Presidente Trump, enemigo de la humanidad

Todas sus decisiones son  erráticas, otras producto de la  soberbia, muchas cargadas de odio, y una gran mayoría como consecuencia directa de la  ignorancia alarmante de la historia con ropaje de un cinismo inaudito.

Pero sobre todo por su apego a la mentira tal si fuera una droga que lo impulsa a ello, aun a riesgo de la ridiculez llevada a plano internacional.

Trump hace de las sanciones una especie de deporte exclusivo que él practica; y del mismo modo de las amenazas a todo aquel país que ha decidido construir su propio destino sin interferencia ni obedeciendo órdenes del norte revuelto y brutal como lo llamara nuestro Martí.

Él está seguro, como otros malvados de una élite putrefacta, que Dios lo ha designado para dirigir el mundo, y por tanto tiene la obligación de matar, sojuzgar, intervenir,  invadir y aplastar a todo el que no respete sus deseos y orientaciones. Su fanatismo por el mal lo ha llevado recientemente a atacar ¡oh sorpresa!, hasta el Estado de California.

Y ya se escuchan voces de otros republicanos recalcitrantes avisando que si los demócratas ganan las elecciones intentarán convertir a Estados Unidos “en un infierno socialista”. Pero cualquier persona puede, por lógica, preguntarse cómo es posible el ataque a una de las estrellitas de la bandera yanqui.

He aquí la posible respuesta a partir de datos que ofrece el reconocido economista estadounidense, Paul Krugman, profesor de Economía y Asuntos Internacionales de la Universidad de Princeton: al parecer California viene trabajando para regular la contaminación generada por sus 15 millones de autos; pero el troglodita Trump asegura que no son los autos, sino la población sin hogar, entiéndase indigentes, la verdadera amenaza contra el medio ambiente.

Cierto es que California tiene serios problemas de vivienda por los altos precios que tienen; sin embargo ese Estado no anda mal en su economía, porque crea empleos a un ritmo más rápido que el país en su conjunto.

Igualmente todo indica que pretenden elevar los impuestos sobre los ingresos elevados e incrementar el gasto social; cuentan con el segundo puesto en la esperanza de vida más alta de todo el país; ha descendido el número de habitantes sin seguro sanitario; y se observan mejoras en el índice delincuencial.

Hay otro dato curioso: California quiere construir más viviendas, pero los ricos se niegan a que sean construidas cerca de sus mansiones (para no contaminarse, digo yo). Todo esto se parece bastante a la época de la esclavitud, porque los infelices tenían que vivir en barracones como animales, lejos de los amos.

Fíjese usted hasta dónde puede llegar ese capitalismo salvaje que ataca incluso a uno de sus miembros, porque hace algunas cosas positivas y eso “les huele a socialismo”. Y claro está, California está muy lejos de querer construirlo, mientras en esa nación se mantenga el sistema cruel y degradante que les da vida.

En otras palabras, es tanto el odio que tiene en las venas este Trump, que es capaz de atacar a una buena parte de la nación.

Se revuelve en su salsa maligna no solo de escuchar socialismo, sino también medio ambiente, mayores impuestos para los ricos, desnuclearización, tratados de paz, convivencia estable entre la diversidad, respeto a la Carta de las Naciones Unidas, tratados que favorezcan a la mujer y la niñez. En otras palabras: guerra al bienestar humano, y todo para el capitalismo, porque Estados Unidos es “first”.

Sería maravilloso que el propio pueblo estadounidense tome cartas en el asunto y sea capaz de enterrar tanta maldad de sus gobernantes. Tal posibilidad pasaría a la historia como una de las páginas más gloriosas en este mundo que tanto sufre.

“Sobre cimientos de cadáveres recientes y de ruinas humeantes no se levantan edificios de cordialidad y de paz”. José Martí

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