Batallas y Retos

Y esa vorágine marcada por avances, retrocesos, logros y obstáculos, resulta un desafío trascendente para los que apuestan por un mundo nuevo.

Y es que se trata de una batalla doble: contra los enemigos abiertos y declarados, y a la vez contra los errores, insuficiencias, e inconsistencias de los propios revolucionarios, que suelen no solo hacer perder terreno frente a los adversarios confesos, sino, además, ceder credibilidad y confianza ante los pueblos.

Quienes encabezan procesos progresistas deben tener siempre presente que una dogmática e ineficaz dirección puede ser a veces más dañina que cualquier agresión del enemigo externo.

En este segundo caso, el enfrentamiento y la lucha pueden vencer o no, pero siempre queda vivo el germen de la rebelión y el conocimiento claro de quien es el oponente, de sus nefastas intenciones y de su nivel de vesania.

En el caso de la descomposición y la incapacidad de los revolucionarios, la respuesta en contra puede tomar caminos airados que suelen ser aprovechados por las fuerzas externas para sus fines de conquista, junto al terrible cuadro de la generalización de la abulia y el descreimiento entre muchos ciudadanos, que simplemente intentan salvarse a sí mismos y desdeñar todo proceso colectivo de cambio.

 

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