Che de todos los tiempos

Médico de profesión lo fue también de males morales que por siglos se ensañaron sobre muchos pueblos; enfermedades seculares que enquistaron al encontrar en el egoísmo y la ambición de algunos y la ignorancia de otros, caldo de cultivo para proliferar.

Para entender las recurvas históricas basta entender que la marcha de los pueblos es un fenómeno social, no lineal: avances, reveses, retrocesos más o menos grandes y estancamientos que en ocasiones semejanletargos prolongados. Todo es parte del continuo ascensohacia el mejoramiento humano.

Ernesto, el joven recién graduado de la carrera de Medicina, recorrió en motocicleta con su amigo Alberto Granado y se percató de aquellos males que en el caso de América Latina les vienen desde los tiempos de la colonización.

Supo con su visión de estratega revolucionario que solo la Revolución Necesaria y la lucha antimperialista en todos los frentes, dondequiera que exista la injusticia por ínfima que parezca, constituye la medicina eficaz para sanar al hombre enfermo de hambre, ignorancia, explotación y toda clase de humillaciones degradantes.

Por razones como esas cuando el joven médico argentino conoció a Fidel, ambos iniciaron una amistad y admiración mutuas que duraron a lo largo de sus vidas.



Aquella amistad expresada en la decisión de luchar arriesgando sus vidas por la justicia trasciende la existencia física de ambos y permanece como inspiradoras de todo cuanto queda por hacer.

Ernesto Guevara, el Che, el médico cubano-argentino vino en el Granma con Fidel, Raúl y los 82 jóvenes expedicionarios. La Sierra Maestra, los llanos durante la Invasión hacia occidente; después el Congo, finalmente Bolivia donde con estoicismo internacionalista ofrendó su vida para, más allá de la muerte, continuar peleando con su ejemplo.

Valeroso al extremo, por la convicción de la justeza de sus ideas, proclamó en su mensaje a la Tricontinental:

«Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo… En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que ese, nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un oído receptivo y otra mano se tienda para empuñar nuestras armas».

Hoy la lucha adquiere nuevas formas y dimensiones, pero sus razones son las mismas aunque los escenarios sean hasta cierto punto distintos. En esencia, los males que prevalecen en muchas latitudes del mundo son de semejante naturaleza a aquellos contra los que el Che luchó y entregó su vida.

El imperialismo bajo nuevos disfraces, sutiles en ocasiones y demasiado burdos en otras, sigue siendo el mismo. Sabemos que queda mucho por andar, y el ejemplo del Che junto con su pensamiento de hombre nuevo es imprescindible en las nuevas circunstancias.

Hace medio siglo que ascendió con fuerza mayor a las cumbres de los Andes, y desde allí brilla con su estela inmortal. Urge conocerlo más, re-conocerlo en toda la universalidad de su pensamiento y acción: como guerrillero, hombre de ideas y estratega revolucionario.

A la distancia de 50 años multiplica seguidores por todas partes y en lo alto lanza indetenible, desde la estrella de su legendaria boina guerrillera, las indispensables luces que iluminarán el cielo que todavía necesita ser tomado por asalto.

Autor