Chávez de América

Fue el mejor de todos los amigos de Cuba, de su Revolución y de Fidel, a quien admiró y quiso como se quiere a un hermano mayor. Entre ambos próceres continentales existen muchas similitudes. Tal como Fidel encarnó el ideal independentista y revolucionario de José Martí, Chávez simbolizó el de Simón Bolívar. Cada uno en su momento y desde sus propias realidades fue capaz de actualizar el pensamiento, la acción y los propósitos de patriotismo nacional y continental de esos dos arquetipos históricos del siglo XIX.

Fidel legó a Cuba un glorioso 26 de julio en 1953 con la gesta del cuartel Moncada; Chávez legó a Venezuela un igualmente glorioso 4 de febrero de 1992 con la sublevación militar y revolucionaria en Maracaibo, Caracas, Valencia y Maracay. Ambos protagonizaron el despertar latinoamericano de los siglos XX y XXI. Nuestro Apóstol volvió a vivir el año de su centenario; asimismo, El Libertador, un año antes de conmemorarse dos siglos de su nacimiento, cuando Chávez fundara el Movimiento Bolivariano 200.

En marzo de 1881 Martí visitó Caracas; tal cómo relata en La Edad de Oro, llegó “…sin sacudirse el polvo del camino… a contemplar la estatua de Bolívar que parecía que se movía como un padre cuando se le acerca un hijo…” En diciembre de 1994, un siglo y trece años más tarde, el joven oficial Hugo Rafael Chávez Frías visitó Cuba y nuestro eterno Comandante en Jefe lo recibió con honores de Jefe de Estado.

El 6 de diciembre de 1997, Chávez fue electo Presidente de Venezuela y con su mandato comenzó una era de transformaciones revolucionarias para su país por la total soberanía de la patria, la eliminación de la corrupción, la justicia social y la unidad de todos los pueblos de Nuestra América y el Caribe. Fueron los años gloriosos del ALBA, siglas que simbolizan un verdadero amanecer en el horizonte latinoamericano y caribeño.

De coincidencias como esas se tejen las más hermosas páginas de la historia. Cuba, Venezuela; Martí, Bolívar; Fidel, Chávez. Todos uno, la gran patria que desde el sur del río Bravo hasta Tierra del Fuego, de “esta gran humanidad que dijo basta y echó a andar”. Un camino arduo y escabroso; acosado por las sombras y acechos de quienes no aceptan una América Latina soberana y unida.

A cinco años del paso del compañero Hugo Chávez a la eternidad los venezolanos, cubanos, latinoamericanos y caribeños tenemos en su ejemplo imperecedero el punto de referencia para continuar la obra de Simón Bolívar; como tenemos en el legado de Fidel la brújula certera del ideario martiano, de aquel pensamiento suyo que, como testamento político, depositó en su carta inconclusa al amigo mexicano Manuel Mercado.

Chávez está presente. Las elecciones del próximo mayo en la República Bolivariana de Venezuela darán fe de esa presencia eterna con el triunfo de su legítimo continuador, el compañero Nicolás Maduro Moros, actual Presidente, y candidato del pueblo venezolano.

Chávez y Fidel son símbolos de la identidad continental; de la vergüenza, el coraje, la voluntad de lucha y el patriotismo de nuestros pueblos. Son la encarnación póstuma de un ideario redentor que vivirá por siempre.

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