Del Caribe, de Cuba. Una aproximación (V)

El despoblamiento de numerosos territorios cubanos como una de las consecuencias de la guerra iniciada el 24 de febrero de 1895 contra el colonialismo español para obtener la independencia -muertes directas del conflicto armado, por enfermedades y hambre se calculan en unas 200 000 personas- y los proyectos inmediatos para la construcción de poderosos centrales azucareros que exigían a su vez nuevas líneas de ferrocarril, y por tanto, mano de obra suficiente, demandó la migración intranacional hacia distintos lugares, pero muy pronto, también, la introducción de fuerza de trabajo barata y productiva procedente de las antillas vecinas.

Importante sería esta inmigración para propiciar «el repoblamiento de Cuba en relación con la fuerza de trabajo económicamente activa, con el objetivo de rebasar la crisis laboral generada por la guerra de 1895-1898».33

Como se pudo comprobar en el curso de los acontecimientos, las condiciones de vida y trabajo de esa inmigración era la más parecida a una nueva trata negrera intercaribeña, en un contexto de prejuicios raciales y étnicos, rasgos comunes que acompañaban a los emigrantes de ayer y de hoy.

No sería exagerado decir que en las Antillas se fraguó el sistema colonial del capitalismo. Ellas fueron fuente fundamental de la acumulación originaria de capital de Europa y de los Estados Unidos.34

En ese contexto, la actividad agrícola continuó siendo fundamental para las Antillas Menores, sobre todo para las anglohablantes, lo cual demandó una gran fuerza de trabajo esclava, germen principal para el surgimiento del capitalismo en la región.

Las raíces o legado de esta situación provienen de una larga dominación colonial, que cristalizó la tríada negros-esclavitud-plantación, patrón que dejó profundas marcas en todas las entidades antillanas.

A pesar de los impulsos modernizadores por la independencia, las Antillas angloparlantes continuaron siendo «sugar island«,35 y en las Antillas Mayores: Cuba, República Dominicana y Puerto Rico, igualmente y con mayor fuerza.

No cabe duda de que el volumen de la inmigración de antillanos y españoles en Cuba durante los primeros veinticinco años de República fue lo que transformó cualitativamente el paisaje humano de la Isla, proporcionándole un impulso decisivo a la economía capitalista de plantaciones.36

Y es que la plantación caribeña como solución o medio de explotación económica se originó por la necesidad de búsqueda de nuevas fuentes de riqueza por parte de la metrópoli y la imposibilidad de que desde Europa llegara a América la mano de obra necesaria.

Si bien el trabajo asalariado iría ganando espacio en distintas regiones del Caribe, desplazando formas de servidumbre diversas, «en cambio, en las Antillas y en Brasil, la complementariedad de la economía de plantación-trabajo esclavo actuó como obstáculo para la formación de sectores que pudieran satisfacer la demanda de mano de obra libre, una vez eliminado el sistema esclavista».37

Como es conocido, la esclavitud se prolongó en Cuba por más de trescientos años, habiendo sido esa fuerza de trabajo la única segura para el desarrollo de la agricultura colonial antillana.38 De igual manera, «El tipo esclavista de plantación cristalizó de esa manera como el hegemónico, hacia fines del siglo XVII para las Antillas Menores, extendiéndose durante el XVIII a las mayores, donde se mantuvo al igual que en Brasil hasta comenzado el ultimo cuar-to del siglo XIX». 39

En este país, la esclavitud fue abolida legalmente el 13 de mayo de 1888. Cuba lo había hecho dos años antes.

A partir del decenio 1910-1920 se introduciría masivamente, en Cuba, una fuerza de trabajo llega-da de las cercanías. Una incontenible inmigración económica antillana, fundamentalmente haitiana y jamaicana, anárquica y fuera de control absoluto por parte del Estado.

Junto a esto, vendría uno de los problemas más complicados para cualquier grupo migratorio: el riesgo de poder insertarse o no en el país receptor. El inmigrante se halló, en su inmensa mayoría, por primera vez, frente a un paisaje cultural desconocido hasta entonces: el conjunto forma-do por el ingenio o central azucarero, el batey y su territorio cultivado, pero también las diferencias idiomáticas.

Continuará.

 

 

Autor