”  sentencia como castigo, al cabo de la cual logré escapar de la furia imperial;  regreso a mi querida Cuba,  me encontré con mis amigos, los mismos que les dije que entrevistaría a Trump; se les veía como siempre defendiendo a su patria de los vientos huracanados del norte. Y yo sentí el inmenso placer por el abrazo de mis grandes y buenos hermanos. Fui dichoso, porque al menos logré poner en tela de juicio la villanía de un ser y un sistema de bochorno para la humanidad.  Entonces, desperté pensando en mi honorable Apóstol cuando afirmó:

(…) los pueblos de América son más libres y prósperos a medida que más se apartan de los Estados Unidos”. José Martí

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