Altiva y libre, Cuba yergue su cabeza

Altiva y libre, Cuba yergue su cabeza

Céspedes con su sagacidad y audacia para acabar con las indecisiones, los aplazamientos y el peligro de que abortara el movimiento insurreccional, adelantó el alzamiento. Ya desde el día 9 de octubre  había mucha agitación, y los revolucionarios,  en cifra cercana a los 500 hombres (blancos, negros y mulatos libres), se fueron congregando en el Ingenio, pero ya al amanecer del día 10 la cifra era superior.

Altiva y libre, Cuba yergue su cabeza

Sobre lo acontecido, y como participante de aquella jornada, el mayor general mambí Bartolomé Masó detalló más tarde que Céspedes había mostrado a los presentes la bandera  de la Revolución, confeccionada la noche anterior por Cambula Acosta que era una joven residente en La Demajagua, y ante la insignia,  todos prestaron juramento solemne de vencer o morir. Céspedes, con voz enardecida de  patriotismo, juró acompañarlos hasta el final de su vida, a lo cual dio cabal cumplimiento.

También se proclamó el primer gran documento de esa gesta: el Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba o Manifiesto del 10 de octubre, como además se le conoce, donde se explicaban las razones del alzamiento, se expresaba el deseo de una abolición de la esclavitud con indemnización y se centralizaba la dirección civil y militar de la Revolución.

Diecinueve años después de aquel primer grito de ¡Independencia o Muerte!, en un discurso memorable, José Martí recordaba la hazaña: “Los misterios más puros del alma se cumplieron en aquella mañana de La Demajagua, cuando los ricos, desembarazándose de su fortuna salieron a pelear, sin odio a nadie, por el decoro, que vale más que ella; cuando los dueños de hombres, al ir naciendo el día, dijeron a sus esclavos ¡Ya sois libres!”.

Altiva y libre, Cuba yergue su cabeza

Y desde ese día memorable comenzó a cristalizar en el pueblo cubano, como el diamante en las rocas sedimentarias, el concepto de conciencia revolucionaria y nacionalidad, el espíritu de lucha, la identificación con la justicia, el amor a la libertad, el ejercicio del sacrificio y el valor, la fe en una Patria.

Sin aquel cimiento poderoso, sin aquella fragua que inició diez años de lucha sangrienta, de manigua, hambre y sacrificios increíbles, sin aquel firmamento de héroes en que se inscribieron los nombres de Céspedes, Ignacio Agramonte, Máximo Gómez, Antonio Maceo y muchos otros, no habría podido concebirse más tarde la extraordinaria obra patriótica, revolucionaria y antimperialista de José Martí y su Partido Revolucionario Cubano.

El patriotismo, la firmeza, el heroísmo silencioso de la pobreza, las heridas profundas de la explotación, la abnegación de tanta gente buena, el decoro de los campesinos analfabetos, el ejemplo enaltecedor de la juventud, la dignidad admirable de los obreros, la fe del pueblo y todo lo que hay de hermoso y noble en el fondo de la naturaleza humana, se fue registrando durante décadas de sacrificio, de amenazas, de peligros, de esfuerzos titánicos, de luchas fecundas, de reveses y triunfos. Así ha sido la única Revolución, iniciada aquel 10 de octubre de 1868.

A la actual generación, como expresó Fidel en ocasión de los cien años de lucha, “le correspondió el privilegio de haber llegado a la etapa en que el pueblo al fin… se constituye en poder, establece su poder”.

Una generación consecuente con su pasado lejano y reciente: con el 68 y el 95, con el Moncada y la Sierra, con la victoria del Primero de Enero y todas las batallas desde entonces. Una generación consciente de los hechos trascendentales que anteceden el cumplimiento histórico de una Patria libre, una revolución victoriosa e invencible, con un futuro luminoso.

Un pueblo que en el deber de todos los días tendrá presentes a los hombres de La Demajagua, porque son “carne nuestra, y entrañas y orgullo nuestros, y raíces de nuestra libertad y padres de nuestro corazón, y soles de nuestro cielo y del cielo de la justicia, y sombras que nadie ha de tocar sino con reverencia y ternura. ¡Y todo el que sirvió es sagrado!”.

Y ante la larga lista de héroes, donde está primero el Padre de la Patria, habrá que inclinarse siempre con infinito respeto y gratitud.

 

Nota: Las frases de José Martí fueron tomadas de sus discursos en homenaje a la fecha del 10 de octubre en los años 1887 y 1891.

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